15 de diciembre de 2020

Gratitud

    El arca siempre ayuda a descubrir espacios y momentos de Trujillo, a reencontrarse con ellos o a repensar sobre nuestra ciudad. Y es oportuno que lo haga porque en ocasiones la ciudad, no sabemos si por dejadez u olvido, parece ser poco agradecida con quienes entregaron sus ilusiones para idearla, parte de su vida para construirla e incluso buena parte de sus recursos para ayudarla a crecer.

    Algunas de esas personas han de ser recordadas porque entregaron atención y hacienda a los más desfavorecidas, apostando especialmente por el futuro de cualquier ciudad: los niños y la educación.

Busto de doña Margarita de Iturralde. Gabino Amaya. 1923
“Acaban de fundarse con toda solemnidad en Trujillo (Cáceres) una iglesia y un colegio, las dos columnas fundamentales de la vida moderna, merced a la munificencia de la ilustre señora doña Margarita de Iturralde de Arteaga. La inauguración ha sido solemnísima.

El colegio será dirigido por los Padres Agustinos, gratuito, y se llamará de Santiago y Santa Margarita.

Los fines fundamentales de este colegio serán los siguientes: Instrucción primaria, con clases diurnas para niños y nocturnas para jóvenes; caja de ahorros constituida especialmente con los premios de estímulo y aplicación; pensiones a los niños pobres que reúnan condiciones de talento para seguir una carrera; pensiones de veinte pesetas mensuales a 40 niños pobres que se distingan por su aplicación; hacer una primera Comunión anual de niños preparados, a los que se regalará traje, calzado y desayuno.

La fundación merece grandes alabanzas”.

  
 
Con estas palabras daba a conocer “El Magisterio español” los actos que a lo largo de 4 días, desde el 19 de mayo al día 22 de 1923, habían tenido lugar en Trujillo con motivo de la inauguración de la remodelación del templo del antiguo convento de dominicos de la Encarnación y de una parte de las instalaciones que también habían acogido al Colegio Preparatorio Militar, lote de edificios adquirido por doña Margarita al ayuntamiento en 1916 y que ahora recibía a otra “tropa” más bulliciosa y traviesa.    

    En los cuatro días de fiesta, Trujillo tuvo representaciones teatrales, zarzuela, conciertos de la banda municipal, cine en el paseo Ruiz de Mendoza, novilladas con reses de Antonio Ruiz y Antonio Sánchez Rico y capeas para los aficionados trujillanos. Los actos religiosos se centraron en el nuevo templo, donde los prelados de Plasencia  y Huesca dieron su bendición y oficiaron la misa pontifical que inauguraba la renovada iglesia, ahora de Santiago y Santa Margarita, en la que sonaron las voces de las capillas de El Escorial y Plasencia. 

    Como contrapartida, desde la redacción de la revista “Ensayos”, su director Juan Parrilla promovió el homenaje de la ciudad a quien de manera generosa entregaba a los trujillanos una nueva institución educativa. Por suscripción popular, la Comisión Gestora de tal homenaje había encargado al escultor de Puebla de Sancho Pérez, Gabino Amaya Guerrero, la que sería su primera obra en Extremadura. En ella se quería reflejar la gratitud de Trujillo y debía tener un lugar adecuado. Y ahí empezaron los problemas.

    La citada  Comisión (que junto a Juan Parrilla integraban los señores La Calle, Higuero, Núñez, López Munera, Míguez y Romero) deseó que el monumento a doña Margarita costeado por los trujillanos fuese inaugurado coincidiendo con los actos que se habían previsto para el templo y el colegio , “en un sitio público para que del modo más patente y solemne perpetúe a través del tiempo el sentimiento general de admiración y gratitud a la señora Iturralde, a la vez que por su gran mérito artístico serviría el monumento de gran ornato en cualquier sitio adecuado en que se instale”, apuntando en el escrito dirigido al ayuntamiento el 29 de abril, como el más adecuado la fuente monumental del paseo de Ruiz de Mendoza, no sólo porque contribuiría a embellecer ese recinto sino porque estaría frente a la nueva fundación que así se quería agradecer. 

    Y unos que sí y otros que no, el Ayuntamiento no tuvo que pronunciarse porque la propia Comisión retiró la instancia en la que se solicitaba autorización para colocar en sitio público el monumento y que debía haber sido tratado en sesión extraordinaria el 16 de mayo, que finamente no llegó a celebrarse. Porque, aunque el propio alcalde don Antonio Nevado Bejarano parecía apoyar la colocación del monumento (y se contaba con la ausencia de algunos opuestos al lugar elegido), la Comisión, visto que no contaba con los votos suficientes y para evitar el fracaso, “acordó retirar el documento y colocar provisionalmente el monumento en un sitio visible, público si se quiere, en que no fuera necesaria la autorización del Ayuntamiento”. El sitio elegido fue el atrio que antecede a la propia iglesia de la Encarnación. El lugar había sido cedido a doña Margarita dos años antes, según acuerdo del pleno del Ayuntamiento del 27 de noviembre de 1921:

“11º. En virtud de informe de la Comisión de Obras, se resuelve acerca de la instancia de Dª Margarita Iturralde, presentada en sesión de diez y seis de Agosto último, concediendo a dicha señora autorización para ocupar gratuitamente la vía pública con el atrio que se propone construir ante la iglesia de la Encarnación, debiendo tal construcción formar un saliente que no exceda de cinco metros y medio y reunir las condiciones estéticas que exige el ornato público”.

Foto Diéguez. Mundo Gráfico. 13/6/1923
    Con la autorización de doña Margarita de Iturralde, el lunes 21 de mayo, a las 12 de la mañana, se procedió a inaugurar el monumento en un lugar que en nada complacía a sus promotores. La joven Blanca Míguez Paredes leyó unas cuartillas en el acto que daba a conocer a los trujillanos el primer grupo escultórico que adornaba la ciudad.

    ¿Y el Ayuntamiento?. Molesto pero callado, porque, aun considerando que se había colocado en el atrio sin su autorización y que no dejaba de ser un abuso por parte de quien lo había cedido para tal fin (doña Margarita), pues el atrio seguía siendo vía pública, se acordó “pasar por alto el abuso, en atención a las circunstancias del monumento...”.

    Para evitar “desagradables contingencias” futuras relacionadas con el atrio, doña Margarita procedió meses después a adquirir este pedazo de vía pública. Contaba entonces con una nueva presidencia de la corporación municipal, don Proceso la Calle García,  miembro de la Comisión Gestora del homenaje popular, y no tuvo problemas ahora en obtener su propiedad el 5 de noviembre de 1924:

“10º. Se da cuenta de una instancia en que Dª Margarita de Iturralde solicita la cesión en venta del terreno ocupado por el atrio de la Iglesia de Santiago y Santa Margarita, cuya ocupación gratuita le fue concedida en sesión de 27 de Noviembre de 1921. Examinada atentamente el caso, se estima que el atrio en cuestión sirve de ornato a la vía pública, sin perjuicio alguno para ésta y sin oponerse a las alineaciones establecidas, circunstancias que indudablemente tuvo en cuenta el Ayuntamiento al conceder la ocupación del terreno en que aquel se halla emplazado. En su virtud, y dados los caracteres de solidez y permanencia de la construcción de que se trata, se acuerda la cesión solicitada por la recurrente mediante el precio de dos pesetas cada metro cuadrado”.

    Ahora estaba a salvo la ubicación del monumento, pero no era un lugar que gustase a quienes lo promovieron y a quienes con sus aportaciones lo habían hecho posible. Y entones sí, la nueva corporación aceptará el 21 de enero de 1924 la petición firmada por 256 vecinos (quizás el documento del arca en que aparece el nombre de más mujeres trujillanas), para que  el sentimiento de gratitud que se vertió en el monumento, ocupara un mejor lugar:


“12º. Dada lectura de un escrito con multitud de firmas de vecinos de la localidad solicitando autorización para que el monumento erigido hace poco a Dª Margarita de Iturralde en el atrio de la iglesia de Santiago y Santa Margarita sea colocado en el jardincillo inferior de la Plaza Ruiz de Mendoza, se acuerda por unanimidad conceder la autorización solicitada”.

    Hoy, escondida entre frondosos arbustos, careciendo de la arboleda que antaño la adornó, olvidada por una parte de la ciudad, se encuentra el único conjunto escultórico de Trujillo alrededor del busto de doña Margarita de Iturralde, elevado sobre granito de Ruanes que labró el cantero trujillano Antonio Guerrero y su aprendiz Francisco Serván. En medio de ese olvido, al menos se ha mantenido la cartela de “Gratitud”, se ha incorporado la del homenaje a la Hija Predilecta de la ciudad 
de los antiguos alumnos del colegio que ella fundó y ha desaparecido la que en algún momento debió tener para dejar constancia de su inauguración.

    El arca nos ha hecho rescatar su imagen, parte de su obra y sobre todo la enorme gratitud que como trujillanos debemos sentir por quien, no habiendo nacida trujillana, se sintió profundamente comprometida con la ciudad y su gente. Ella nos eligió y nosotros le debemos eterno reconocimiento.


1924, enero 20. Trujillo

Sres. Alcalde y Concejales de Excmo. Ayuntamiento de Trujillo

Los que suscriben, vecinos y residentes en esta ciudad, al Exmo. Ayuntamiento respetuosamente exponen:

Que la opinión casi unánime del vecindario ha visto con viva contrariedad que el monumento erigido por suscripción popular a Doña Margarita de Iturralde haya tenido que colocarse en el recinto que forma el atrio de la Iglesia, contra toda razón moral y estética, por causas bien ajenas a la voluntad del pueblo.

No menos pública es la constante censura que este hecho merece a diario a cuantos forasteros y turistas nos honran con su visita, hasta el punto de ser unánime la apreciación de que el monumento recluido en aquel sitio significa que el pueblo siente con timidez la gratitud del beneficio recibido, como si pudiera avergonzarnos el ser agradecidos.

Si, por el contrario, la gratitud es sentimiento que enaltece, si es nota de cultura y nobleza, ese monumento que de manera tan artística la interpreta y perpetúa, debe ser colocado en el sitio más visible para que haga honor a nuestras tradiciones de hidalguía y sirva de ejemplo y de orgullo a las venideras generaciones.

Confiados en que el Ayuntamiento actual, representante de las nuevas corrientes de ciudadanía, que tan plausibles muestras viene dando de recta gobernación acogerá el sentir trujillano con el entusiasmo que merece y requiere, los que a continuación firman

Suplican a la Exma. Corporación municipal se digne acordar que el monumento a Doña Margarita de Iturralde sea trasladado al triángulo del bosque inmediato al paseo de Ruiz de Mendoza, en el sitio más visible, como reparación caballerosa al agravio inferido a la bienhechora y caritativa dama y como recta interpretación de la cultura y nobleza Trujillana. = Sobre raspado= significa= Enmendado = hidalguía= vale y se salva=

Trujillo 20 de enero de 1924

(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 1816, carpeta 74)



4 de septiembre de 2020

Antón Carreño, el pintor de la Virgen

El berrocal es un espacio querido, vivido y sentido por los trujillanos. Tierra común de huertos, fuentes, pastos y labores, siempre fue fundamental para la ciudad. Sobre él y con él se construyeron murallas y cercas, el castillo, las almenas, las casas fuertes y los hogares humildes, fuentes,  iglesias, ermitas y conventos.

Pero una parte del berrocal se atesoró desde hace siglos de un modo especial, porque se unió a la identidad de los trujillanos. Porque es en piedra granítica del propio berrocal en la que se esculpió la imagen de la que es nuestra patrona. Ella era y es la imagen de la ciudad, el centro de su escudo y, como en él, en 1531, los trujillanos la colocaron entre las torres de su fortaleza para que presidiera la ciudad:  

“...mandaron que entre las dos torres, se faga una bóveda bien luzida e que se ponga allí una ymagen de bulto de Nuestra Señora que sea de piedra e bien luzida e bien dorada e que el día de Nuestra Señora de agosto se faga una proçesyón...” (21 abril 1531)


https://virgendelavictoria.org/


Diego Durán se encargó de labrar la imagen, “de seys palmos, cada palmo a ducado”, y también tuvo a su cargo la compra de la madera “...para hazer los andamios para hazer la caxa donde se a de asentar la ymagen de Nuestra Señora en la bóveda de las torres de la fortaleza...”.

Este año no veremos a la Virgen de la Victoria en la plaza, mostrando el color del berrocal a todos los trujillanos. En este tiempo extraño de pandemias, tal vez sea el momento para que intentemos imaginárnosla hermosa y original, pintada y dorada. Porque esa imagen labrada por Durán tuvo un aspecto muy diferente al que nos muestra desde el castillo.

El arca, nuevamente, nos cuenta las historias de esta ciudad, nos ayuda a imaginarnos nuestro pasado y también corrige errores que durante décadas asumimos.

La piedra de la imagen fue cubierta por oro y colores. El corregidor Luis Vázquez de Cepeda, junto a los regidores presentes en la sesión del concejo del lunes 26 de junio de 1531, decidió gastar 10 ducados para que la imagen de la virgen que colocarían en el castillo luciera hermosa. Ocho ducados para oro y otros dos para colores que fueron entregados a Carreño y Notario, los dos pintores que habrían de dorar y pintar la imagen.

Fueron pintores quienes dieron color y luz dorada a la imagen de piedra de nuestra patrona, Juan Notario y Antón Carreño, no Torino como erróneamente recogen las historias de la imagen, y fueron otros dos pintores, Alonso de Villalobos y Álvaro Ponce, quienes valoraron su trabajo y tasaron su obra. La “oscura” letra del arca a veces confunde y hace dudar de nuestra lectura. En otras aparece claramente lo escrito. Pero siempre está el arca y sus viejos papeles para releer y sacar lo que realmente esconde.

         

Conforme a lo tasado por Villalobos y Ponce, la ciudad, el teniente de corregidor, licenciado Vigil, y dos de los regidores firmaron el correspondiente libramiento a Notario y Carreño que hoy, cuando la Virgen ha bajado del castillo y está cerca de los trujillanos, sacamos del arca.


 

1531, octubre 23. Trujillo

 

Tasaçión de la pintura e dorado e toda la costa de la ymagen de la fortaleza

     Este día ante los dichos señores juraron Alonso de Villalobos y Álvaro Ponçe, pintores, veçinos desta çibdad y aviendo jurado en forma dixo que so cargo del juramento que hizieron, que ellos vieron la obra de la pintura que an hecho Joan Notario e Antón Carreño, en la obra que se a hecho e pintado en la ymagen de Nuestra Señora que se asentó entre las dos torres de la fortaleza. E vista por ellos dixeron que por las manos e pintura que han hecho los suso dichos, mereçen doze ducados syn lo que les costó el oro e colores, que de aquello darán cuanta de lo que les costó los dichos pintores que lo hizieron e que esta es la verdad e firmaron de sus nonbres.

 

Alonso de Villalobos (rúbrica).    Álvaro Ponce (rúbrica)

 

Libramiento de IIIIUCCCL de la dicha obra

     Este dicho día, los dichos señores reçibieron juramento de Joan Notario e Antón Carreño, pintores, so cargo del qual dixeron que de oro avían puesto en la dicha obra ochoçientos panes de oro a tres mrs. el pan, que son dos mil e quatroçientos mrs. y de los otros colores que an gastado mil e dozientos mrs., ansy que son tres mil e seisçientos mrs. de manera que son la tasaçión son ocho mil e çien mrs. para los quales tienen reçebido diez ducados de manera que se los restan deviendo quatro mil e trezientos e çincuenta mrs., los quales les mandaron librar.

 

El liçençiado Vigil (rúbrica)    Martín Rol (Rúbrica)    Garçía de Tapia (rúbrica)

 

(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 19, fol. 189r)

9 de junio de 2020

Visita a las escrituras

El noble caballero burgalés Alonso de Cartagena llegó a la ciudad de Trujillo en noviembre de 1507. Portaba una real provisión de la reina Juana por la que se le nombraba corregidor dela ciudad y su tierra. Como sucedió con otros antes que él y con quienes le sucedieron en el corregimiento trujillano, el ceremonial por el que la ciudad le reconocía como su corregidor y recibía las varas de la justicia de quienes hasta entonces habían ejercido la representación real, tuvo lugar en el portal de San Martín, el día 14 de ese mes, “a canpana repicada” y con la presencia del concejo y “mucha gente de cavalleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos de la dicha çibdad”.  Tras leerse el documento real, la justicia saliente y los regidores pusieron en sus manos las varas y recibieron el juramento de Alonso de Cartagena de usar “bien e fiel e diligentemente” su nuevo cargo,  guardar el servicio de la reina,  cumplir  “sus cartas, preçebtos e mandados” y guiarse siempre por “los capítulos que el rey don Fernando, nuestro señor, e la reyna doña Ysabel, nuestra señora, de gloriosa memoria, mandaron guardar a los corregidores e juezes de sus reynos”.
Apenas tres días después, Alonso de Cartagena  visitaba el “archivo” del concejo, el arca de las tres llaves, una de las cuales estaría en su poder como corregidor. Pero la visita no se limitó a comprobar que se cumplía lo que años atrás ordenaron los reyes Isabel y Fernando a la ciudad. Alonso de Cartagena procedió a extraer del arca todas y cada una de las escrituras que en ese momento atesoraba Trujillo, ordenando al escribano del concejo que diera fe de lo allí contenido.


1507, noviembre 17. Trujillo

En la muy leal çibdad de Trugillo, a diez e syete días del mes de novienbre, año del nasçimiento de nuestro salvador Ihesu Christo de mil e quinientos e syete años, el noble cavallero Alonso de Cartajena, juez e corregidor en la dicha çibdad e su tierra por la reyna nuestra señora, e el liçençiado  Alvar Pérez de Maluenda, su alcalde mayor en la dicha çibdad e su tierra, e en presençia de mi, Françisco Martínez, escrivano e notario público de la reina nuestra señora en la su corte e en todos los sus reynos e señoríos e escrivano público, uno de los del número de la dicha çibdad e sus términos por el reverendo señor prior, frayles e convento del monesterio de Nuestra Señora de Guadalupe e escrivano de los hechos del conçejo de la dicha çibdad, e de los testigos yuso escriptos, estando visitando las escrituras que están dentro en el arca del concejo de la dicha çibdad, que está en las casas del ayuntamiento de la plaça del arrabal de la dicha çibdad, fallamos en ella las escrituras siguientes,
         -Primeramente el prevellejo oreginal de la venta de Cabañas, escripto en pergamino.
         -La donaçión de la tierra del Canpillo que dieron los herederos de Gil Gonçález.
         -Una sentençia sobre la cavallería de la Hornia.
         -Un proçeso e sentençia contra Martín de Chaves sobre çierta tierra del Alixar.
         -Una sentençia entre el lugar del Canpo e los herederos de los Yvanejos.
       -Un traslado de una sentençia dada por un juez de las mestas e cañadas sobre çierta parte del exido del Canpo, que entraba por ello la cañada e la mandó quitar.
        -Una sentençia e amojonamiento entre el Monasterio de Guadalupe e El Canpo sobre el exido del Canpo e las Girondas (...).
E asy visytada la dicha arca del conçejo y escrituras della en que se fallaron de las escrituras de suso declaradas, luego el dicho señor corregidor e su alcalde mayor metieron en la dicha arca las dichas escrituras  e pidieron a mi el dicho escrivano que se lo diese por fe e testimonio sygnado de manera que haga fe. Testigos que fueron presentes a lo que dicho es, que lo vieron e oyeron, Luys de Góngora, escrivano, e Juan de las Casas e Pero Calderón, regidores, vezinos de la dicha çibdad.
Va escrito entre renglones o diz mu e o diz de Castañeda, vala e no le enpesca. E yo el dicho Françisco Martínes, escrivano e notario público sobre dicho, presente fuy a lo que susodicho es en uno con los dichos testigos e de pedimiento de los dichos señores corregidor e alcalde esta fe e testimonio destas escripturas hize escrevir segund que ante mi pasó e por ende fiz aquí este mío sygno a tal en testimonio de verdad.
                             Françisco Martínez, escrivano
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 3.1. Sin foliar.)

El corregidor y su alcalde sacaron del arca 47 documentos, en su mayoría deslindamientos y sentencias sobre propiedades y tierras del concejo, acuerdos de vecindad con concejos vecinos y escrituras de compra-venta y censos. Escaso número de documentos que debió mover al nuevo corregidor a realizar una labor de “rastreo” de todos aquellos “papeles” que debería custodiar el arca y que no se encontraban en ella.  
Un año después, el primero de noviembre de 1508 el teniente de corregidor, el bachiller Alvar Pérez de Maluenda, procede a realizar una nueva revisión del arca. Pero ahora está mucho más llena. Las escrituras relacionadas un año antes seguían en ella junto a otros 59 documentos que se añaden en ese momento junto a “Un libro viejo guarneçido en cuero negro de deslindamiento de las cavallerías”, otro “libro viejo de arrendamientos”, un “libro de ayuntamiento” y otro “libro viejo de escrituras viejas”.


         Libros viejos de escrituras viejas, libros y documentos viejos en los que Trujillo guarda su historia, en su arca, en su archivo. Y hoy, Día de los Archivos, celebramos que otros, a lo largo del tiempo, cuidaron celosamente del arca, de los papeles viejos, de nuestra historia.

17 de mayo de 2020

1918. Aquella otra pandemia

Tiempos difíciles. Tiempos de extrañamiento, dolor y confinamiento. Tiempos de incertidumbres y de necesaria determinación. Tiempos de aprendizaje y de pensar en sociedad y comunidad. Nuevos y duros tiempos que afrontar con prudencia y firmeza.
Y el arca vuelve a abrirse para mostrar que hubo otro tiempo en el que “se enterraban sin toque de campana ni acompañamiento de Iglesia”; aquello ocurría cuando en otros países de una Europa dolorida llevaban muriendo miles de personas en cada uno de los meses de los últimos cuatro años.
Y en esos tiempos modernos, terriblemente modernos para matar a seres humanos en guerra, no solo el arca recogerá las noticias de una nueva “pestilencia” que hará enfermar la ciudad y sus arrabales, la tierra de Trujillo, los campos y las ciudades de España y el mundo.
Todo comenzó en tiempo de primavera (al menos entonces es cuando en la provincia de Cáceres se advierte su aparición), en 1918, cuando seguían tronando los cañones en Europa, cuando el terrible gas arrasaba vidas con la misma crueldad y contumacia que los bombardeos y los ataques y contraataques de ejércitos que morían a millares enfangados en trincheras. Un conflicto en el que España estaba ausente beneficiándose de una obligada neutralidad mientras se recuperaba de las últimas pérdidas coloniales y se desangraba a impulsos en las guerras de África. Cuando aquella cruenta guerra daba signos de que podía dirigirse a su final, la muerte parecía no sentirse satisfecha y una enfermedad tan desconocida como ocultada comenzaba a aparecer.
La Opinión. 1918
La situación de conflicto hizo que aquella enfermedad, que segaba con rapidez miles de cuerpos maltrechos por el conflicto, la escasez y los padecimientos de la propia guerra, se extendiese por trincheras y frentes, por ciudades y países enfrentados. Y a los males y padecimientos, ninguno de los países en conflicto quiso añadir uno más que pudiera desmoralizar a las ya de por sí abatidas y frustradas tropas, absolutamente agotadas. Por ello ni se la quiso nombrar ni hacerla visible. Y un país en paz, también asolado por pobreza, sequía y carestía en el campo, por conflictos y desigualdad, tendrá el triste honor de darle su nombre: la “gripe española”.
Lluis Bagaria. El Sol. 1918
La “fiebre de Flandes”, decían en los hospitales alemanes, o la “muerte púrpura” que mataba en Estados Unidos, mientras que aquí los titulares de la prensa nos hablan, a finales de mayo, de la “enfermedad de moda”, una moda que se extiende por el mapa peninsular, tan pegadiza y contagiosa como la canción que triunfaba en Madrid y que toda la corte tarareaba, el “soldado de Nápoles” del maestro Serrano. Era entonces un padecimiento leve,  la “fiebre de los tres días”, tratada al principio con una cierta chanza que hizo que los cacereños se refirieran a ella como “los dineros de Vitórica”, recordando las grandes sumas repartidas por toda la ciudad por el candidato Juan Vitórica Casuso para asegurarse los votos en las elecciones de febrero de ese año.
Se iniciaba junio y Trujillo comenzaba a tener casos de esa “grippe o enfermedad de moda”, aún sin nombre concreto, cuyas consecuencias no eran otras que “las molestias que proporciona la fiebre de alta temperatura” que obligaba a guardar cama un día o dos, según la prensa local.  Pero poco a poco, y con la misma rapidez que apareció en la ciudad, el mal se fue alejando y el verano se inició con las rutinas de otros años.

La feria de ganado de septiembre llegó con los espectáculos de siempre, con cinematógrafo en la plaza y en el salón “La Novedad” desde el sábado 14 al lunes 16, bailes y música de la banda municipal los tres días de la feria. Incluso un festejo taurino dio realce a la fiesta, aunque para el crítico local los seis toros-novillos fueron realmente “seis solemnísimos bueyes, más propios para el yugo del carro que para corridas”. Y resulta extraño que Trujillo estuviese de feria y que se alabase en la prensa la gran afluencia de forasteros que a ella acudieron, cuando las noticias de un nuevo brote de la gripe llegaban desde puntos diferentes de España y esta vez  su rostro no era tan amable. En Béjar ya había enfermos el 11 de septiembre y algunos pueblos de la provincia anunciaron pronto la presencia de la gripe entre sus vecinos.
Es entonces, al terminar septiembre, cuando Trujillo comienza a tomar medidas contra la epidemia (adecuar en la Plaza de Toros una sala de observación y la compra de una estufa de desinfección y un pulverizador para ella) y en la prensa local el farmacéutico de Trujillo, Práxedes Corrales, trataba de explicar a sus vecinos las características del enemigo a batir y las medidas preventivas, de profilaxis y tratamiento que habrían de tenerse en cuenta para hacer frente al “bacilo de Pfeiffer”.
“...se trasmite por las corrientes de aire que arrastra las pequeñas gotas de saliva, que escapan en el acto de la conversación (...) goza de la común propiedad, de aposentarse con preferencia en organismos debilitados, en convalecientes de infecciones pectorales (...) se dará lugar preeminente á la desinfección de la boca y vías respiratorias, mediante enjuagatorios y gargarismos con líquidos desinfectantes (...). Se evitarán las aglomeraciones, cuidando de respirar atmósferas viciadas (....); las habitaciones de los enfermos serán amplias y ventiladas, embalsamadas mediante unos gotas de eucaliptol, en el que se hayan disuelto unos centigramos de mentol, que se arrojarán en derredor de la cama del enfermo”. (Práxedes Corrales. “Profilaxis de la gripe”. La Opinión.  Núm. 562. 23/9/1918, pág. 1)
La Opinión. 1918
Aislamiento y limpieza se recomendaba desde el Gobierno Civil al ayuntamiento de Trujilllo. Aislamiento de enfermos y aún de convalecientes (más peligrosos al no inspirar en los sanos los recelos que sí infundían los enfermos) y limpieza por riego o barrido con serrín mojado para evitar el polvo de calles, edificios públicos y viviendas privadas. Y a ello se aplicó el ayuntamiento ordenando su alcalde, Antonio Nevado Bejarano, mediante bando, la limpieza y desinfección de establos, el traslado del estiércol a las afueras y la prohibición de arrojar aguas y suciedades a las calles.
De una extraña familiaridad, por ya conocidas y vividas en esta primavera del 2020, nos resultan muchas de las medidas tomadas en ese momento, cuando septiembre daba paso a octubre con el cierre de Universidades y centros escolares, suspensión de juicios orales, prohibición de toda clase de fiestas, espectáculos y aglomeraciones, ferias y mercados, puestos de desinfección en las estaciones de ferrocarril, cierre de la frontera con Portugal...
Y sin embargo, aún parecía estar lejos el peligro y el 3 de octubre, jueves, aún hubo mercado, aunque en el campo de San Juan, y en Huertas de Ánimas se celebraron las fiestas del Rosario con “buen número de personas”. Porque Trujillo aún no tenía casos y quizás recordase la benignidad de la gripe de primavera.  Pero era mejor prevenir y aunque, como señalaba la prensa local, Trujillo era “uno de los pueblos más higiénicos de España, que cuenta con abundancia de aguas para el riego y limpieza de sus calles y buen alcantarillado”, el ayuntamiento comenzó a tomar las medidas necesarias:

1918, octubre 8. Trujillo
Después de amplia discusión, por unanimidad fueron tomados los acuerdos siguientes:
Primero: Que por telégrafo se pidan dos estufas de desinfección y tres pulverizadores y que al confeccionarse los nuevos presupuestos se vea la forma de consignar en los mismos cantidad suficiente para instalarse un servicio sanitario completo.
Segundo: Que los mercados que celebran en esta población los jueves y domingo de cada semana sean suprimidos desde el próximo hasta que desaparezca en esta Región la epidemia reinante.
Tercero: Que se acordone esta población y el Arrabal de Huertas de Ánimas, estableciéndose Estaciones Sanitarias en la Plaza de Toros y en un local al sitio del Regajo en Ánimas, que serán las únicas entradas.
Cuarto: que en cada una de las Estaciones Sanitarias haya un médico de guardia para el reconocimiento y desinfección de los que traten de entrar en la población.
Quinto. Que se acepte y de las gracias á los médicos libres de esta Ciudad por el ofrecimiento que de sus servicios hicieron á este Ayuntamiento, desde los primeros momentos en que se tuvo conocimiento de la existencia de la grippe en esta ciudad.
Sesto. Que se organicen los servicios siguientes:
1º Desinfección
2º Teniéndose en cuenta el número de vecindario de los cinco grupos diseminados que integran la población, que sea adscrito al servicio del Arrabal de Huertas de Ánimas otro médico.
3º Que el servicio médico alterno, que se viene prestando en los Arrabales de Magdalena, Belén y San Clemente, sea diario y que por los médicos que los asistan se tomen las medidas que crean necesarias dando cuenta á esta Corporación.
Séptimo. Que se nombre personal que sea necesario para acordonamiento de esta población y del Arrabal Huertas de Ánimas.
Octavo. Que estos acuerdos se sometan a la aprobación de la Junta de Sanidad, por si considera necesario ampliarlos, para que acuerde las medidas científicas para su aplicación y si lo cree necesario que invite á los estudiantes de los últimos años de medicina, que hay en esta Ciudad, para que auxilien á los médicos y
Noveno. Que desde el día de mañana se proceda á ejecutar en la Plaza de Toros, que según el presupuesto del Arquitecto se eleva á pesetas mil cien, para habilitar dos habitaciones para que sirvan de Estación sanitaria fija, de acuerdo con lo propuesto por la Junta de Sanidad.
Y no habiendo más asuntos que tratar, se levantó la sesión á la una.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 1523, tomo II,  fols. 6r-7r.)

La Opinión. 1918
No, esta vez la gripe no era una moda, ni un “soldado de Nápoles” pegadizo y popular,  y la gente moría en Montánchez, Logrosán, Herguijuela, Cañamero o Zorita, pueblo este al que había acudido, para ayudar, el médico de Trujillo don Carlos Míguez y al que marcharon, por disposición del obispo, los sacerdotes don Juan Tena y don Sebastián Valentín Casares por encontrarse enfermos el párroco y coadjutor de aquel pueblo. Y finalmente llegó a la ciudad, regada cada día mañana y tarde, cerrada a los forasteros si no eran fumigados previamente y  sin fiestas de la Victoria. Y aunque no fueron muchas las víctimas de la gripe en Trujillo (48 defunciones se registraron en total en la ciudad y sus arrabales a lo largo del mes de octubre, cuando en el mes de agosto los fallecimientos fueron 20, o 22 en el mes de noviembre), no eran ahora niños o ancianos quienes sucumbían como otras veces, sino jóvenes sanos con edades que otras epidemias habían respetado.
Noviembre se llevó la gripe y acabó con la guerra. Atrás quedó un mundo herido que tardaría en recuperarse.
En 1918, en Trujillo, no hubo aplausos pero sí gratitud y reconocimiento impagable a quienes velaron por su salud, a quienes cuidaron de sus enfermos, seguro que muchos más de los que el arca se encarga de recordarnos:

1918, diciembre 24. Trujillo
Sanidad. Que á los practicantes que prestaron servicios en las estaciones Sanitarias durante la última epidemia de grippe, se les pague a razón de dos pesetas cincuenta céntimos diarios durante el tiempo que prestaron dicho servicio. Según la relación que presenta el Sr. Alcalde, son D. Joaquín Cebrián, D. Manuel Casillas, D. Francisco Delgado y D. Antonio Flores.
Que á el practicante de la beneficencia municipal, D. Obdulio Colina, que prestó el mismo servicio, se le retribuya con sesenta pesetas.

1918, diciembre 31. Trujillo
Beneficencia. Que al practicante de la beneficencia Municipal del Arrabal Huertas de Ánimas D. Bernardo Andrade Fernández, se le den sesenta pesetas por los servicios extraordinarios que prestó en la epidemia de gripe. (...)
Que se haga constar en acta lo satisfecha que está la Corporación de los servicios prestados por los médicos de la Beneficencia Municipal y los libres de esta población, que expontaneamente ofrecieron los suyos desde el primer momento y que todos prestaron, por riguroso turno, en las dos estaciones sanitarias que se tuvieron con motivo de la última epidemia de grippe y que por atentas comunicaciones se les haga saber dándoles las gracias.
Los médicos que prestaron el servicio donde la Beneficencia municipal D. Guillermo Cáceres Miñas, D. Carlos Míguez Barcia, D. José Blázquez Pedraza, D. Nicolás Parejo Benito y D. Teodoro Villanueva Rodríguez.
El Forense D. Filiberto Calvillo León.
El Subdelegado de Medicina D. Julio Laguna Jiménez. Médicos libres D. Vicente Elías Núñez y D. Juan Arroyo Guerrero.
Y que también se den las gracias al médico que no ejerce la profesión, D. Lázaro Rodríguez, el que espontaneamente prestó servicio en varias ocasiones.

(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 1523, tomo II,  fols. 28v. y 30)

20 de abril de 2020

Almuerzo en la Coronada

La ciudad de Trujillo siempre ha sido parte intrínseca del berrocal, en el que pareció crecer y derramarse por sus laderas al sur y al este. Desde la ciudad, como venas que la unían a otros territorios, a otras villas y lugares, los caminos y callejas, las cañadas y veredas se fueron asentando.
Unas y otras llevaban a huertas y viñas, a los Aguijones y Colgadizos de la ciudad[1], a los lugares de su tierra y a otras villas de señorío y realengo. Pero había un camino de un valor y sentido singular que cobraba más razón de ser en el tercer día de la pascua florida. Era un camino que, arrancando de la ciudad, se extendía más allá del berrocal y el Magasca, que parece establecer un límite de identidad de ciudad y berrocal. Era un camino en el que la ciudad cumplía un voto antiguo, un camino que transitaban clérigos, regidores y vecinos. Un camino que se hacía con toda solemnidad pero también en tono festivo.
Ermita de Nuestra Señora de la Coronada
Era en un tiempo de primavera en el que el Magasca aún correría, en el que sus finas pizarras lamidas de aguas y guijarros casi se cubrirían de ranúnculos y junquillos. Pero el destino estaba aún más allá del berrocal. El final de aquella procesión festiva y casi romera -teniendo como guía el altivo pico de Santa Cruz- estaba coronando una simple loma, una loma adornada de encinas centenarias y de hermosas piedras labradas que sobresalían y crecían a medida que vecinos, regidores y clérigos se acercaban.
Siempre se aproximaban por el mismo lugar, dejando a las espaldas la ciudad y la villa encaramada en el berrocal, dejando atrás el collar de agua del Magasca que lo engalanaba, adentrándose en las tierras que querían asomarse al Guadiana. Es posible que cuando comenzaran a ver su destino les recibiera el tañido de la campana que a buen seguro aceleraba el ritmo de pasos y corazones.
Restos del ábside de la ermita de la Coronada
La ciudad llevaba la candela, el gran cirio votivo de varias libras de peso que, adornado de flores, ofrecía a Nuestra Señora de la Coronada. Siempre se ocupó la ciudad de su ermita. Pagó su retablo en 1482, dio limosna frecuente a su santero, pagó de sus rentas las obras que en ella se hicieron entre 1525 y 1529, corrió a cargo de la compra del cirio, hachas y velas llevadas en la procesión y construyó en 1485 una cruz de piedra policromada que marcaba la asomada[2] de la Coronada.
Imagen de Nuestra Señora de la Coronada.
Parroquia de San Martín. Trujillo
La procesión había iniciado su recorrido en la iglesia de Santa María la Mayor, suponemos que bien de mañana, y desde la plaza seguía por el corral de los toros, la calle Nueva, Santi Espíritu y San Lázaro, donde parte de la clerecía esperaría el regreso de la procesión para tener derecho a participar en el reparto de los 200 mrs. que la ciudad pagaba al clero por su asistencia. Clérigos y capellanes, vecinos (uno de cada casa, pedía la clerecía en 1530) y ayuntamiento en pleno se adentraban entonces en un berrocal de canchos redondeados, orlado de escobas floridas, de encinas reverdecidas y de suelos cargados de fragantes, generosos y vivaces pastos. En ese discurrir festivo, pasada la cuaresma y la Semana de Pasión, la procesión lentamente se iba alejando de la ciudad.
Porque el concejo, que cumplía ese voto antiguo con la Virgen, había de concurrir en pleno y lo cierto es que el camino se hacía largo para algunos de los regidores, pese a que el corregidor recordase, a veces de forma rotunda, que la asistencia había de ser de todos:
Que vayan los regidores a la proçesión. Este día se acordó que todos los regidores de esta çibdad que no estuvieren justamente inpedidos vayan a la proçesión, so pena de un ducado para los pobres de la cárçel”. (28/3/1580).
No lo entendió así el doctor Cohorcos, alcalde mayor de Trujillo, un día como hoy, 20 de abril, de 1607, para quien la pena impuesta por no acudir a la fiesta y procesión, aumentada a dos ducados en 1604, le pareció alta pues no siempre el deseo de algunos regidores de acudir a la Coronada era acompañado de las fuerzas físicas para hacer el camino.

1607, abril 20. Trujillo
Para que no se pueda llevar pena a los regidores que falten a la Coronada.
Este día se trató en el acuerdo que se hizo para que los cavalleros regidores desta çiudad fuesen obligados a yr a la proçesión de Nuestra Señora La Coronada con pena de dos ducados a cada uno que no fuesen a la dicha proçesión, y se ha visto por espiriençia que ay muchos ynconvenientes de llevar las dichas penas porque las llevan a cavalleros ynpedidos y que están fuera de esta çiudad en negoçios forçosos y atento que es cosa nueva el dicho auto y no bien reçibido, se acordó que de aquí adelante los cavalleros regidores desta çiudad cunplan con la obligaçión y voto antiguo que tienen fecho en yr a la dicha proçesión y que no se les lleve ni pueda llevar pena alguna a los que no fueren porque se entiende que los que no fueren a la dicha proçesión tienen justo ynpedimento para ello.
Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 66, fol. 335r.

Un esfuerzo importante para quienes llegaban a la ermita acompañando el cirio en una fiesta que no acababa ante la Virgen cuando la ciudad hacía su ofrenda, pues el concejo, generoso siempre en las celebraciones, completaba la recompensa espiritual de cumplir con la Virgen añadiendo una comida generosa de la que darían buena cuenta los trujillanos en el entorno de la Coronada.

1645 mayo 29. Trujillo
Nos la justiçia y regimiento desta muy noble y muy leal çiudad de Truxillo mandamos se le reçiban y paguen en quenta a Pedro Barvero, nuestro mayordomo de propios, en la que diere de los mrs. de su cargo, çiento y treinta y seis reales que parece se gastaron en el almuerço que se dio en la hermita de nuestra Señora de la Coronada el tercero día de Pasqua de Flores del año pasado de seisçientos y quarenta y quatro, adonde asistió la ciudad y fue con la prozesión a llevar el cirio de Nuestra Señora, conforme al parecer del señor don Juan de Solís y Vargas, nuestro regidor comisario y conforme a la carta quenta que va con esta, con ella tomando la razón el señor Juan Calderón Casco, nuestro regidor. Hecha en Trugillo en veinye y nueve de mayo de mil y seisçientos y quarenta y zinco años.
El licenciado Pedro de Laguna (rúbrica)     Don Gonzalo Antonio de Chaves Orellana (rúbrica)
                                                                                                         Juan de Tejada (rúbrica) 

Carta quenta de los mrs. que se an gastado en el almuerço del terçero día de Pasqua de Resureçión en la hermita de la Coronada este año de seisçientos y quarenta y quatro.
Un pernil de toçino, costó veinte reales. .............................................  20 reales
Diez y ocho pares de criadillas a seis quartos, onçe reales ........ 11 reales
Quatro libras de toçino para con las criadillas, çinco reales .......  5 reales
Çinco gallinas, veinte reales ..................................................................... 20 reales
Dos doçenas de choriços, veinte y ocho reales ................................ 28 reales
Tres cabritos, quinçe reales ..................................................................... 15 reales
Un queso, tres reales ....................................................................................  3 reales
Dos reales de açeitunas ...............................................................................  2 reales
Catorçe panes a veinte (ilegible)
Arrova y media de vino blanco y tinto, veinte y quatro reales .... 24 reales
 Monta çiento y treinta y seis reales ....................................................  136 reales
Pedro Barvero

Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 101.5.


[1] En 1558, Trujillo presenta como Aguijones los lugares y alquerías de Marta, Pascual Ibáñez, Aldea del Obispo y Tozo, mientras que bajo la denominación de Colgadizos se nombra a Madroñera, Torrecillas, Aldea Nueva y Centenera.
[2] Asomada: lugar desde el cual se empieza a ver algún sitio

24 de febrero de 2020

Albricias y alegrías

Bernard Van Orley. Retrato adolescente
de Carlos V, Museo del Louvre.
 Fuente

Carlos I de España nació durante un baile, en el palacio Prinsenhof de Gante, el 24 de febrero de 1500, en uno de los más peculiares partos que nos relata la historia. En una letrina, sin ayuda de parteras o comadres, la archiduquesa Juana de Castilla debió comprender pronto que sus dolores de vientre no eran fruto de una mala digestión sino del deseo de su segundo hijo de venir al mundo.
Extraño lugar para nacer de quien habría de convertirse en el monarca de los reinos hispanos y llevar la corona del Sacro Imperio. También fue un 24 de febrero, en 1530, la fecha elegida para que el papa Clemente VII le coronase como emperador en Bolonia, aunque la historia de su elección comenzó once años antes al fallecer su abuelo Maximiliano.
Apenas seis meses bastaron para que los dineros de Carlos asegurasen su elección frente a otros candidatos a ceñirse la corona imperial, noticia que el joven monarca recibió en Barcelona. Los siete grandes electores designaban en Fráncfort el 28 de junio de 1519 a Carlos de Habsburgo como rey de Romanos, soberano del Sacro Imperio Romano Germánico.
Y el mismo día en que se recibía la noticia en la corte, miércoles 6 de junio, tres cartas salían de Barcelona para dar a Trujillo tan buena nueva.
Diego de Cañizares, “repostero de camas” de su alteza, hizo un largo camino para llegar a Trujillo, suponemos que entregando otras con el mismo contenido en otras ciudades de su recorrido. El 28 de julio el corregidor Bernaldo del Nero hacía llamar a sus regidores y les convocaba en las casas del concejo para conocer lo que decía la cédula real. Solo cuatro regidores pudo hallar el pregonero Andrés de Miranda en la ciudad, “que los buscó por mandado del dicho señor corregidor”.
El corregidor del Nero, Luis de Chaves, Juan Pizarro, el licenciado Herrera y Francisco de Gaete, junto a los escribanos del concejo, conocieron entonces lo que el ahora rey y futuro emperador les hacía saber:

    1519, julio 28. Trujillo.

                                                                El Rey
Conçejo, justiçia, regidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales y omes vuenos de la çibdad de Trugillo. Antes del falleçimiento del enperador mi señor, su çesárea magestad, con el grande amor que me tenía, deseó mucho que yo en su vida fuese electo Rey de los Romanos, porque después de su falleçimiento, sin contradiçión oviese el ynperio e ansi habló sobrello a los eletos sin avérselo yo pedido ni suplicado; y el fallesçido, porque otros prínçipes que sabían de la dicha negoçiaçión trabajavan no solo en ser ello elegidos pero en hazer contradiçión para que yo no lo fuese, paresçiéndome que asi por lo que tocava a mi onra como por el vien destos mis reynos e señoríos y paz y sosiego e acreçentamiento dellos y por los ynconvinientes que se pudieran seguir si otro de los que lo proseguían fuera elegido, hera bien acabar lo que su çesárea magestad avía començado y asy enbié en Alemania mis enbaxadores con los quales provey todo lo que me pareçió convenía al bien del negoçio; agora a plazido a Nuestro Señor que sea ya acabado e yo soy elegido al ynperio, lo qual acordé de vos hazer saber por el plazer que sé que resçibireys dello como lo aveys resçibido de todas las otras cosas que en mi acresçentamiento an suçedido por que esta unas de las mayores dellas. De Barçelona a seys de julio de quinientos e diez e nueve años. Yo el Rey. Por mandado del rey, Françisco de los Covos.
Al conçejo, justiçia e regidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos de la çibdad de Trugillo.  
Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 3.1. Fol. 558r.

Leída la carta, se produce entonces un ritual que se repite cada vez que una misiva real llegaba a la ciudad, situándola sobre sus cabezas y besándola. Era tiempo de hacer partícipes a los trujillanos de la buena noticia y que la ciudad mostrase su alegría:
“...mandaron repicar las canpanas de todas las yglesias de la dicha çibdad e mandaron linpiar las calles e çesar los ofiçios de los ofiçiales e mandaron que a la noche se hagan e pongan muchas candelas por las calles e puertas e ventanas para prinçipio de las dichas alegrías e comunicaron e hablaron que se hagan proçesyones e otras muchas alegrías que dixeron que harían quando ovieren oportunidad e aparejo”[1].
Oportunidad y aparejo, pero sobre todo dinero, porque tales alegrías, como tantas veces, se harían a costa de las arcas del concejo. Y lo primero sería “pagar” por la noticia, ya que en las  otras dos cartas que salieron de Barcelona el 6 de julio, y que portaba Diego de Cañizares, se hacía saber quién debía ser el destinatario de las “albricias”, ese regalo que, nos dice el diccionario, se da -pidiéndose o no- por alguna buena nueva a quien trae la primera noticia de ella.  
Ninguna de esas cartas las mandaba el monarca. La primera venía firmada por Charles de Poupet, camarero primero del rey y señor de La Chaulx, haciendo saber a la ciudad, “como a una de las más nobles e leales e que más se a de alegrar”, el encargo del monarca de que él remitiera mensajero con la misiva real y poniéndose a su disposición “con todo el serviçio que yo pueda e ansí lo conosçerán quando en esta corte algo me quisieren mandar”.  Porque es al señor de La Chaulx a quien su majestad había hecho merced de tales albricias, según informaba en la tercera carta el marqués de Aguilar y conde de Castañeda al corregidor del Nero, pidiendo a éste, “como vuestro amigo... trabajeys con esas villas porque lo hagan muy bien”, teniendo por seguro que la generosidad de Trujillo con el señor de La Chaulx podría ser útil a la ciudad, ya que era “persona que lo sabe a bien pagar, pues tiene logar para ello e condiçión”.
Coronación de Carlos V como
Rey de Romanos en Aquisgrán. 1520
No sabemos si al señor de La Chaulx le parecieron bastantes los 30 ducados de oro que los regidores trujillanos le dieron de albricias, pero fue tanto como costaron cuatro de los diez toros que se corrieron en las celebraciones por el rey Carlos.
Y no fueron solo toros. Alonso Gallego, pintor, vino de Almaraz a pintar los escudos con las armas reales que luego Ventura González asentó en el pendón de la ciudad, se limpió de piedras la plaza y uno de los escribanos, Juan de Caramaño, recibió el encargo de buscar los músicos para la fiesta (en Béjar, “Toledo e a Guadalajara e a Medinaçeli, donde quiera que los fallare”) además de informarse “de lo que se a hecho en las dichas fiestas en la çibdad de Toledo y las albriçias que dieron y sy el corregidor e regidores e otras personas del cabildo tomaron libreas a costa de la çibdad”, porque las alegras﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽as alegrara la fiesta, ademaraz a pintar los escudos con las armas reales que luegoGaetee julio el corregidor Bernaldoías habrían de coincidir con la celebración más importante de la ciudad, Nuestra Señora de agosto.
Cuatro trompetas, dos atabales y cuatro ministriles, pagados por la ciudad, hicieron especial ese quince de agosto, aunque las actas nos hablan también de unas fiestas y procesión diferente a las de otros años:

1519, agosto, 8. Trujillo
Fiesta de negros.
Este día mandaron los dichos señores que porque la fiesta del día de Nuestra Señora de agosto sea más reguzijada por la eleçión del rey nuestro señor del ynperio, que mandavan e mandaron que todos los negros y negras desta çibdad vayan dançando en la proçesión, so pena de cada dozientos mrs. a cada uno a su amo que no los enbiare.
Fiesta.
Otrosy que los conçejos del Erguijuela y La Çarça y Garçiaz y Santa Cruz y El Puerto y Yvafernando y La Cunbre enbíen para el dicho día de Santa Marí﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽aricho drça y Garçiaz y Santa Cruz y El Puerto y Yvafernando y La Cunbre enboçesinpien todas las fuentes rs e otros ofía todos los moços e moças bien adereçados con los tanbores y gaytas y panderos y sonajas las moças para que vayan en la proçesión dançando y reguzijando la fiesta, so pena de cada çinco mil mrs. a cada conçejo que no lo cunpliere y que luego lo irán a esecutar.
Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 13.1. Fols. 241v-242r.




[1] “Ayuntamiento para quando vino la çédula de su alteza sobre la heleçión de enperador”. AMT. Leg. 13.1, fol. 235v.