29 de julio de 2021

Funerales de emperatriz

    Cuentan que su esposo, el emperador  Carlos, mandó que el maestro Tiziano suavizara en su retrato la nariz aguileña que adornaba su rostro de “ojos grandes” y “boca pequeña”. “Honesta, callada, grave, devota, discreta y no entrometida”, “mansa y retraída más de lo que era menester” dice el cronista Alonso de Santa Cruz, para quien el emperador Carlos encontró en Isabel, su hermosa prima portuguesa,  la mejor “mujer a su condición”. 
Tiziano. Emperatriz Isabel de Portugal.
1548. Museo del Prado
    Llegó a Castilla con una rica dote por la frontera con Badajoz, a donde acudieron a despedirla sus hermanos Luis y Hernando y a recibirla el duque de Calabria, el arzobispo de Toledo, los duques de Béjar y Medina-Sidonia y otros muchos.
    El 7 de febrero de 1526, Isabel, la hija de Manuel de Portugal, el rey Afortunado, y María de Aragón, llegaba a tierras castellanas emperatriz y reina tras la boda por poderes ya realizada con su primo Carlos. Y desde Badajoz, donde hubo grandes celebraciones y agasajos, su camino seguiría hacia Sevilla, también recibida con fiestas a su entrada el 3 de marzo. Aunque es posible que a su llegada a tierras extremeñas aún no estuviera cerrado el lugar donde habría de desposarse con el emperador.
    Poco antes, el 26 de enero, desde Toledo, una carta real anunciaba a Trujillo el posible paso de Isabel por la ciudad, ordenando que “si por esa çibdad pasare la enperatriz y reyna, mi muy cara e muy amada mujer”, la ciudad le dispensase un recibimiento real  “y palio, como en todo lo demás lo que haríades a mi persona real si fuese a ella”.
    Apenas cinco días antes, el concejo trujillano ya había decidido iniciar los preparativos por si tal hecho se produjese, procurando información de la corte y ordenando que “un mercader o dos trayan a esta çibdad sedas o brocados o plata o lo que fuere menester”.
    El 3 de febrero, mientras Isabel se acercaba a la frontera española, Trujillo se preparaba por si hubiera de recibirla y no caer en falta ante el emperador. Un palio para cubrirla y ropas para el corregidor y su alcalde, para los regidores que acudieran al recibimiento, para los escribanos y el mayordomo.
    El mercader Luis de Camargo hubo de marchar para realizar las compras que, con el consejo de don Diego de Vargas Carvajal, permitieran traer a Trujillo el “brocado o tela de oro” para el palio, las sedas para las ropas de justicia y regidores  y el paño o seda con el que se vestirían mayordomo y escribanos, decidiendo ambos, Vargas y Camargo, los colores y calidades de las telas.
     Pero Isabel marchaba a Sevilla y no pasaría por Trujillo, aunque las compras y preparativos de la ciudad permitieron un recibimiento digno de la persona del novio, quien, tras firmar y celebrar las paces con el rey francés, se dirigía a Andalucía para celebrar en Sevilla sus esponsales.
    Trujillo convocó, el 21 de febrero, a todos los que habrían de recibir al emperador Carlos

“Este día, los dichos señores acordaron e mandaron que para el reçebimiento de Su Magestad que viene por esta çibdad se enbíe a llamar todos los cavalleros e hidalgos e escuderos que biven en las aldeas e términos desta çibdad e a don Rodrigo de Orellana e Pedro Suárez para que todos salgan a cavallo o a mula lo mejor adereçados que puedan”.

    Se ordenó el acopio de los mantenimientos que habrían de constituir el presente para la comida y estancia del emperador

“...tres dozenas de capones e doze cabritos, çinquenta pares de perdizes, tres cargas de vino tinto de la tierra e una de blanco y tres cahizes de çevada...”

    Escaso presente, a juicio de la ciudad, pero acorde al tiempo de cuaresma en que estaban, aunque finalmente se aumentaron a cuatro las docenas de capones, se añadieron tres cargas más de vino y se prepararon doce carneros “por si fuera menester”. Y por supuesto, toros. Seis, “grandes, viejos e bravos”.
    Los regidores y la justicia hubieron de encargarse de sus ropas, “de terçiopelo y enforradas en raso negro e sayones de raso e gorras e guantes”, para lo que recibieron 60 ducados cada uno.
    El palio previsto para Isabel estuvo listo para recibir a Carlos. Fue comprado al caballerizo real Adrien de Croÿ, Conde de Roeulx, por 60.000 mrs. y compuesto con las telas de oro y plata traídas por el mercader Camargo y el trabajo de los bordadores que hicieron el escudo,

“...e que el dicho palio quede para la çibdad e se ponga en una caxa de madera e se meta en el arca de la çibdad”.

    El arca que guardó el palio conserva el relato que el escribano Juan Rodríguez Caramaño hizo de aquella jornada en la que Trujillo recibió al emperador. 
    Aposentado en las casas de morada de Nuño García de Chaves “el viejo”, en la plaza, aquellas que heredara de sus abuelos Luis de Chaves y María de Sotomayor, el emperador marchó el 2 de marzo con gran prisa a Sevilla “donde se había de casar con la enperatriz, que ya así se deçía por estar ya desposada con Su Magestad, hija del rey de Portugal”.
Ante un Carlos viajero, Isabel aprendió pronto a sustituir a su esposo en las tareas de gobierno. Las cartas reales que llegaban a Trujillo venían con frecuencia firmadas por ella, la emperatriz, a la que Trujillo no pudo recibir como tal pero de la que sí se despidió con los mayores honores.
    En 1539, en Toledo, cuando comenzaba mayo, con 38 años, moría Isabel, la reina portuguesa que según algunos historiadores “castellanizó” al flamenco Carlos. Y Trujillo, ocho días después, se juntaba para organizar sus exequias, “para que las onras se hagan e los séquitos se hagan conforme a la calidad de la çibdad, para que en ella aya el sentimiento que la razón requiere...”.
    El licenciado Miguel López de Montoya llevaba poco más de veinte días como juez de residencia (y por tanto corregidor) en la ciudad el 8 de mayo de 1539 y ante una decisión que suponía un gasto extraordinario, recurrió a los regidores presentes en el consistorio para “que le den ynformaçión de cómo en semejantes caso se suele hazer e sy no, que él lo mandará proveer”. 
    Dos de los regidores, Alonso y Álvaro de Loaisa, ya vivieron otras exequias reales, las de don Fernando, el rey Católico, y recordaban lo que Trujillo hizo y gastó en aquellos momentos: se dieron lutos a la justicia y regidores, a los escribanos del ayuntamiento y al mayordomo. Ahora incluso se discute si el portero del ayuntamiento habría de recibir también ropas de luto, decidiendo el licenciado Montoya ante las diferencias entre unos y otros regidores:

“...El señor corregidor dixo que por razón que el portero a de llamar en estas obsequias de su magestad y entender como tal portero en las cosas que se suele mandar, que manda que se le de ocho varas de paño diez e ochen para una loba e capirote...”

    Telas para los trajes de luto, hachas de cera que habría de comprar el mayordomo, el tablado donde colocar el túmulo, que haría el carpintero Juan Solano, los paños de luto que adornarían la iglesia y que prestó el mercader Luis de Camargo, incluso un estandarte que se sacó en las honras fúnebres y que después fue entregado a las dominicas del monasterio de Santa Isabel, “...porque tenga cargo de rogar a Dios por el ánima de la dicha señora enperatriz...”. Todo estuvo listo para unos funerales dignos de Isabel, dignos de una emperatriz, tal y como había acordado el concejo de Trujillo. 


1539, mayo 8. Trujillo

Primeramente diputaron a los señores Juan de Chaves e a Bernaldino de Tapia para que asystan con el dicho señor corregidor juez suso dicho para ordenar e poner en efeto las cosas siguientes, las quales la dicha çibdad les comete segund fue platicado e acordado e les pareçiere.
Lo primero, que se hable con el señor vicario e clerezía e con los prelados de los monesterios para que vengan a hazer las obsequias a la yglesia mayor, cada uno con su cruz e ornamentos. e que digan su ofiçio por sy y salgan con su reponso sobre la tunba.
Lo segundo, que se manden hazer las hachas e velas neçesarias y teñirse negras.
Yten, que se hagan los escudos, el número e de tamaño que a los dichos señores pareçiere, y una corona ynperial.
Yten se ha de hazer un catafalgo de gradas en la dicha iglesia mayor desta çibdad con su tunba. 
Yten, que se tomen lutos para cobrir el dicho catafalgo e tunba e toldar las paredes.
Yten, que se conpre luto de paño negro veynteno para la justiçia e regidores e escrivanos del ayuntamiento e mayordomo de la çibdad segund costunbre e que a cada uno se le den ocho varas para loba e capirote e sy por caso los xastres dixeren que no ay en ocho varas harto, que se comete a los dichos la demasya que fuere menester.

(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 22.1, fols. CXLIIv.- CXLIIIr.)

Pompeo Leoni. Cenotafio de Carlos V y familia. San Lorenzo de El Escorial.