Acompañando a la guerra
y la enfermedad,
como plaga bíblica, los campos trujillanos se cubrieron de langosta en 1580.
Nada nuevo en esta tierra en la que ese “animalejo infecto”, “plaga y açote de
Dios por los pecados de los hombres” (como lo define Sebastián de Covarrubias)
parece ser una constante a lo largo de siglos. No hay acta del concejo que no
preste atención a su presencia, que no contenga las medidas que de una u otra
índole se aplican en su extinción, que no intente remediar los daños causados
en la tierra trujillana. Y ello se acentúa cuando el calor aprieta, cuando la
lluvia escasea y la cosecha se presume corta. La langosta acaba con “los panes
e yerbas de las dehesas y las viñas y legunbres” y Trujillo ha de buscar fuera
el trigo que aquí escasea.
Agustín Salido y Estrada. La Langosta. 1874. Biblioteca Digital Hispánica |
Los años
anteriores fueron también años de “lagostas” o “lagostos” (como así se mencionan
en las fuentes) y 1580 no iba a ser menos. Porque la simiente estaba ahí, en
los campos de la comarca, dispuesta a eclosionar y saciar su voraz apetito. De
nada había servido el clérigo que desde La Roca de la Sierra (entonces El
Zángano), tierra de Cáceres, había acudido en 1579 a Trujillo para “santiguar”
la langosta. La plaga estaba de nuevo dispuesta a actuar. Como una rueda
constante, en un constante repetir, el regimiento trujillano pondrá en marcha,
el “año del gran catarro”, las medidas que una y otra vez ya habían tomado
otros años. Al llegar la primavera la simiente está dispuesta y es buen momento
para actuar. Es necesario dar muerte a la langosta e implorar la ayuda divina
en tan importante asunto.
En abril de 1580,
cuando Trujillo apresta hombres y busca armas para la jornada de Portugal, el
concejo toma las primeras medidas del año contra la langosta.
1580, abril 15. Trujillo.
Que salgan a matar lagostos. Este día
se trató de la mucha cantidad que ay de lagostos en el término desta çibdad y
se entiende el peligro e daño que suelen hazer en los panes que los destruyen y
conviene con mucha brevedad se procure el remedio para los matar y para ello se
acordó que se pregone que todos los veçinos de esta çibdad e su tierra den una
persona que salga un día a matar los dichos langostos y lleven sávanas y otros
adereços para los matar y que con la gente que saliese cada día salga un
regidor deste ayuntamiento por su antigüedad y salgan a las partes que más
neçesario sea y que el veçino que no saliere o diere persona, que a su costa se
pueda proveher un honbre que vaya a lo suso dicho y que el primero día salgan
los señores Juan de Herrera y Garçia Rodríguez y por su antigüedad los demás
regidores y que los regidores que salieren por su çédula lleven a dos o tres
arrovas de vino para la gente.
Misas por los lagostos. Este
día se cometió al señor Melchor Gonçález que haga dezir nueve misas en San
Françisco y otras nueve misas en nuestra señora de la Encarnaçión al bendito
San Gregorio Nazanzeno por que nuestro Señor se sirva de quitar esta plaga de
los lagostos.
(Archivo Municipal de Trujillo.
Legajo 43, fol. 332v.)
No ha terminado el mes de
abril y de nuevo el concejo debe actuar por “la muchedumbre que ay de los
lagostos en esta tierra y el mucho daño que harán”. No una, sino dos personas
por cada vecino, serán las que habrán de acudir para atajar la plaga y medio
real será lo que pague el concejo por cada celemín de langostas que se presente
ante ellos. También, como otros años, se abren las tierras de la ciudad y su
término a los puercos “para que coman los dichos lagostos”. Y, aunque su labor el año
anterior no pareció ser muy efectiva, vuelve a reclamarse la presencia del
clérigo que, a lomos de una mula, recorrerá los campos con sus exorcismos.
1580, mayo 9. Trujillo.
Exorzismos de lagostos.
Este día se trató de cómo el señor Garçi Ramiro enbió por un clérigo del lugar
del Zángano para que hiziese exorzismos contra los lagostos y de cómo el dicho
clérigo está aquí. Cometiose a los señores Garçi Ramiro e Melchor Gonçález que
traten con el dicho clérigo lo que sea bien que esta çibdad le de por su
trabajo y conçertaron que se le den treynta ducados por el tienpo que se
ocupare, que será de aquí a el jueves en todo el día y saldrá oy e mañana
martes y miércoles y jueves a hazer los dichos exorzismos por lo que se le
mandó librar los dichos treynta ducados.
(Archivo Municipal de Trujillo.
Legajo 43, fol. 338v.)
Pero nada parece ser
efectivo y las cosechas se resienten. Y ese año es necesario buscar trigo como
busca Trujillo pólvora, arcabuces o picas. Nada vuelve a decirse de la langosta
en el verano de ese año, si no es para pedir al rey que conceda licencia para
cargar a los propios los gastos de la ciudad para exterminar la plaga,
cuatrocientos ducados que Felipe II, desde Badajoz, autoriza a gastar, aunque
bien gastados están ya.
Si seguimos las actas del
concejo de los años siguientes, poco o nada va a cambiar: en 1581, la fuente de
la Añora se cubre de lienzos bastos para evitar que las langostas caigan a ella
e impidan beber de sus aguas; se prohibe la pesca y venta de peces de los ríos
de la comarca -“por causa de los muchos
lagostos que ovo este año y murieron en los ríos y que ay muy poca agua y se
entiende que los peçes son muy dañosos para la salud”- y se busca el amparo
real para poder arar las tierras y dehesas en que las langostas “desobaron y
dexaron la simiente”. Buscando la ayuda divina, el concejo de Trujillo mandará
realizar al escultor Juan de la Fuente “un santo de madera a imitaçión de San
Gregorio Nazanzeno para que esta çibdad le ponga y lleve en proçesión a
una de las ermitas de esta çibdad para que sea abogado contra la lagosta y esta
çibdad le hará voto para que ynterçeda con Nuestro Señor por el remedio de la
dicha lagosta”, y enterado de que Plasencia usaba el agua
de San Gregorio traida de Sorlada, “que dizen estar tocada a los huesos del
dicho San Gregorio Nazanzeno”, acude a Navarra en busca del remedio a los males
de sus campos.
Agustín
Salido y Estrada. La Langosta. 1874. Pág. 281. Biblioteca Digital Hispánica
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Junto a libros de actas, pleitos, deslindes,
cuentas y documentos reales, el archivo de Trujillo guardó, desde 1582, “dos
tinajas de cobre de a dos arrobas cada una para tener el agua de señor San
Gregorio y una tinaja de barro para tener el agua bendita”. Remedio santo
contra el “animalejo infecto”.