25 de marzo de 2024

El rollo

    Quienes fueron condenados por la muerte de Nufro Mesía de Chaves en 1513 fueron sentenciados por el alcalde Pedro de Miranda a ser sacados de la cárcel de la ciudad y desde allí ser llevados “hasta la picota della o rollo a boz de pregonero público e sean tendidos en las gradas della e con un cochillo de azero sean degollados por la garganta por el verdugo desta çibdad hasta tanto que den el ánima a Dios e de allí mando que no sean quitados sin mi liçençia...”.
    Ninguno de los acusados cumplió su condena y el rollo de la plaza no tuvo en esa ocasión su función de picota.
    Símbolo del poder de Trujillo, de su autoridad como ciudad de realengo que ejercía su señorío sobre un importante término, el rollo que hoy conocemos se levantó en la plaza del arrabal en 1498, quizás para sustituir uno anterior.
    Pero al margen de su carácter simbólico y de hito fundamental en el espacio de la plaza, el rollo convivía en el día a día con las actividades que en la plaza se desarrollaban y así, en el mercado, el rollo concentraba en su entorno los intercambios de cereales: 
“Este dicho día, los dichos señores justiçia e regidores dixeron que por quanto toda la provisyón de trigo e çevada que a esta çibdad viene al rollo que está en la plaça, que es el bastimento de donde se abasteçe la çibdad, e los forasteros que a ella vienen de fuera de la jurediçión, lo conpran e llevan fuera e encareçen el preçio...” (1519) 
“Este dicho día, los dichos señoresa mandaron que del pan de la çibdad se saquen a vender el jueves primero que verná çincuenta fanegas de trigo al rollo e se vendan a syete reales cada fanega”. (1547)
    Rollo sobre gradas y cercado de losas
“Losas del rollo. Este dicho día los dichos señores justiçia e regidores, todos unánimes dixeron que visto lo que se quitó de lo losado del rollo por el ynconviniente que avía y que agora no se vee sy ay daño de alguna agua fasta el ynvierno, que en lo que agora pareçía ello está bien fecho e lo ovieron por bueno” (1533)
    Rollo que en julio de 1541 algunos regidores vieron como un estorbo en las actividades festivas que con toros y juegos de cañas se celebraban en la plaza de la ciudad, pues “por espiriençia se a visto el mucho daño e ynconveniente que haze el rollo por estar en lo mejor de la plaça”. Señalaba el corregidor, Alonso de Corral, que en las fiestas de toros del cercano día de Santiago, “por estar el dicho rollo en el medio de la plaça e dividirse los cavalleros, cayó un cavallo e casy oviera de matar tres onbres”. Aunque la opinión de todos parecía ser “quitar de la plaça el dicho rollo e que se ponga en parte que no haga tanto perjuizio”, ni justicia ni regidores tomaron ese acuerdo, trasladando a los más importantes ciudadanos de la ciudad la decisión final sobre el rollo.
    Mudarlo o que permaneciera en la plaza. Difícil decidir cuando parece que las opiniones estaban claras en cada uno de los bandos de la ciudad, Chaves y Vargas, y que aquéllas eran tan enfrentadas como éstos. 
    El lunes primer día de agosto acudieron al ayuntamiento, convocados por el corregidor, primero los principales caballeros de la parcialidad de los Chaves, Diego Mesía de Prado, Nuño Garçía de Chaves y Juan de Chaves, que se sumaron a la opinión de mudar el rollo de la plaza, “está muy bien acordado”, dejando en manos del concejo la decisión del nuevo emplazamiento, “que ellos por sy e por sus debdos e amigos dizen que lo tienen e ternán por bien”.
    Salida una parcialidad, entró la contraria, la de los Vargas, encabezada por Diego de Vargas Carvajal a quien acompañaron Françisco de Vargas, Baltasar de Orellana, Juan de Solís,  Bernardino de Tapia y Gonzalo de Carvajal. Si los Chaves apoyaron sacar el rollo de la plaza, los Vargas se opusieron y las palabras de Diego de Vargas Carvajal dejaron claros sus argumentos, centrados en el simbolismo del rollo, expresión de la autoridad de la ciudad: 

1541, agosto 1. Trujillo
Este día, fueron llamados al dicho ayuntamiento el señor Diego de Vargas Carvajal e con él otros de los suyos sobre el mudar del dicho rollo y el dicho señor Diego de Vargas dixo e propuso que su paresçer es que el rollo no se haga del mudança ni novedad por estar como está en la plaça pública y en muy buen sitio, qual conviene a la dicha çibdad e veçinos della e porque estar allí es conforme a buena governaçión y ansí dixo que está en todas las otras çibdades destos reynos e asy dixo que le paresçe que conviene para la autoridad desta çibdad e exerçiçio de la justiçia e temor de los malhechores y e para tener allí como se tiene de costunbre la media fanega e otras medidas porque allí está en sitio donde se vende trigo, çevada, sal e cal y quando se oviese de mudar, sy çesasen todos los otros ynconvenientes, que no çesan, era neçesario sitio espeçial para esto, el qual sería costoso a la çibdad y no provechoso. Y asy mismo el edefiçio del mismo rollo es costoso y muy onrado y deshazerlo le paresçe que a la çibdad le sería dañoso y la mudança del a do quiera que se pudiese, dexando lo que a dicho, no podría dexar de ser en perjuizio de muchos veçinos de la dicha çibdad e ansí lo pide e requiere a los dichos señores no se haga en ello novedad alguna. Y los señores Françisco de Vargas, e Valtasar de Orellana e Juan de Solís e Bernardino de Tapia e Gonçalo de Carvajal dixeron lo mismo que el dicho Diego de Vargas Carvajal. 
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 22.1, fol. 374v.)

    Resulta curioso que ese rollo en el que se impartía justicia, del que Diego de Vargas Carvajal se opuso su mudanza, a punto estuvo de ser lo último que éste viera en su vida tras ser condenado, en 1543, a ser llevado “a la picota e rollo desta çibdad e sea hechado ençima de un repostero e allí sea degollado por el pescueço, por manera que muera naturalmente”. 
    Ni Diego de Vargas Carvajal murió junto al rollo de la plaza ni sus piedras cambiaron entonces de lugar, pero para el concejo, para los regidores, sus gradas siguieron siendo un peligro y su masa estorbaba la visión de los caballeros en los regocijos. Esas fueron las respuestas de los regidores al corregidor Diego Ruiz de Solís en agosto de 1543, cuando solicitó de ellos su opinión sobre “sy sería bien que el rollo se quitase de la plaça del arraval desta çibdad por el perjuyzio que trae a los cavalleros los días de fiesta”. 
    De los cuatro regidores presentes en la sesión en que se discutió la posibilidad de trasladar el rollo, tan solo García López de Avilés planteó que permaneciera donde estaba, en la plaza, porque “autoriza mucho en ella” y que, si hubiese de ser removido por los inconvenientes que sus compañeros apuntaron, se mantuviera “delante de las casas del ayuntamiento o çerca del peso”.
    Nada parece que se hiciera en los años siguientes y ningún libramiento contiene el arca que nos diga que lo propuesto por el regidor García López se realizara. Y sin embargo, la idea de remover el rollo de su emplazamiento en la plaza no se abandonó y no sabemos si entonces o ya en 1548 el rollo se desmonta y otro corregidor, Antonio de Silva, volvió a plantear en octubre de ese año a los regidores “onde es bien que se ponga el rollo”, porque “está derribado el rollo desta çibdad y conviene se torne a levantar en parte que sea conviniente”. 
    Pocos regidores dieron su parecer, “que se ponga onde el señor corregidor mandare”, fue la opinión de Martín de Chaves, la misma que señalaron Gonzalo de Sanabria o Juan Cortés. Álvaro de Hinojosa propuso al corregidor que se informase de otros vecinos y decidiese el lugar más conveniente y con menos perjuicio. Solo Pedro Barrantes y Alonso Ruiz se opusieron. La ciudad  tenía “rollo en la plaça e muy bueno”, por lo que exigieron que se volviese a levantar en “la parte onde se estava” y que fuese a costa de quienes hubiesen decidido desmontarlo. 
    Sin embargo, parece que la decisión de alejarlo de la plaza ya estaba tomada y solo faltaba que el corregidor tomase en sus manos la decisión de su nuevo emplazamiento. En el ayuntamiento del 19 de octubre de 1548 el corregidor hacía saber que, siguiendo la comisión que le dieron la mayor parte de los regidores, no solo tenía ya decidido dónde situar el rollo sino que éste había comenzado a levantarse “frontero de la Encarnaçión, en aquel canpo por ser parte convenible” . 
    En la plaza quedó un “rollo chico”, construido al año siguiente, junto a la audiencia, cerca de las casas del concejo, chico y seguro pero nadie debió de dudar que mucho menos hermoso que el que entonces se levantaba ya frente al monasterio de los dominicos, en los prados de la Encarnación.
    Apenas dieciocho años estuvo el rollo frente a los dominicos antes de volver a ser desmantelado para buscarle nueva ubicación. Un tercer corregidor, Pedro Riquelme de Villavicencio, hubo de entender en el mismo tema, el rollo molestaba. En 1566 no fueron las molestias que pudiera ocasionar el rollo en fiestas y regocijos lo que llevaría a buscarle un nuevo emplazamiento y tampoco fueron los caballeros los que plantearon el cambio.
    El día siete de enero de 1566, comparecía ante el ayuntamiento fray Felipe de Meneses, “prior que a sydo del monesterio de Nuestra Señora de la Encarnaçión desta çibdad y al presente lo es del monesterio de Toledo desta dicha horden”, y presentaba una petición que el escribano no copió pero que podemos deducir de la respuesta del concejo. Porque los argumentos presentados por fray Felipe eran compartidos por los regidores. El lugar elegido en 1548 para situar el rollo no fue el adecuado, estaba “çerca de la dicha yglesia, enfrente de la puerta”, lo que iba “en perjuizio y desacato del Santísimo Sacramento e imajen de Nuestra Señora de la iglesia del monesterio de la Encarnaçión”. Desde el rollo, lugar donde se impartía justicia, “se ve el altar mayor y es gran desonestidad para los ofiçios divinos que en el dicho altar se çelebran”.
    Por ello, dijeron, “mandavan y mandaron se quite el dicho rollo del dicho lugar que al presente está e se ponga en el Canpillo y que las piedras que al presente en él están se quiten y lleven y se tornen a hazer de la manera que está”,  ya que “para la execuçión de la justiçia estará más comodidad puesto en la plaça de el Canpillo, que es parte donde no ay iglesia ninguna y es arrabal desta çibdad”.
De nuevo las piedras del rollo se separaron para volverse a unir en otro lugar, el definitivo, en el Campillo, cerca de La Piedad, donde parece que no fue bien recibido.

1566, enero 21. Trujillo
Este día, el señor Luis de Chaves, regidor, Calderón (sic) dixo que él bino en que el rollo se mudase pero que atento que agora apelan los veçinos de el Canpillo, que él no es en que aya pleyto, que su pareçer es que se esté el rollo donde se está agora e no aya pleyto sobre ello con la çibdad e que está presto a pagar lo que le cupiere de lo que está desecho del dicho rollo.
El señor corregidor dixo que al tienpo que se acordó por esta ilustre çibdad se mudase el rollo del sitio e lugar donde estava por las cabsas justas que para ello les movió, como consta por la petiçión que para ello dieron los frayles de la Encarnaçión y el acuerdo que sobre ello obo en este ayuntamiento, todos de conformidad, estando presente el dicho Luis de Chaves y aprobándolo e no contradiziéndolo, en cunplimiento dello que el dicho rollo se derribó e la mayor parte de él está deshecha y hechos andamios que entiende que cuestan a hazer más de beynte ducados, que atento que está ya derribado, no a logar lo que dize e manda se efetúe lo que está acordado.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 35.1, fol. 404r.)

Rollo del Campillo. Sobrino Benito Peña.
    Nunca más fue movido el rollo. Permanece aún en el lugar elegido en 1566
aunque ahora  constreñido por el tráfico, formando parte de un cruce de carreteras en el que ese rollo jurisdiccional, representación del poder de la ciudad, de su autoridad, ha perdido no solo su sentido institucional sino también el “estatus” de símbolo con el que fue erigido en el centro de su entonces plaza del arrabal.