Tres llaves cerraron el arca, tres llaves para atesorar historias incluso de otras llaves. En unos casos parece que las intuimos cuando hablan de viviendas o palacios, de dehesas de yeguas y caballos o de la misma fortaleza. Pero en Trujillo hay otras puertas que son vida y dominio, control y seguridad en todo tiempo: las puertas de la ciudad. Las que se abren al alba y cierran al atardecer, las que férreamente controlan la ciudad en tiempos de asedios y pestilencias.
1581, mayo 2. Trujillo
Otrosi se acordó que las guardas que de aquí adelante se pusieren en las puertas, guarden veynte y quatro oras començando después por la mañana a las çinco hasta otro día a la mesma ora y que las guarden y trayan cada noche a las nueve de la noche las llaves a el señor corregidor y con todo esto estén guardando para que no ronpan las tapias ni entren por fuerça.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 43, fols. 436v-437r.
Puertas que unos y otros linajes tratan de asegurar y defender y que, aun cuando con certeza se aseguraran con potentes trancas y traviesas, también gozaron de sus llaves. Porque en Trujillo -a buen seguro que como en otras villas y ciudades- las llaves de la ciudad existían físicamente y eran la representación de la legítima potestad de quien poseía la ciudad, de quien gobernaba el concejo y tomaba decisiones sobre la ciudad y su alfoz.
Así, en las pocas ocasiones en que la ciudad cambió de señor, otras arcas cerradas por otras llaves nos cuentan su utilización y simbología, asegurando su uso en todas y cada una de las puertas, formando parte de un ritual de entrega de las mismas y, con ellas, de la ciudad.
En diciembre de 1440 llegaba a Trujillo Diego de Cogollos, alguacil de corte y procurador de don Pedro López de Estúñiga. Su mandato consistía en hacer cumplir la entrega de la ciudad a don Pedro, quien había recibido Trujillo a cambio entregar la villa de Ledesma, de la que había sido señor, al infante don Enrique, maestre de Santiago. Se confirmaba y ratificaba así la concesión que, apenas dos meses antes, había hecho Juan II a López de Estúñiga de la ciudad obligándose a compensarle por la devolución de Ledesma. Obligación que en diciembre se resolvía con la entrega definitiva al ahora conde de Trujillo de una ciudad que nunca aceptó de buen grado otro señor que no fuera el rey.
Y sin embargo, la entrega a Diego de Cogollos aparece recogida en los documentos como tranquila, aceptada sin oposición por el corregidor y los regidores, por las comunidades judía y musulmana y por las aldeas de la tierra, visitadas en los días siguientes por Cogollos.
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Puerta de Santa Cruz, hoy de San Andrés |
El día 12 de diciembre de 1440 se dieron pregones en la plaza del arrabal, cerca de la iglesia de Santa María y en la plazuela junto a Santiago para que al siguiente día “todos los regidores e cavalleros e escuderos e ofiçiales e omes buenos de la dicha çibdad e su tierra se ayuntasen a conçejo so el portal de la yglesia de Sant Martín, que es en la dicha plaça del dicho arrabal, donde se suele e acostunbra ayuntar conçejo en la dicha çibdad”.
Al día siguiente, martes 13 de diciembre, el pregonero Fernando Alonso hacía repicar en la iglesia de San Martín “la canpana que se suele e acostunbra repicar para llamar e ayuntar a conçejo en la dicha yglesia”. Y todos realizaron juramento y homenaje al nuevo señor de la ciudad “poniendo las manos sobre la señal de la cruz + e a las palabras de los santos evangelios”.
Luego llegó el momento. Diego de Cogollos, ahora corregidor de la ciudad en nombre del conde don Pedro, pidió “que le entregasen en nonbre del dicho señor conde las llaves de las puertas de la dicha çibdad”.
En la primera, “que dizen de Santiago”, inició el corregidor Cogollos su recorrido “de posesión” por la ciudad y “en llegado a la dicha puerta de Santiago çerró la dicha puerta con la llave de la dicha puerta en nonbre del dicho señor conde e después abrió e dexó abierta e llevó la llave de la dicha puerta consygo”.
En la segunda puerta, la “que dizen de Santa Cruz”, volvió a repetirse el ritual. Cogollos la cerró con llave y volvió a abrirla, antregando su llave a Álvar González, hijo de Gonzalo Jiménez, para que las guardase” en nonbre del dicho señor conde e que abriese e çerrase la dicha puerta de la dicha çibdad por el dicho señor conde e en su nonbre”.
Tras la puerta de Santa Cruz (hoy de San Andrés), quienes acompañaban a Cogollos se dirigieron a la puerta de Fernán Ruiz, cuya llave depositó el nuevo corregidor en Diego de Orellana mientras que guardaba para sí la llave que cerró y abrió la puerta de Coria.
La última puerta entregada al nuevo señor fue la “que dizen del Sol e çerrola con la llave e después abrióla...e dio e entregó la dicha llave a Sancho de Paredes e mandole que la toviese e guardase en nonbre del dicho señor conde”.
Entregadas las llaves, entregada la ciudad. Nuevo señor, dueño ahora de Trujillo, de sus puertas, de sus llaves. Señorío y potestad de abrir y cerrar. Llaves que debieron devolverse cuando a finales del año siguiente, 1441, el señor de Trujillo dejaba de serlo para convertirse en señor de Plasencia.
Llaves que mucho después recibió Felipe II en bandeja como símbolo de entrega, de fidelidad de la ciudad a su señor natural.
1583, marzo 10. Trujillo
Llaves. Que se haga un cordón muy bueno para las llaves que se tienen de entregar a Su Magestad y bayan en una fuente de plata dorada.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 43, fol. 592r.
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Fragmento de Rendición de Juliers. Jusepe Leonardo. Museo del Prado |
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