7 de enero de 2014

Las visitas de los Reyes


  Han sido éstos tiempos de cartas y misivas a Reyes, tiempos de alegría, ilusión y buenas nuevas. En 1704, una escueta nota señalando la visita de un rey nos habla sin embargo de trabajos, desazón y quebranto.
  El libro de actas del concejo de 1704 comienza indicando brevemente el paso de Felipe V por la ciudad:
"Tránsito del Rey nuestro señor por esta ciudad el domingo 6 de julio de 1704. Detúbose hasta el lunes en cuyo día le besó la ciudad su real mano".
  Un paso rápido que sin embargo supuso para la ciudad un enorme coste porque su llegada se hizo esperar.
  En enero de ese año Felipe V comunicaba a la ciudad, desde Madrid, su intención de "salir a campaña para que mis vasallos españoles tengan consuelo en lo que les atiendo". Y esas campañas se acercaban a Trujillo ya que en un horizonte cercano, la guerra con Portugal, apoyo del candidato austriaco al trono español, se veía como segura.
  En febrero, el corregidor hacía saber a la ciudad que por noticias que había recibido del entorno del rey, éste estaba próximo a pasar por la ciudad e incluso "hazer mansión y poner su corte en ella por algún tiempo". Y aunque no era oficial y la noticia no había llegado desde ningún ministro, Trujillo se apresta a tener todo dispuesto para tan alto honor. Alojamientos, bastimentos, reparación de calles y caminos, dinero en suma que no se tiene pero que ha de estar previsto. Podrían hacerse repartimientos entre villas y lugares del Partido, si el Consejo de Castilla lo permitiese. Habrán de disponerse los caballeros regidores a trabajar duro para que resulte un éxito la esperada visita.
  En marzo aún no se ha decidido el recorrido del rey por estas tierras. Y Trujillo espera y prepara. Procura informarse, manda emisarios que recaben noticias e intercedan porque Trujillo sea el destino del monarca.
  Y por fin el día 14 de marzo llega la ansiada noticia. El rey llegará a Jaraicejo dos días después y desde esa villa se anuncia que pasará por la ciudad. Se pide paja y cebada y una larga lista de provisiones para enviar a Jaraicejo y la ciudad se queja de su escasez, de la gran cantidad de tropas a las que ha debido de suministrar tales productos. Pero todo sea por ver llegar al rey a Trujillo. Y se reparte el trabajo y se aprestan a sacar de donde no hay.
  Pero el rey no viene. Acabará en Plasencia desde donde declara la guerra a Portugal y dirige la campaña.
  Será de vuelta a casa, a la corte de Madrid, cuando Felipe V pise las calles trujillanas. Viene de Cáceres y, tras comer en la venta de la Matilla, llegará a Trujillo el domingo 6 de julio, para seguir su camino al día siguiente.
  Será también ocasión de poner en marcha lo ya previsto en marzo. El reparto del trabajo se hizo entonces, y ahora, tras pedir prestados los dineros para los importantes gastos que se avecinan, todos contribuyen a tan importante acontecimiento.


1704, julio 4. Trujillo

La ciudad dijo que por quanto se halla con fixa notizia de que el Rey nuestro señor (que Dios guarde), de retirada de campaña a su corte, a de hazer tránsito por esta ciudad el día seis de este mes, acordó se hagan todas las prevenziones nezesarias de vastimentos con la mayor abundanzia que se pudieren lograr y las demás disposiziones para el rezibimiento de Su Magestad con la mayor dezenzia que la cortedad del tiempo lo permitiere, así en arcos triunfales, fuegos y luminarias y corrida de toros, si Su Magestad los permitiere. Y respecto de que antezedentemente, en la ocasión que se tubo entendido biniese de tránsito Su Magestad, se repartió el cuidado de estas prevenziones a los cavalleros rexidores, le tendrán cada uno de prevenir y disponer lo que toca, así en la abundanzia de bastimentos como en las demás cosas precisas para el más dezente festejo y rezibimiento de Su Magestad e que son en esta forma: para lo tocante a las casas del hospedaxe de Su Magestada, los señores don Françisco de Mendoza Sotomayor, marqués de San Miguel, y don Pedro de Chaves  Mesía. Para mandar hazer todo jénero de platos dulzes y prebenir las demás viandas para la real casa, al señor don Pedro de Cárdenas Portocarrero; para el aloxamiento de la real comitiba, los señores don Antonio de Orellana y Tapia y don García Antonio de Alarcón y don Antonio Risel, comisarios de guerra. Para la probisión de niebe y pan masado, a los señores don Antonio de Orellana y don Diego Quílez de Castro, abogado de los Reales Consejos, y don García de Alarcón. Para la prebención de arcos, al señor don Juan Pizarro; para la probisión de todo jénero de bastimentos, al dicho señor don Diego Quílez de Castro. Para la limpieza y adorno de las calles entrada y salida de la ciudad, al señor don Nicolás Antonio de Orozco. Para el allano y composición de los dos caminos, de Cázeres a esta ciudad al señor don Mathías de Orozco Carrasco y de ella a la villa de Jaraizejo al señor don Juan Diego Zervantes, todos capitulares de esta ciudad que están presentes. Y respecto de serlo así mismo los señores don Juan Antonio de Obiedo, del Consejo de Hazienda de Su Magestad, en cuya comitiba a tenido a esta ciudad, y don Fernando Joseph de Orellana Piçarro y Barrantes, que se halla enfermo, se les partizipe esta resolución para que concurran (como se espera) a quanto conduzca al mejor logro de lo acordado y resuelto por la ciudad. Así mismo se despachen expresos sin la menor dilazión a algunas de las villas y lugares de su partido para que se conduzcan a esta ciudad todos los mantenimientos por el dicho señor don Diego Quílez de Castro, a quien está cometido. Y se traiga del pozo de la niebe que tiene esta ciudad toda la nezesaria para que no aiga falta, demás de la que está mandada traer y remitir a la villa de Cázeres para el tránsito de Su Magestad en aquella villa. Y respecto de que Su Magestad a de comer al mediodía del domingo seis del corriente que a de entrar en esta ciudad en la venta de la Matilla, que está en su término, se remitan a ella la niebe y demás jéneros de bastimentos en abundancia, de que quiden los señores don García Antonio de Alarcón y don Diego Quílez de Castro, graciosamente y en la misma forma se dé la paxa y zebada nezesaria para la cavalleriça de Su Magestad, sus guardias y reximientos.

(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 235. Fols. 95v.-97r.)

Hyacinthe Rigaud. "Felipe V". 1701. Palacio de Versalles