20 de julio de 2018

1580, el año del gran catarro: ... y langostas

Acompañando a la guerra y la enfermedad, como plaga bíblica, los campos trujillanos se cubrieron de langosta en 1580. Nada nuevo en esta tierra en la que ese “animalejo infecto”, “plaga y açote de Dios por los pecados de los hombres” (como lo define Sebastián de Covarrubias) parece ser una constante a lo largo de siglos. No hay acta del concejo que no preste atención a su presencia, que no contenga las medidas que de una u otra índole se aplican en su extinción, que no intente remediar los daños causados en la tierra trujillana. Y ello se acentúa cuando el calor aprieta, cuando la lluvia escasea y la cosecha se presume corta. La langosta acaba con “los panes e yerbas de las dehesas y las viñas y legunbres” y Trujillo ha de buscar fuera el trigo que aquí escasea.
Agustín Salido y Estrada. La Langosta. 1874.
Biblioteca Digital Hispánica
Los años anteriores fueron también años de “lagostas” o “lagostos” (como así se mencionan en las fuentes) y 1580 no iba a ser menos. Porque la simiente estaba ahí, en los campos de la comarca, dispuesta a eclosionar y saciar su voraz apetito. De nada había servido el clérigo que desde La Roca de la Sierra (entonces El Zángano), tierra de Cáceres, había acudido en 1579 a Trujillo para “santiguar” la langosta. La plaga estaba de nuevo dispuesta a actuar. Como una rueda constante, en un constante repetir, el regimiento trujillano pondrá en marcha, el “año del gran catarro”, las medidas que una y otra vez ya habían tomado otros años. Al llegar la primavera la simiente está dispuesta y es buen momento para actuar. Es necesario dar muerte a la langosta e implorar la ayuda divina en tan importante asunto.
En abril de 1580, cuando Trujillo apresta hombres y busca armas para la jornada de Portugal, el concejo toma las primeras medidas del año contra la langosta.


1580, abril 15. Trujillo.

     Que salgan a matar lagostos. Este día se trató de la mucha cantidad que ay de lagostos en el término desta çibdad y se entiende el peligro e daño que suelen hazer en los panes que los destruyen y conviene con mucha brevedad se procure el remedio para los matar y para ello se acordó que se pregone que todos los veçinos de esta çibdad e su tierra den una persona que salga un día a matar los dichos langostos y lleven sávanas y otros adereços para los matar y que con la gente que saliese cada día salga un regidor deste ayuntamiento por su antigüedad y salgan a las partes que más neçesario sea y que el veçino que no saliere o diere persona, que a su costa se pueda proveher un honbre que vaya a lo suso dicho y que el primero día salgan los señores Juan de Herrera y Garçia Rodríguez y por su antigüedad los demás regidores y que los regidores que salieren por su çédula lleven a dos o tres arrovas de vino para la gente.
Misas por los lagostos. Este día se cometió al señor Melchor Gonçález que haga dezir nueve misas en San Françisco y otras nueve misas en nuestra señora de la Encarnaçión al bendito San Gregorio Nazanzeno por que nuestro Señor se sirva de quitar esta plaga de los lagostos.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 43, fol. 332v.)

No ha terminado el mes de abril y de nuevo el concejo debe actuar por “la muchedumbre que ay de los lagostos en esta tierra y el mucho daño que harán”. No una, sino dos personas por cada vecino, serán las que habrán de acudir para atajar la plaga y medio real será lo que pague el concejo por cada celemín de langostas que se presente ante ellos. También, como otros años, se abren las tierras de la ciudad y su término a los puercospara que coman los dichos lagostos”. Y, aunque su labor el año anterior no pareció ser muy efectiva, vuelve a reclamarse la presencia del clérigo que, a lomos de una mula, recorrerá los campos con sus exorcismos.


1580, mayo 9. Trujillo.

Exorzismos de lagostos. Este día se trató de cómo el señor Garçi Ramiro enbió por un clérigo del lugar del Zángano para que hiziese exorzismos contra los lagostos y de cómo el dicho clérigo está aquí. Cometiose a los señores Garçi Ramiro e Melchor Gonçález que traten con el dicho clérigo lo que sea bien que esta çibdad le de por su trabajo y conçertaron que se le den treynta ducados por el tienpo que se ocupare, que será de aquí a el jueves en todo el día y saldrá oy e mañana martes y miércoles y jueves a hazer los dichos exorzismos por lo que se le mandó librar los dichos treynta ducados.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 43, fol. 338v.)

Pero nada parece ser efectivo y las cosechas se resienten. Y ese año es necesario buscar trigo como busca Trujillo pólvora, arcabuces o picas. Nada vuelve a decirse de la langosta en el verano de ese año, si no es para pedir al rey que conceda licencia para cargar a los propios los gastos de la ciudad para exterminar la plaga, cuatrocientos ducados que Felipe II, desde Badajoz, autoriza a gastar, aunque bien gastados están ya.
Si seguimos las actas del concejo de los años siguientes, poco o nada va a cambiar: en 1581, la fuente de la Añora se cubre de lienzos bastos para evitar que las langostas caigan a ella e impidan beber de sus aguas; se prohibe la pesca y venta de peces de los ríos de la comarca   -“por causa de los muchos lagostos que ovo este año y murieron en los ríos y que ay muy poca agua y se entiende que los peçes son muy dañosos para la salud”- y se busca el amparo real para poder arar las tierras y dehesas en que las langostas “desobaron y dexaron la simiente”. Buscando la ayuda divina, el concejo de Trujillo mandará realizar al escultor Juan de la Fuente “un santo de madera a imitaçión de San Gregorio Nazanzeno para que esta çin﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽azanzeno para que esta a, a quien se comete haga hazer de madera a imitaçienta. que se puedan arar las tierras y dehesçibdad le ponga y lleve en proçesión a una de las ermitas de esta çibdad para que sea abogado contra la lagosta y esta çibdad le hará voto para que ynterçeda con Nuestro Señor por el remedio de la dicha lagosta”, y enterado de que Plasencia usaba el agua de San Gregorio traida de Sorlada, “que dizen estar tocada a los huesos del dicho San Gregorio Nazanzeno”, acude a Navarra en busca del remedio a los males de sus campos.
Agustín Salido y Estrada. La Langosta. 1874. Pág. 281. Biblioteca Digital Hispánica
Junto a libros de actas, pleitos, deslindes, cuentas y documentos reales, el archivo de Trujillo guardó, desde 1582, “dos tinajas de cobre de a dos arrobas cada una para tener el agua de señor San Gregorio y una tinaja de barro para tener el agua bendita”. Remedio santo contra el “animalejo infecto”.

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