14 de febrero de 2021

El incendio de San Pedro

     Cuando se lleva a cabo el Interrogatorio elaborado por el Regente y Ministros de la recién creada Real Audiencia de Extremadura, visita el Partido de Trujillo el alcalde del crimen de esa misma Real Audiencia, don Pedro Bernardo de Sanchoyerto y Achúcarro. Por él sabemos que en la ciudad de Trujillo existían en  febrero de 1791 cuatro monasterios de religiosos (el de los dominicos, los franciscanos, los padres alcantarinos y los de la Merced Calzada)  y que otros seis conventos acogían entre sus muros a 70 religiosas que dedicaban su vida a la oración.  Sólo uno de ellos exigía para entrar “qualidad notoria”, el de San Francisco el Real de la Puerta de Coria, en esos momentos con tan solo cinco religiosas, a pesar de ser el que exigía una dote más modesta para profesar, 500 ducados. El único que admitía “educandas” era el de la “Concepción Franzisca” (Santa Clara, con 18 religiosas en ese momento) y, mientras que algunos de ellos “tienen hacienda”, de otro nos cuenta que “se mantienen solo de limosna” (el convento de San Antonio, también con 18 religiosas).
     El arca conserva mil y una historias de todos ellos, de su interés por asentarse en la ciudad, de sus preocupaciones para conseguir casa y recogimiento, de sus necesidades y ofrecimiento de oraciones...
     De los primeros de los que nos habla el arca son de los conventos que se crearon en la “villa”, de los muros adentro de la muralla. El más antiguo es el de San Francisco el Real, junto a la puerta de Coria, al que ya Juan II concede mercedes en las alcabalas de los ganados de Trujillo allá por 1454 y al que se sumará años después el beaterio de Santa María que luego seguirá la regla de San Jerónimo. A ellos concede el concejo frecuente limosna por los años 80 del siglo XV 

“Mandaron librar a las freylas de la puerta de Coria en limosna para fazer la capilla de su yglesia que se les quiere caer, tres mil mrs” (8/7/1485) 
“Libraron a los monesterios de las beatas e freylas de Santa María e de la puerta de Coria, a cada monesterio tres mil mrs. en limosna para ayuda a sus mantenimientos” (23/12/1485)
“Los benefiçiados de Santa María piden que les ayuden para reparar la yglesia de San Pedro con su portal y altar. Que mandarán fazer el altar” (19/3/1498)
“Gonçalo Ferrandez Regodón el moço pide por merçed que manden librar o pagar el altar que mandaron hazer para la yglesia de Sant Pedro. Que aviendo algunas penas lo pagarán“ (23/11/1498)
“Las beatas de Sant Pedro piden les manden librar e pagar quatro mil mrs. que los señores corregidor e regidores les prometieron e mandaron librar en las penas de los montes porque tienen la casa cayda e ge los mandaron dar para la hazer. Acordaron que en aviendo de qué, gelos mandarán librar” (5/4/1499)
“Las beatas de Sant Pedro piden por merçed les manden dar el libramiento de los mrs. que se les mandaron para la obra de la casa. Que lo verán” (23/6/1499)

Escudo de Trujillo. Convento de San Pedro

    Cuando ya el siglo XV termina, otros dos nuevos conventos surgen en el “arrabal”, fuera de los  muros. Las dominicas de Santa Isabel llegarán a la ciudad bajo el amparo del monasterio de la Encarnación, de su misma orden, ocupando la antigua sinagoga ya sin uso tras la expulsión de los judíos. Por último, entre las calles Garciaz y Domingo Ramos el arca nos habla de un beaterio, el de San Pedro, ya constituido en convento en 1498. A todos ellos atiende el concejo cuando las existencias del arca de los dineros lo permite

“Este día acordaron que se de en limosna a las beatas de Santa María mil mrs. e a las freylas mil mrs. e a las beatas de Sant Pedro mil mrs. e a las monjas de Santa Ysabel quinientos mrs. para su mantenimiento desta quaresma e porque tengan cargo de rogar a Dios por las vidas e reales estados del rey e de la reyna nuestros señores e del prínçipe nuestro señor” (1/3/1499)

    En ocasiones, los pagos de las limosnas se demoran y una y otra vez los conventos recuerdan al concejo su necesidad de ayuda, no solo para el mantenimiento de las religiosas sino para la construcción o reparación de su convento.
     Aunque a veces tarde, lo cierto es que el concejo es generoso con las religiosas y cada cuaresma les ofrece ayuda para el pescado y se acuerda de ellas cuando el grano escasea y es caro o cuando ha de repartir la carne de los toros con los que se habían celebrado las fiestas. También lo será cuando la desgracia les visite y acudan ante el concejo a pedir su auxilio. En esos momentos, la entonces saneada hacienda concejil permitirá a Trujillo acudir en su ayuda con sumas importantes, viendo cómo el escudo de la ciudad deja constancia en piedra de su patrocinio y financiación.
     Hoy, sobre la puerta del convento de San Pedro está el escudo de la ciudad, la Virgen entre dos torres, y el arca nos muestra la razón de esa presencia. 
    El día 12 de septiembre de 1524 el concejo está reunido. El escribano del concejo, Luis de Góngora, toma nota de los temas tratados por los regidores, de las licencias concedidas y de los acuerdos adoptados, debiendo incluir todo ello en el Libro de Actas del concejo. Y sin embargo no anota en él parte de lo que ese día sucedió y de lo que luego él mismo dará fe “en testimonio de verdad”. 
    Ese día, ante el ayuntamiento reunido, Luis de Góngora nos cuenta cómo por él mismo fue leída una petición del convento y monjas de San Pedro, un escrito que conocemos a través del gran arca que atesora en Simancas los documentos de la Corona

“Magníficos señores

El abadesa, freilas e convento del monesterio de señor San Pedro desta noble çibdad de Trugillo besamos las manos de vuestras merçedes, la qual bien sabe y es notorio la gran desdicha que en el dicho monesterio nos acaesçió la bíspera de Nuestra Señora de setienbre deste mes presente, en la noche se nos quemó la yglesia donde el culto divino se çelebrava e el dormitorio e mucho de lo que en la dicha casa e monesterio teníamos. Ansí mismo señores saben la pobreza del dicho monesterio que es tanta que aún para comer no tenemos quanto más para reedificar la yglesia y reparar adonde podamos syquiera medianamente pasar e retraernos para no desanparar la casa, para lo qual tenemos nesçesidad al presente syquiera de çien mil mrs. A vuestras merçedes suplicamos nos hagan merçed de nos hazer limosna dellos de los propios desta çibdad porque con esto al presente se podría reparar la dicha yglesia e dormitorio y en hazerlo nos harán señalada merçed e limosna...” .

    Han perdido su iglesia y gran parte de su convento y, sin rentas, solo el amparo de la ciudad podría remediar su situación. Por supuesto que la noticia era ya conocida por los regidores; toda la ciudad debió sentir tal pérdida y seguro que muchos trujillanos ya habían acudido en su auxilio. Al concejo le constaba “la mucha pobreza que el dicho monesterio e religiosas tienen”, que si no se les hiciese limosna no tendrían con qué iniciar la reconstrucción de lo perdido, considerando que lo solicitado por el convento era incluso una cantidad escasa para tal empresa por lo que proponían ayudar con otra cantidad similar a lo pedido, pagada en los tres o cuatro años siguientes. Pero para disponer de sumas importantes de las rentas del concejo para tales fines era necesario contar con licencia y consentimiento real y a ello animan al convento.
    Con diligencia y rapidez, la abadesa y monjas de San Pedro dirigen su petición al emperador Carlos, repitiendo la solicitud hecha a Trujillo: 

“...la dicha casa es muy pobre y avrá quinze o veinte días que se quemó la yglesia e coro e dormitorio y luego recurrymos al regymiento que nos ayudasen e hiziesen limosna con hasta çien mil mrs. para començar a hazer algún retraymiento donde las religiosas pudiesen estar en tanto que nuestro señor proveya para que la yglesia se edificase...”

    Hacen saber que la ciudad “tienen voluntad de nos ayudar” y que “la çibdad tiene grandes propios” de los que pagar tal ayuda para reedificar lo destruido, “porque si desta manera la casa no se reedifica del todo se despoblaría”.
     Desconocemos por qué el escribano Luis de Góngora no incluyó en el acta de la sesión la petición de San Pedro, pero el arca sí conserva la rápida decisión de la Corona. Carlos V concedía licencia al concejo de Trujillo, mediante cédula dada en Valladolid el 22 de septiembre de 1524, para que de sus propios pudiese dar de limosna al monasterio de San Pedro 100.000 mrs. en dos años para su reconstrucción.
   Tres años después, otro escribano del concejo, Juan Rodríguez Caramaño, volvía a leer ante el concejo una nueva petición de la abadesa y monjas de San Pedro, que de nuevo no recogería en el acta de la sesión de aquel día, 9 de diciembre de 1527; 

“Maníficos señores

El abadesa, freylas y convento del monesterio de San Pedro desta çibdad de Trugillo, besa las manos de vuestra merçed y dizen que ya les consta cómo la yglesia del dicho monesterio se nos quemó y la tenemos levantada de çimientos y el dicho monesterio es povre e no tiene con qué puedan proseguir ni acabar y las limosnas que nos an hecho y hazen las gentes son flacas, que no bastan, y pues esta çibdad, lo dé Dios, es rica de propios, suplicamos a vuestra merçed por serviçio de Dios nos hagan limosna que de los propios de la dicha çibdad nos den dozientas mil mrs. para ayuda acabar la dicha yglesia porque no tenemos donde nos digan misa e se çelebre el culto divino, que demás de hazer serviçio a Dios, al dicho monesterio e a nosotras, harán gran bien e limosna e merçed...” 

    Como en 1524, el concejo, presidido ese día por el doctor Gaspar de Berlanga, juez de residencia, entendió la necesidad de San Pedro y, aunque “de presente tiene muchas neçesidades de conplir e no tiene posibilidad para todo”, se mostraron prestos a ayudar con 200 ducados si su abadesa, Leonor de Orellana, conseguía licencia real para tal gasto y siempre que el convento diera razón a la justicia y regidores de “cómo e en qué se a gastado” la limosna ya pagada entonces y que la nueva ayuda fuera igualmente destinada a la obra de la iglesia, rindiendo cuentas ante la justicia y dos regidores elegidos por el concejo, “para que se gaste en la dicha obra e no en otra cosa”. 
     El camino a seguir era el mismo que en 1524 y la abadesa y monjas del convento de San Pedro obtuvieron la misma respuesta de la Corona, respuesta que permitió a la abadesa Leonor de Orellana presentar ante el concejo trujillano, el 11 de febrero de 1528, la cédula real que daba licencia a la ciudad para contribuir con 200 ducados de oro a levantar la iglesia en la que hoy las armas de Trujillo recuerdan al entrar, y en la clave de su bóveda, que fueron las rentas de la ciudad las que volvieron a elevar sus muros tras ser destruidos por las llamas.


1528, enero 24. Burgos

Liçençia a San Pedro de dozientos ducados para la obra della

El Rey

Por quanto por parte de vos el abadesa, monjas e convento del monesterio de San Pedro de la çibdad de Trugillo me es hecha relaçión que puede aver dos años poco más o menos que se os quemó el dicho monesterio y que con la ayuda e limosnas de las buenas jentes lo aveys començado a edificar y aveys levantado los çimientos del y que para lo acabar de hazer pedistes al conçejo, justiçia e regidores de la dicha çibdad, os respondieron que ellos no tenían liçençia e facultad nuestra para hazer ninguna limosna de la dicha çibdad pero que dándola yo os ayudarían con dozientos ducados de los propios della pagados en dos años por los terçios dellos, con tanto que aquellos se gastasen y distribuyesen en la obra del dicho monesterio a vista e pareçer de la justiçia e dos regidores de la dicha çibdad nonbrados e diputados por ella para ello, que ellos sean obligados a tomar e tome en quenta de lo en qué se gastaren los dichos dozientos ducados según todo lo podíamos mandar ver por un testimonio signado de escrivano público de que ante algunos de los del nuestro consejo se hizo presentaçión e me suplicastes e pedistes por merçed os hiziese merçed de les mandar dar la dicha liçençia o como la nuestra merçed fuese. Yo acatando lo suso dicho y porque el dicho testimonio que ansí ante mi presentastes pareçía lo suso dicho ser ansí, por ser para obra pía de que Nuestro señor será servido, por la presente doy liçençia e facultad al conçejo, justiçia e regimiento de la dicha çibdad de Trugillo para que de los propios e rentas della puedan dar e den a vos la dicha abadesa e monjas e convento del dicho monesterio de San Pedro por una vez si quisieren los dichos dozientos ducados de oro pagados en dos años por los terçios dellos con tanto que los dichos dozientos ducados se gasten e distribuyan en la obra del dicho monesterio a vista e pareçer de la justiçia de la dicha çibdad y de dos regidores della que para ello por ella fueren diputados e que vosotros seays obligados a le dar e deys quenta e razón de cómo e de qué manera se gastaron como en los dichos testimonios se contiene que dándolos y pagándolos desta manera y con las condiçiones sobredichas, por esta mi carta mando a qualquier persona o personas que ovieren de tomar las quentas de los propios que se os reçiban e pasen en quenta. Hecha en Burgos, veynte y quatro de henero de quinientos e veynte y ocho años. Yo el rey. Por mandado de Su Magestad, Françisco de los Covos.

(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 4, carpeta 4, fol. 128v.)

Escudo de Trujillo. Convento de San Pedro