8 de marzo de 2025

Los apuros de doña Inés

    Si las condiciones de dependencia y desigualdad de la mujer eran manifiestas a lo largo de la Edad Moderna, la muerte de cónyuges y familiares hacía que tantas y tantas mujeres sin historia tuvieran que afrontar, con una entereza y fortaleza nunca bien reconocidas, momentos aún más difíciles para ellas y para quienes, ya en ese momento, estaban bajo su tutela y cuidado.
Vernon Howe Bailey. Trujillo. 1926

    Porque para las mujeres la viudedad rompía su situación de dependencia pero también para muchas ese momento trágico las abocaba a la pobreza y el desamparo. 
    Cuando a su dote, casi su único patrimonio, no se sumaban bienes heredados de su esposo, y cuando no ejercían un trabajo que asegurase sus ingresos, la viuda pobre pasaba a depender de los suyos, de sus hijos e hijas, de la caridad de sus vecinos.
    Viuda, trabajadora y curadora/cuidadora de quienes la sucederán y no heredarán, porque nada tiene, doña Inés Donaire tenía a su cargo a sus tres nietos, José, Manuel y Francisco Cabelludo. Antes dependieron de su hija, doña Francisca Calderón, su tutora y curadora, porque así lo dispuso al morir su esposo, don Luis Martín Cabelludo, cirujano al servicio de la ciudad de Trujillo.
    Pero en 1769 doña Francisca ya no estaba para cuidarlos y su muerte hizo a doña Inés tutora oficial de sus nietos y a ellos se dedicaba con sus casi inexistentes recursos, “alimentando, vistiendo y dando escuela y estudio”.
    Eran escasos también los bienes heredados por sus nietos y las exiguas rentas que proporcionaban -“apenas podrán rentar anualmente cosa de trezientos reales poco más o menos”- y los altos precios de los mantenimientos que en esos momentos se sufría, animaron a doña Inés a recurrir a la justicia y presentar ante don Miguel Francisco de Zafra, alcalde mayor, una petición que aliviase sus estrecheces y necesidades y que le permitiera continuar y completar la educación y aprendizaje de los menores. Autorizarla a vender unas cercas propiedad de sus nietos aliviaría sus “cortos medios” y sus “continuados apuros” que parecía no podía remediar su trabajo. 

1769, julio 5. Trujillo
Antonio Martín Barroso, en nombre de Dª Inés Donaire, de estado viuda, vecina de esta ciudad, ante vuestra merçed, como mejor proceda, parezco y digo que por fallecimiento de don Luis Martín Cavelludo y de doña Francisca Donaire Calderón, su hija y su conjunta, quedaron a su cargo y tutelar cuidado los hijos menores que hubieron en el matrimonio, y como tal su abuela los ha estado y está alimentando, vistiendo y acudiéndoles con lo necesario, a fin de que puedan hir siguiendo su destino y aplicación, que el uno, sin embargo de ser de corta hedad, se halla en estudios maiores y los otros dos más pequeños en el ejercicio de primeras letras, y como la es forzoso el así hirlos sosteniendo, poniendo su industria y cuidado, pues aunque tienen dichos menores algunos vienes raízes, no alcanza su producto para los indispensables gastos, mácsime en el presente tiempo en que así el pan como lo demás necesario para el alimento se halla en subidos precios, por cuia razón permanece mi parte en continuados apuros, sin tener para remediarlos otra salida ni adbitrio que el disponer, si se le diese permiso a mi parte, para la venta de unas cercas que gozan dichos menores, inmediatas al arraval de las casas de Belén (...) la que aora se encuentra en proporción de poderse bender para remedio de los suso dichos, quienes en ello es ebidente y constante esperimentarán clara y conocida utilidad por quanto el producto de su benta se imbertiría en venefizio de dichos menores y remedio de su necesidad, que es el fin para que mi parte lo pretende, y salir al mismo tiempo de su aflición, en méritos de lo qual y ser notoria la estrechez, apuro y necesidad que padecen, que se podrá redimir y sentirían grande utilidad, con el judicial permiso para la venta de dichas alajas.
Suplica a vuestra merced se sirva, atendidas tampoderosas razones y circunstancias que van espresadas, que todas son verídicas, conceder a mi parte licencia judicial para que pueda celebrar la venta de las enunciadas cercas (...).y que el producto o efectos en que se vendisen se le haia de entregar para el fin que va espresado y poder suministrar el diario alimento a dichos menores (...)
                            Barroso (rúbrica)
Licenciado Zárate. Gratis (rúbrica)
                            Inés Donaire
(Archivo Municipal de Trujillo. Protocolos Lorenzo Tomás Grande Calderón. 1769, fols. 57r-58r)

    A las palabras de “estrechez, apuro y necesidad” que se recogen en aquella demanda tal vez hubiera que añadir las de fortaleza y determinación de quien, como doña Inés, se vió en su vejez convertida en cabeza de familia y sustento de sus nietos. 

27 de febrero de 2025

La victoria de Pavía

    Dicen que Carlos V celebró sus 25 años de vida en Madrid con calenturas. Un día de San Matías, 24 de febrero, que no merecería la pena recordar si no fuera porque mientras el monarca se reponía de unas pertinaces cuartanas que le dejarían “flaco y deshecho”, sus tropas derrotaban en Pavía a su “viejo” enemigo y rival, el rey de Francia, Francisco I, prisionero ahora de las tropas del emperador.
Jean Clouet. Retrato de Francisco I. 
Museo del Louvre

    Y aunque suponía una gran victoria para sus ejércitos y el predominio de su poder en el Milanesado italiano, cuenta el cronista que “ni dijo palabra, ni hizo muestra de placer” y que solo, en el oratorio de su aposento y de rodillas, “dio gracias a Nuestro Señor”, no consintiendo que se hiciesen fiestas en la Corte, “ni muestras de regocijo” y que eso mismo mandó hacer en el reino. 
    Al día siguiente, en el monasterio de Santa María de Atocha, oyó misa y sermón, mandando hacer procesión en acción de gracias por la victoria.
    Quinientos años después, estos días hemos podido ver cómo se recordaba la batalla y a sus protagonistas y no quiere el arca trujillana olvidarse de la efemérides y comprobar si Trujillo lo festejó y siguió el carácter de seriedad y gravedad que el monarca quiso dar a la alegría que supuso la derrota “y castigo de los mortales”.
    Trujillo recibió una carta en la que el monarca comunicaba a la ciudad la buena nueva, muy similar a otras muchas que el monarca remitió a ciudades y grandes del Reino en las que, con el pasar de los días, vemos cómo crecía el número de bajas del ejército enemigo y se reducían los muertos del campo imperial (apenas seis días antes, en la carta remitida al marqués de Denia se cifraban en 15.000 los muertos del campo francés y en 700 los caídos en las filas imperiales).

1525, marzo 21. Madrid
El rey
Conçejo, justiçia, regidores, cavalleros, escuderos, ofiçiales e omes buenos de la çibdad de Trugillo. Ya sabeys como el rey de Françia, con muy grande exçerçito, pasó en persona a Ytalia con fyn de tomar e usurpar las tierras de nuestro ynperio e el nuestro reino de Nápoles donde avía enviado al duque de Albania con gente a lo conquistar e tenía çercada la çibdad de Pavía, agora sabed que el día de Sant Matías, que fueron veynte e quatro de febrero, día de nuestro naçimiento, aunque el dicho rey de Françia en tener su canpo en sityo muy fuerte e a su propósito no tenía voluntad de açetar batalla, fuele forçado, porque nuestro exérçito pasó no con pequeño trabajo a donde estava e asy la dieron. Plugo a Nuestro Señor, que sabe quan justa es nuestra cabsa, de darnos vitoria. Fue preso el dicho rey de Françia y el príncipe de Bearne, señor de Labrit e otros muchos cavalleros prinçipales e muertos el almirante de Françia e monsyur de la Tramulla e mosyur de la Paliza e otros muchos, de manera que todos los prinçipales que allí se hallaron fueron muertos e presos y escriven que de su canpo murieron más de diez e seys mil onbres e del nuestro hasta quatroçientos; por todo e dado e doy muchas graçias a Nuestro Señor e así se las devemos de dar todos porque espero que esto será cabsa de una paz universal en la Christiandad que es lo que sienpre he deseado, acordé de hazeros saber porque sé que os holgays tanto dello como es razón. De Madrid XXI días de março de mil e quinientos e veynte e çinco años.
Yo el rey
Por mandado de Su Magestad
Françisco de los Cobos (rúbrica)
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 16.3)

    Tres días después de la remisión de la cédula real, el concejo de Trujillo se hacía eco de la buena nueva comunicada por el monarca e indicaba que lo mandado por Su Majestad ya estaba cumplido, pues se habían celebrado en la ciudad los oficios religiosos para dar gracias a Dios por la victoria en Italia y también se habían hecho “proçesiones, como las avían hecho”. Pero eso sabía a poco y, quizás por no conocer los deseos del emperador de no festejar con fiestas ni regocijos, Trujillo celebró la victoria de Pavía como se merecía y como acostumbraba, con “alegrías” y toros en el domingo siguiente, con agasajo a los caballeros que viniesen a las fiestas y con pregones para que “todos los veçinos desta çibdad ençendiesen lumbres en sus puertas y ventanas”.
    Toros y colación que se sumaron a la procesión y que permitieron a los trujillanos celebrar “a su manera”, hace ahora quinientos años, la victoria en la lejana Pavía.

1525, abril 1. Trujillo
Fiesta y alegrías. Este día, los dichos señores mandaron que todo el gasto que se hizo en las alegrías que se hizieron por la nueva de la prisyón del rey de Françia, que el mayordomo dé cuenta ansy de toros como de colaçión e çera que se gastó en la proçesyón, que todo se pase en cuenta e se pague de los propios de la çibdad e ansy lo acordaron e mandaron todos los dichos señores unánimes e conformes. E que todo lo mandavan e mandaron librar todo lo que montare en ello segund el mayordomo lo diere por cuenta con juramento.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 15.7, fol. 263v.)

Bernard van Orley. La Batalla de Pavía. Museo de Capodimonte. Nápoles

30 de enero de 2025

Escudos e imágenes en las puertas de la ciudad

    En Trujillo, las puertas siempre fueron un elemento fundamental de la ciudad amurallada. Vanos defendidos por quienes vivían detrás de ellos y apetecidos por quienes, anhelantes, deseaban entrar para disfrutar de la ciudad, ya fuera en tiempos de paz o de guerra.
    Son las puertas espacios con doble mirada, desde una y otra de sus partes. En ocasiones se convirtieron  en férreas defensas hacia el exterior, cuando protegían a la ciudad de pestilencias y enemigos. En otras, su control y dominio representó un elemento más de poder y prestigio de algunas familias de la ciudad. También permitieron estrangular salidas y accesos al exterior para quienes no fueran familiares, deudos o cercanos de quienes se convirtieron en verdaderos cancerberos. Y entonces la ciudad abrió nuevas puertas -como la de San Juan o Palomitas- que en ocasiones, pasado el tiempo, fueron desapareciendo físicamente y de la memoria de los vecinos.
    Cuando los momentos de guerras y conflictos se alejaron, la ciudad se ocupó de que las puertas de su muralla siguieran cumpliendo su función de cierre y acceso a la ciudad alta, a la “villa”. 

1508, abril 23- agosto 11. Trujillo
Puertas de la çibdad. Diego de Orellana dize que tiene ygualadas cada carga de madera con Gonçalo Piçarro para las puertas de Santiago y la de San Juan y la de Santa Cruz y la de Hernán Ruiz a ochoçientos mrs. cada carga puesta en esta çibdad en el alhóndiga. Que se conpre lo que fuere menester.
Puerta Dalba. El alcaide de la fortaleza suplica le manden alçar la puerta Dalba para que pueda pasar carreta por ella porque es provechoso para la çibdad y porque está para se caer. Lo yrán a ver el señor corregidor y Gonçalo de Torres.
 (Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 9, fols. 118v. y 171r.)

    Puertas fuertes y altivas para las que, a finales del siglo XV, los pintores Alonso Gonzáles y Álvaro Ponce hicieron gala de su maestría. Y aunque el arca no nos deje ver el contenido de su obra, sí nos cuenta  la riqueza de su ejecución.

1498, enero 29-marzo 26. Trujillo
Pinturas. Libramiento. Retablos. Alonso Gonçález e Álvaro Ponçe, pintores, piden que les manden librar IIUCC mrs. que dixeron que montan en el terçio postrymero de los retablos de las puertas de la çibdad, que está fecho ya la obra e que los manden asentar que se ahuman en casa. Mandan que se faga cuenta con ellos e lo que se fallare que se les deve, mandan gelo librar en Gonçalo de Çervantes, mayordomo. 
Retablos. Que se entienda en hazer conprar çinquenta panes de oro que diz que son menester para acabar de dorar los retablos de las puertas de la çibdad. Que los conpre el mayordomo.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 6.8. Fols. 6v. y 39r.)

    Quizás la obra de ambos pintores fuese la que en 1519 sufría el deterioro que Gonzalo de las Cabezas señalaba en el ayuntamiento y que pronto la ciudad trataría de enmendar. 

1519, marzo 14. Trujillo
 Puertas. El veedor de las obras suplica a vuestras merçedes que manden renovar a señor Santiago y la cruz que está a la puerta de Santa Cruz, que está muy maltratado. Respóndesele que se verá. 
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 13, fol. 177r) 

1520, diciembre 31. Trujillo
Puertas. Este día, los dichos señores mandaron que se apregone quien quisiere pintar las ymágenes de las puertas de la villa y que se de a pintar.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 14, fol. 209r.) 

    Poco más nos cuenta el arca de estas puertas, de su aspecto y ornato, de las armas reales que en ellas declaraban una y otra vez el carácter de ciudad realenga de Trujillo, de los símbolos de poder y preeminencia de linajes y familias trujillanas cuyos blasones en piedra aún adornan las puertas de la cerca de la ciudad. Pero, como otras veces, otras arcas nos ayudan a contemplar lo que hoy no está en esas puertas y que otros, “por su persona y propia vista de ojos”, nos contaron.
    Acababa el mes de enero de 1544. El concejo de la ciudad había recibido a los primeros regidores cuyos títulos no se basaban en la elección de los linajes en el día de San Andrés sino en la compra a la Corona de tal merced. Bernardino de Tapia, del linaje Añasco, fue el primero, el 25 de enero, en presentar la provisión real que acreditaba su título de regidor y junto a él presentaba igual documento Juan de Solís, del linaje Bejarano. Un día después lo harían dos regidores del linaje Altamirano, Juan Cortés y Juan Pizarro de Orellana, éste representado por Juan de Herrera, en su nombre y con su poder al estar desterrado en ese momento de la ciudad y refugiado en su dehesa de Magasquilla. Tras ellos, en los días y meses siguientes, irían llegando los nuevos regidores y comenzando un litigio que duraría 6 años. ¿Dónde sentarse? ¿En qué orden? ¿A la derecha o la izquierda de la justicia? Sentados Bernardino de Tapia a la derecha del corregidor y Juan de Solís a su izquierda, parecía ponerse en peligro la preeminencia que los Altamirano siempre habían tenido en el cabildo (sentados a la derecha del corregidor y siempre los primeros en emitir su voto) en un nuevo orden que no lo respetaba. 
    En su protesta, el nuevo regidor Juan Cortés, Altamirano, tuvo claro su argumento. Solo había que mirar las puertas de la ciudad para darse cuenta del lugar y el papel que debían ocupar los Altamirano, conminando al corregidor Diego Ruiz de Solís a que acudiese a la puerta de Santiago, a la de San Juan y a la de Hernán Ruiz (hoy llamada del Triunfo), “onde hallará las armas de los tres linajes esculpidas en piedra todas de una forma”. 
Escudos de la puerta de Santiago


    El día 30 de enero de 1544 el corregidor Ruiz de Solís, junto a algunos testigos y el escribano
Florencio de Santa Cruz, se acercó a la puerta de Santiago “donde halló dibuxado un Santiago en una tabla pintada y metida en una caxa de piedra y al lado derecho las armas reales e baxo dellas un escudo de diez roeles y por detrás de la puerta estavan otras armas reales y baxo otro escudo con diez roeles que dizen que son las armas de los Altamiranos”.
    La más reciente de las puertas de la ciudad, la de San Juan, también lucía sus escudos y en ella el corregidor halló “una ymajen de Sant Juan en una tabla metida en una caxa y al lado derecho un escudo con un león y quatro cabeças que dizen son las armas de los Bejaranos y al lado yzquierdo otro escudo con una cruz en medio y quatro veneras a los lados que dizen que son de las armas de los Añascos y en medio como otro asyento para un escudo y ençima de la puerta las armas reales”.
    A decir de alguno de los testigos, el lugar central vacío que debía presentar las armas de los Altamirano (“como otro asyento para un escudo”) era algo intencionado y no podía explicarse sino por el deseo de algunos (“con dolo y malicia”) de quitar el escudo de los Altamirano de la puerta, donde antiguamente lucía, quizás en recuerdo de las razones por las que la propia puerta se creó.
    Por otros motivos, contaba García de Tapia, el hijo de Gómez de Tapia, los Añasco no estaban presentes en la puerta de la Vera Cruz (hoy de San Andrés). Se negaron a que su escudo se situase a la izquierda, “dyziendo que las armas de los Añascos avían de estar a la mano derecha de los Altamiranos, que avían de estar en medio”, petición que no fue aceptada y llevó a su procurador, Alonso de Tapia, a pedir que el escudo de su linaje no se esculpiese en la puerta. 
    Por último, el corregidor fue hasta la puerta de Fernán Ruiz, junto a la casa de los señores de Orellana de la Sierra, y allí de nuevo contempló los escudos de los linajes, las armas de la Corona y el retablo que lo adornaba. Un San Miguel que con San Juan, Santiago y una cruz dominaron y protegieron las principales puertas de la ciudad de Trujillo.
Puerta de Hernán Ruiz o del Triunfo


1544, enero 30. Trujillo
Y luego, el dicho señor corregidor fue a ver avido la puerta de Hernán Ruiz, que es entrada a la dicha çibdad, donde se halló en una caxa un Sant Miguel en una tabla y por baxo della estava un escudo en medio con diez roeles que diz que son las armas de los Altamiranos y luego a la mano derecha estava otro escudo con un león y quatro cabeças, que dizen que son las armas de los Bejaranos e al otro lado del, a mano izquierda, estava otro escudo con una cruz e quatro veneras, que dizen que son las armas de los Añascos, e por la otra parte de la dicha puerta, a la parte de fuera, estava un escudo con las armas reales. 
(Archivo General de Simancas. Cámara Real de Castilla. Legajo 516,7)