24 de febrero de 2020

Albricias y alegrías

Bernard Van Orley. Retrato adolescente
de Carlos V, Museo del Louvre.
 Fuente

Carlos I de España nació durante un baile, en el palacio Prinsenhof de Gante, el 24 de febrero de 1500, en uno de los más peculiares partos que nos relata la historia. En una letrina, sin ayuda de parteras o comadres, la archiduquesa Juana de Castilla debió comprender pronto que sus dolores de vientre no eran fruto de una mala digestión sino del deseo de su segundo hijo de venir al mundo.
Extraño lugar para nacer de quien habría de convertirse en el monarca de los reinos hispanos y llevar la corona del Sacro Imperio. También fue un 24 de febrero, en 1530, la fecha elegida para que el papa Clemente VII le coronase como emperador en Bolonia, aunque la historia de su elección comenzó once años antes al fallecer su abuelo Maximiliano.
Apenas seis meses bastaron para que los dineros de Carlos asegurasen su elección frente a otros candidatos a ceñirse la corona imperial, noticia que el joven monarca recibió en Barcelona. Los siete grandes electores designaban en Fráncfort el 28 de junio de 1519 a Carlos de Habsburgo como rey de Romanos, soberano del Sacro Imperio Romano Germánico.
Y el mismo día en que se recibía la noticia en la corte, miércoles 6 de junio, tres cartas salían de Barcelona para dar a Trujillo tan buena nueva.
Diego de Cañizares, “repostero de camas” de su alteza, hizo un largo camino para llegar a Trujillo, suponemos que entregando otras con el mismo contenido en otras ciudades de su recorrido. El 28 de julio el corregidor Bernaldo del Nero hacía llamar a sus regidores y les convocaba en las casas del concejo para conocer lo que decía la cédula real. Solo cuatro regidores pudo hallar el pregonero Andrés de Miranda en la ciudad, “que los buscó por mandado del dicho señor corregidor”.
El corregidor del Nero, Luis de Chaves, Juan Pizarro, el licenciado Herrera y Francisco de Gaete, junto a los escribanos del concejo, conocieron entonces lo que el ahora rey y futuro emperador les hacía saber:

    1519, julio 28. Trujillo.

                                                                El Rey
Conçejo, justiçia, regidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales y omes vuenos de la çibdad de Trugillo. Antes del falleçimiento del enperador mi señor, su çesárea magestad, con el grande amor que me tenía, deseó mucho que yo en su vida fuese electo Rey de los Romanos, porque después de su falleçimiento, sin contradiçión oviese el ynperio e ansi habló sobrello a los eletos sin avérselo yo pedido ni suplicado; y el fallesçido, porque otros prínçipes que sabían de la dicha negoçiaçión trabajavan no solo en ser ello elegidos pero en hazer contradiçión para que yo no lo fuese, paresçiéndome que asi por lo que tocava a mi onra como por el vien destos mis reynos e señoríos y paz y sosiego e acreçentamiento dellos y por los ynconvinientes que se pudieran seguir si otro de los que lo proseguían fuera elegido, hera bien acabar lo que su çesárea magestad avía començado y asy enbié en Alemania mis enbaxadores con los quales provey todo lo que me pareçió convenía al bien del negoçio; agora a plazido a Nuestro Señor que sea ya acabado e yo soy elegido al ynperio, lo qual acordé de vos hazer saber por el plazer que sé que resçibireys dello como lo aveys resçibido de todas las otras cosas que en mi acresçentamiento an suçedido por que esta unas de las mayores dellas. De Barçelona a seys de julio de quinientos e diez e nueve años. Yo el Rey. Por mandado del rey, Françisco de los Covos.
Al conçejo, justiçia e regidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos de la çibdad de Trugillo.  
Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 3.1. Fol. 558r.

Leída la carta, se produce entonces un ritual que se repite cada vez que una misiva real llegaba a la ciudad, situándola sobre sus cabezas y besándola. Era tiempo de hacer partícipes a los trujillanos de la buena noticia y que la ciudad mostrase su alegría:
“...mandaron repicar las canpanas de todas las yglesias de la dicha çibdad e mandaron linpiar las calles e çesar los ofiçios de los ofiçiales e mandaron que a la noche se hagan e pongan muchas candelas por las calles e puertas e ventanas para prinçipio de las dichas alegrías e comunicaron e hablaron que se hagan proçesyones e otras muchas alegrías que dixeron que harían quando ovieren oportunidad e aparejo”[1].
Oportunidad y aparejo, pero sobre todo dinero, porque tales alegrías, como tantas veces, se harían a costa de las arcas del concejo. Y lo primero sería “pagar” por la noticia, ya que en las  otras dos cartas que salieron de Barcelona el 6 de julio, y que portaba Diego de Cañizares, se hacía saber quién debía ser el destinatario de las “albricias”, ese regalo que, nos dice el diccionario, se da -pidiéndose o no- por alguna buena nueva a quien trae la primera noticia de ella.  
Ninguna de esas cartas las mandaba el monarca. La primera venía firmada por Charles de Poupet, camarero primero del rey y señor de La Chaulx, haciendo saber a la ciudad, “como a una de las más nobles e leales e que más se a de alegrar”, el encargo del monarca de que él remitiera mensajero con la misiva real y poniéndose a su disposición “con todo el serviçio que yo pueda e ansí lo conosçerán quando en esta corte algo me quisieren mandar”.  Porque es al señor de La Chaulx a quien su majestad había hecho merced de tales albricias, según informaba en la tercera carta el marqués de Aguilar y conde de Castañeda al corregidor del Nero, pidiendo a éste, “como vuestro amigo... trabajeys con esas villas porque lo hagan muy bien”, teniendo por seguro que la generosidad de Trujillo con el señor de La Chaulx podría ser útil a la ciudad, ya que era “persona que lo sabe a bien pagar, pues tiene logar para ello e condiçión”.
Coronación de Carlos V como
Rey de Romanos en Aquisgrán. 1520
No sabemos si al señor de La Chaulx le parecieron bastantes los 30 ducados de oro que los regidores trujillanos le dieron de albricias, pero fue tanto como costaron cuatro de los diez toros que se corrieron en las celebraciones por el rey Carlos.
Y no fueron solo toros. Alonso Gallego, pintor, vino de Almaraz a pintar los escudos con las armas reales que luego Ventura González asentó en el pendón de la ciudad, se limpió de piedras la plaza y uno de los escribanos, Juan de Caramaño, recibió el encargo de buscar los músicos para la fiesta (en Béjar, “Toledo e a Guadalajara e a Medinaçeli, donde quiera que los fallare”) además de informarse “de lo que se a hecho en las dichas fiestas en la çibdad de Toledo y las albriçias que dieron y sy el corregidor e regidores e otras personas del cabildo tomaron libreas a costa de la çibdad”, porque las alegras﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽as alegrara la fiesta, ademaraz a pintar los escudos con las armas reales que luegoGaetee julio el corregidor Bernaldoías habrían de coincidir con la celebración más importante de la ciudad, Nuestra Señora de agosto.
Cuatro trompetas, dos atabales y cuatro ministriles, pagados por la ciudad, hicieron especial ese quince de agosto, aunque las actas nos hablan también de unas fiestas y procesión diferente a las de otros años:

1519, agosto, 8. Trujillo
Fiesta de negros.
Este día mandaron los dichos señores que porque la fiesta del día de Nuestra Señora de agosto sea más reguzijada por la eleçión del rey nuestro señor del ynperio, que mandavan e mandaron que todos los negros y negras desta çibdad vayan dançando en la proçesión, so pena de cada dozientos mrs. a cada uno a su amo que no los enbiare.
Fiesta.
Otrosy que los conçejos del Erguijuela y La Çarça y Garçiaz y Santa Cruz y El Puerto y Yvafernando y La Cunbre enbíen para el dicho día de Santa Marí﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽aricho drça y Garçiaz y Santa Cruz y El Puerto y Yvafernando y La Cunbre enboçesinpien todas las fuentes rs e otros ofía todos los moços e moças bien adereçados con los tanbores y gaytas y panderos y sonajas las moças para que vayan en la proçesión dançando y reguzijando la fiesta, so pena de cada çinco mil mrs. a cada conçejo que no lo cunpliere y que luego lo irán a esecutar.
Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 13.1. Fols. 241v-242r.




[1] “Ayuntamiento para quando vino la çédula de su alteza sobre la heleçión de enperador”. AMT. Leg. 13.1, fol. 235v.

2 de febrero de 2020

Las recetas, en romance


Y de nuevo el Arca se abre para ofrecer generosamente algunos de sus documentos y noticias…Y en esta ocasión, su referencia antigua viene además cargada de decisiones concejiles y olores de antiguas boticas.
Siempre la ciudad fue celosa en ayudar a sus vecinos, en proporcionarles lugares de compra  y mercado repletos de mercancías necesarias o de obras públicas que aseguraran abastecimientos y aguas saludables. También fue generosa empleando parte de las propias rentas de la ciudad para dotarla de servicios de músicos y maestros, cirujanos y boticarios.
Ordenanzas y actas, desde el primer momento que las atesora el arca, recogen ese cuidado y atención a los vecinos asegurando que la ciudad esté provista de oficios y de todo aquello que su población necesitase, especialmente en los momentos de enfermedad y dolor, de aflicción y pestilencia, de escasez y  esterilidad o de alegría y celebración.
Y en algunos de esos momentos, reunido el concejo, como es costumbre, a campana tañida, se detiene a abordar algún aspecto concreto, culminando con su decisión y aprobación como ordenanza, pregonada en los lugares habituales y cumplida por la ciudad. Así se va construyendo su cuerpo normativo, un cuerpo vivo que se acomoda y cambia cuando lo hace la sociedad o llegan normas nuevas desde la Corte.
Maestre Antón fue durante muchos años el boticario de atendió a los trujillanos, cuando acababa el siglo XV y arrancaba a andar el siglo XVI. Por ello, por su trabajo y atención, el concejo le pagaba un salario, 2.000 maravedís, que cada año le abonaba el mayordomo. Sus precios fueron siempre razonables y ningún competidor le hizo sombra:
“Que se entienda en lo que dize Sancho Moñino, quel boticario de Salamanca da más caras las melezinas que no maestre Antón, que nunca le dio la cañafistola[1] menos de a X mrs. e el maestre Antón gela dio a ocho mrs. la onça”. (27/2/1498)
Tras su muerte, el arca sigue hablando de la botica de maestre Antón, ahora con su esposa al frente, a la que, año tras año, se sigue satisfaciendo el salario antes señalado a su marido.
Otros boticarios fueron ocupando el lugar de Antón y su esposa: Alberto, Baltasar de la Plaza, maestre Andrés, Juan Álvarez... una larga lista que guarda el arca.
Regulado el oficio por los Reyes Católicos en 1477 con el establecimiento del Tribunal del Real Protomedicato de Castilla, con competencia en las profesiones sanitarias, en sus manos está el examen y aprobación de “físycos e cirujanos e ensalmadores e voticarios e especieros”. La visita a las boticas se convierte en el sistema de control de la calidad de sus compuestos, de la pericia, experiencia y habilidad de sus boticarios. En 1534, las boticas de Trujillo reciben la visita y control de un protomédico especial, el doctor Diego de Zaballos, a cuyo cuidado estaba la salud del emperador Carlos. En su visita, el escribano de la ciudad, Francisco del Amarilla, redacta lo sucedido y aquello que de interés pudiera indicar Zaballos, escrito que no guardó el arca pero que sí tuvo en cuenta el concejo al acordar, quizás siguiendo lo señalado por el protomédico:
“Este día se mandó que los médicos e çirujanos, so pena de çincuenta mil mrs. para la cámara de su Magestad, no den las reçebtas de las mediçinas para los boticarios syno en romançe e que los quales lo contrario faziendo, los avían e ovieron por condenados lo contrario faziendo syn otra sentençia ni declaraçión. Este día se notificó al dotor Xara en su persona”. (11/5/1534)
“Este día los dichos señores mandaron que se notifique a los boticarios que no den las mediçinas syno por sy mismos y no por sus moços ni por sus mugeres, so pena de seysçientos mrs., el terçio para el acusador e el terçio para la çibdad e el terçio para el juez que lo esecutare”. (5/6/1534)
Pero no será esta la primera vez que el concejo intente controlar el oficio y actuación de sus boticarios. No sabemos si atendiendo a otra visita realizada a las boticas o al impulso de quien acababa de llegar a la ciudad con la alta responsabilidad de situarse al frente del concejo, representar al rey como juez de residencia y fiscalizar la gestión del corregidor saliente, la ciudad  decide, en 1531, poner orden en sus botica y en el oficio de sus boticarios, siempre bajo la tutela científica de los médicos, que habrían de cuidar y controlar el precio de medicinas, la elaboración de los compuestos y la experiencia y habilidad de quienes dispensaban las recetas.


1531, octubre 19. Trujillo

Mandamiento contra los boticarios.
Este día, los dichos señores dixeron que por quanto son ynformados que los boticarios venden las cosas de sus boticas a preçios eçesivos, de que los veçinos desta çibdad se quexan y reçiben mucho agravio e queriendo en ello proveer, que mandavan e mandaron que de aquí adelante todos los boticarios desta çibdad que agora son o fueren de aquí adelante trayan ynformaçión y testimonio de todas las mediçinas sinples que conpraren, las que los médicos desta çibdad les nonbraren, a cómo les cuesta por libra o por honça, en grueso o menudo, y que el testimonio que traxeren sea en forma y juren ante los dichos médicos a cómo le cuestan las dichas medeçinas. Y esto hecho, mandan que los dichos médicos, en las reçetas que dieren para los enfermos de qualquier medeçina que sea, tasen y moderen el valor dellas, dándoles ganançia moderada segund su conçiençia y alvedrío las quales les encargan. Y que ansy tasado lo que an de aver los dichos boticarios, lo pongan los dichos médicos al pie del dicho reçebta. Y mandaron a los dichos boticarios que no lleven más preçio de lo que fuere tasado en las dichas reçebtas, so pena que por la primera vez pague de pena quinientos mrs., la mitad para el querelloso y la mitad para el juez que lo esecutare. Y por la segunda vez, pena de mil mrs. repartidos como dicho es. Y por la terçera, pena de dos mil mrs.  repartidos como dicho es y suspendido del ofiçio por un año.
Otrosy, por quanto los dichos señores son ynformados que los dichos boticarios hazen muchos conpuestos de medyçinas syn estar presentes los dichos médicos o alguno dellos y se sigue que muchos conpuestos no echan todas las cosas neçesarias y ay falsedad en ellos, de lo que se sigue peligro a la salud universal, por ende que hordenavan y mandavan que los dichos boticarios les sea notificado que de aquí adelante no hagan conpuesto de ninguna mediçina syn llamar alguno de los médicos salariados que esté presente a ver hazer el dicho conpuesto antes que lo comiençen, so pena que por la primera vez y segunda y terçera de lo contenido en el capítulo antes deste.
Otrosy por quanto son ynformados que los dichos boticarios  tienen en sus boticas moços y criados que ven en la botica y dan recado a los enfermos syn estar presentes los dichos boticarios, no teniendo esperençia ni sabiendo leer las reçebtas ni entendiéndolas, de lo qual se sigue el peligro claro de dar unas medeçinas por otras, por ende que mandavan que ningund boticario dé mediçina ninguna si no está él presente y sy por alguna cabsa que él no se halle allí tuviere algund criado que dé recabdo en la dicha botica a los que fueren por ellas, que sea esperimentado en el ofiçio del boticario y sepa dar buen recabdo a las çédulas que el médico enbiare. Y para esto mandaron a los dichos boticarios que no tengan criado ninguno en las dichas boticas para servir en ellas y dar recabdo a las çédulas sin que primero los presenten a los médicos para que los esaminen en el dicho ofiçio. Y mandaron a los dichos médicos que agora son o fueren salariados de la çibdad que cunplan y guarden todo lo que de suso les es mandado y encargado, so pena de aver perdido el salaryo. Y mandaron que no tengan los dichos moços no teniendo esperiençia ni abilidad para dar recabdo a lo suso dicho, por la primera y segunda y terçera vez so las penas suso dichas. Y mandaronlo notificar a los dichos médicos y boticarios.

Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 19.1. Fols. 185r-186r.

Agustín Durán. Botica de Dámaso Corrales Martín en Plazuela de Azobejo. Trujillo. Siglo XIX.







[1] Cassia fistula L.
“Mr. Lieutaud, célebre Práctico Francés, la numera entre los más aventajados y benignos laxantes, y asegura que puede administrarse con toda seguridad en las calenturas ardientes, en las inflamaciones del pecho y del abdomen, en las enfermedades de los riñones y de la vexiga”.
José María de la Paz Rodríguez. De la naturaleza, principios y virtudes, usos y dosis de las preparaciones y composiciones de la Farmacopea de España. Madrid, 1807. Tomo II, p. 165.