El martes veintiuno de septiembre de 1593, día de San Mateo, salían de la iglesia de San Juan Bautista de Berzocana parte de las reliquias de san Fulgencio y santa Florentina que, desde hacía siglos, custodiaba el templo.
En una caja que la ciudad de Trujillo envió a Berzocana para tan importante contenido (y que pareció mejor que la que llevó fray Pedro de Santiago, prior de Guadalupe, guarnecida de terciopelo carmesí y llave dorada) se habían depositado, envueltos en tafetán colorado, dos huesos “que parecen de canillas, enteros, salvo que al uno le faltaba un poquito de la de una parte”. Otros dos huesos, “a manera de canillas, el uno más delgado y largo que el otro”, pero ninguno entero, iban recubiertos de tafetán verde.
Era la caja trujillana “una arquita a manera de cofre…guarnecida de terciopelo colorado y con cuatro goznes de plata, en que se tenía la tapa, y con cerradura y llave de plata; y en la frontera de la tapa, encima de la cerradura, tenía a los lados las figuras de los bienaventurados santos san Fulgencio y santa Florentina dibujados en dos planchitas de plata y en medio de ellas, en otra planchita, nuestra Señora entre dos torres, que son las armas de la ciudad de Trujillo con otras guarnicioncitas que, para fortalecer la dicha arquita, tiene a las esquinas y cantones”. (1)
Desconocemos quien se encargó de grabar a buril, “sobre chapa de plata, esmaltadas en negro”, las figuras que adornaban la “caxa de açiprés” que realizó Baltasar Díaz, carpintero trujillano, y que fue completada con las “sedas y lençería” que adquirió el regidor don Francisco de Sotomayor por encargo del concejo.
Una “taleguita de olores”, algodón (“porque se hinchiese el vacío” y no peligrasen las reliquias) y un pedazo de tafetán rojo que cubría el sagrado envío completaban el contenido del arca, cerrada con llave y sellada con el sello del obispo placentino, don Juan Ochoa de Salazar. Iniciaba así el arca su camino desde la villa de Berzocana al cercano monasterio de Guadalupe, para proseguir después hasta San Lorenzo el Real de El Escorial y acabar finalmente su recorrido en la catedral de Murcia.
Desconocemos quien se encargó de grabar a buril, “sobre chapa de plata, esmaltadas en negro”, las figuras que adornaban la “caxa de açiprés” que realizó Baltasar Díaz, carpintero trujillano, y que fue completada con las “sedas y lençería” que adquirió el regidor don Francisco de Sotomayor por encargo del concejo.
Una “taleguita de olores”, algodón (“porque se hinchiese el vacío” y no peligrasen las reliquias) y un pedazo de tafetán rojo que cubría el sagrado envío completaban el contenido del arca, cerrada con llave y sellada con el sello del obispo placentino, don Juan Ochoa de Salazar. Iniciaba así el arca su camino desde la villa de Berzocana al cercano monasterio de Guadalupe, para proseguir después hasta San Lorenzo el Real de El Escorial y acabar finalmente su recorrido en la catedral de Murcia.
No recibió el obispo de Cartagena, don Sancho Dávila y Toledo, lo que deseaba él y su diócesis y que constituyó el encargo que recibió el canónigo doctor Arce: la totalidad de las reliquias que de san Fulgencio y santa Florentina se veneraban en el templo de Berzocana.
Al deseo del prelado cartagenero se sumaba la intención del monarca, Felipe II, de incluir entre las reliquias reunidas en el monasterio escurialense las del obispo de Écija, Fulgencio, y su hermana Florentina, hermanos de otros dos santos, Isidoro y Leandro. Hasta siete campañas emprendió el rey entre 1572 y 1598 que conseguirían concentrar en El Escorial restos “autentificados” de “todos los santos conocidos, a excepción de san José, san Juan y Santiago el Mayor”, diría fray Juan de Sigüenza.
San Fulgencio y santa Florentina Iglesia de San Juan Bautista. Berzocana |
En 1572 el obispo de Plasencia, don Pedro Ponce de León, ya había remitido al rey un informe de la “Averiguación de las reliquias” existentes en Berzocana, realizado por mandato real y encargado al beneficiado de la parroquia, Santiago Maldonado. De todos los testigos –“viejos y ancianos”- se obtuvo la misma respuesta: pese a no haber escrituras ni documentos que lo atestiguaran, “es la común opinión de todos” que los restos venerados y custodiados en la iglesia de Berzocana “son habidos y tenidos y comúnmente reputados por los cuerpos de los dichos santos gloriosos”, traídos a estas tierras “cuando la destrucción de España”.
Todos se hicieron eco de los milagros ocurridos por su intercesión, de la veneración que en la localidad y en su comarca se les tenía, de las solemnes procesiones que en sus festividades (entonces 15 de enero y Nuestra Señora de agosto) celebraba la villa y de la capilla que en ese momento estaba mandada hacer por el prelado placentino y de la que daba buena cuenta la mucha cantería ordenada traer, “que es la que está a la puerta de la iglesia”.
Pero en 1593 no se pretendía “autentificar” las reliquias sino que éstas salieran de Berzocana y la villa hubo de pleitear y hacer todo lo posible por que no ocurriera así. Mucho se ha escrito sobre el “pleito de los santos” y la disputa que Cartagena planteó para conseguir que los cuerpos de ambos santos volvieran a su lugar de nacimiento.
“De Murcia la catedral
llevárselos intentó
mas la alta Majestad
de nuestro Rey lo estorbó”.
Así dice Berzocana en su canto de las Coplas del Ramo en las fiestas de ambos santos y añade que “Trujillo lo defendió y el Cabildo de Plasencia”. Porque el arca nos cuenta el papel que la ciudad de Trujillo, bajo cuya jurisdicción estuvo el lugar de Berzocana hasta 1538 en que se convierte en villa exenta, tuvo en esos momentos tras recibir pronto su petición de ayuda y unir sus esfuerzos a los que ya estaban en marcha para oponerse a la pretensión del obispo cartagenero.
En la sesión del concejo del día 21 de junio de 1593 se leía una carta remitida a Trujillo por la villa de Berzocana “pidiendo favor a esta çiudad para la defensa que no se saquen de la dicha villa los cuerpos santos que en ella están”. Los regidores Juan de Chaves y Alonso de Vivancos recibieron la comisión de responder a la villa “con toda suavidad, ofresçiendo el favor desta çibdad para el caso que se pide”.
Se pone en marcha entonces una doble actividad de los regidores trujillanos que tiene como objetivo contradecir por un lado las pretensiones de Cartagena y del propio monarca y por otro tratar con la propia villa de Berzocana la mejor manera de “resolber este negoçio con la defensa y buen término que más conbenga”.
Tras la carta de Berzocana, el 25 de junio, llegaba la del cabildo de Plasencia con traslado de dos cartas reales en que el monarca pedía al obispo de Plasencia “hiçiese dar çiertos huesos del cuerpo santo de san Fulgencio”. Y si en la primera “solo ynterçedía por dos huesos” para El Escorial, en la segunda reclamaba para Cartagena ”la cabeça del dicho Bienaventurado San Fulgençio”. Ese mismo día partían para Berzocana don Juan de Chaves Sotomayor y don Sancho Pizarro de Aragón, regidores de Trujillo, a quienes debía acompañar el cantero García Carrasco, pues la ciudad pretendía que su escudo figurase “en la capilla que se va haziendo para los cuerpos de los bienaventurados san Flugençio y santa Florentina” y éste parecía ser un buen momento para conseguir ese propósito: que el escudo trujillano estuviera en la capilla y que la villa de Berzocana desistiera de seguir el pleito que mantenía con la ciudad sobre dos mil quinientos ducados de penas de “cortos y quemos” en los montes que Trujillo había cobrado a vecinos de Berzocana. Buena ocasión para conseguir ambas cosas a cambio de su apoyo y ayuda. Así lo entendió la villa que aceptó el “patronazgo” de la ciudad sobre la nueva capilla en construcción.
Acuerdo de Verzocana para el patronazgo y llaves de los cuerpos santos.
En la villa de Verzocana de San Fulgençio a veynte y tres del mes de junio de mil e quinientos e noventa y tres años, ante mi Sevastián Sánchez, escrivano público, estando en su ayuntamiento para las cosas tocantes e convinientes a este conçejo y república Alonso Abad y Juan del Hoyo, alcaldes ordinarios, y Martín Ximénez Zoyl y Juan Parra y Juan Martín del Corral y Juan Blázquez y Juan Solano, regidores, aviéndose juntado en el dicho su ayuntamiento, según que lo tienen de uso e costunbre, dixeron e acordaron que por quanto en la yglesia parrochial de esta villa de la advocaçión de señor San juan Baptista, en una capilla de por si está un sepulcro de piedra de aliox donde están los cuerpos de los bienaventurados santos san Fulgençio y santa Florentina, para cuya custodia y guarda a avido tres llaves, dos del sepulcro y una de la caxa que está dentro de ella, y porque cosa tan preçiosa y de tanta estima es justo aya la mayor guarda y fidelidad que sea posible y porque la çiudad de Trugillo a tenido y tiene tan fervorosa devoçión a estos santos cuerpos y que se conserven en la dicha yglesia de esta dicha villa donde Nuestro Señor a sido servido de los guardar y conservar, lo qual la dicha çiudad a mostrado con obras quando se a ofreçido y lo mismo entienden que hará en los tienpos venideros, que en nonbre de esta dicha villa, conçejo y ayuntamiento de ella, davan e dieron consentimiento para que la dicha çiudad de Trugillo pueda nonbrar y nonbre una persona que sea ydónea, vezino de esta dicha villa, para que en nonbre de la dicha çiudad tenga una de las dichas dos llaves del dicho sepulcro, la qual pueda poner y quitar a su alvedrío todas las vezes que quisiere e por bien tubiere. guardando el dicho orden en el nonbrar la tal persona.
Otro si dixeron que por quanto en la dicha parrochia de esta villa agora nuevamente a espensas de sus vezinos se haze una capilla a donde estén con más deçençia los cuerpos de los dichos bienaventurados santos que an por bien e consienten que en esta dicha capilla en la parte que más convenga se ponga el escudo y armas de la dicha çiudad de Trugillo, que son la ymajen de Nuestra Señora con su preçioso hijo en los braços y dos torres a los lados a espensas de la dicha çiudad, que piden e suplican a su señoría del obispo de Plasençia aya por bien e aprueve lo en este acuerdo contenido y para que en virtud del la dicha çiudad pueda hazer las dilijençias que convengan e suplicar a su señoría mande se entregue la dicha llave. E mandaron a mi, el presente escrivano, saque un tanto de este acuerdo y le entregue a la parte de la dicha çiudad de Trugillo. Lo qual ansí acordaron e consintieron por aquella vía e forma que mexor de derecho lugar aya y lo firmaron. Alonso Abad. Juan del Hoyo. Juan Martín. Martín Ximénez Zoyl. Juan Solano. Juan Parra. Juan Blázquez. Por mandado del conçejo, justiçia y regimiento de esta villa de Verzocana de San Fulgençio, Sevastián Sánchez, escrivano. E yo el dicho Sevastián Sánchez, escrivano público en esta dicha villa de Verzocana y de los hechos del conçejo de ella por merçed del prior y convento de Nuestra señora Santa María de Guadalupe, con aprovaçión del rey y nuestro, presente fuy a el dicho ayuntamiento y acuerdo de suso y lo saqué según y como ante mí pasó por mandado del dicho ayuntamiento e hize mi signo que es a tal en testimonio de verdad. Sevastián Sánchez, escrivano.
(Archivo Municipal de Tujillo. Legajo 60, fol. 270v.)
Trujillo prestaría su ayuda, haría valer su influencia y la de sus caballeros regidores y se opondría en Plasencia a las pretensiones del doctor Arce y el obispado de Cartagena, dando poder a don Juan y a don Sancho para que, en nombre de la ciudad, pudieran comparecer “ante Su Santidad y otros sus nunçios y delegados y ante el rey nuestro señor y ante otros qualesquier sus juezes e justiçias y ante su señoría el obispo de Plasençia y ante su provisor y ante otros qualesquier juezes e justiçias eclesiásticos e seglares...y puedan contradeçir la pretensión de el doctor Arze, canónigo de Murçia, en nonbre del obispo, deán y cabildo de la santa yglesia de Murçia y Cartajena sobre las reliquias”.
Entregar las reliquias a Cartagena, “quanto más parte tan señalada como es la cabeça del dicho bienaventurado San Fulgençio”, supondría que el lugar se despoblase “siendo despojados de cosas tan preçiosas”, y aunque quizás en Berzocana no alcanzaran a tener las reliquias “con tanto aparato y sunptuosidad de edifiçio y culto como devían”, no podría ser mayor la devoción y veneración que la villa ofrecía a sus santos.
Más difícil resultaba, sin embargo, oponerse al deseo real y a la solicitud del monarca de reliquias para San Lorenzo el Real, cediendo pronto Berzocana a dicha exigencia por ser “cosa dignísima y justa obedeçer con toda umildad lo que Su Magestad manda”.
Finalmente todos cedieron, Berzocana accedió a compartir con el monasterio escurialense las reliquias de sus santos y el obispo cartagenero pareció desistir de su empeño, aunque finalmente recibiría el regalo real de dos de los huesos conservados en la villa.
Éste fue el “ofrecimiento” que el 14 de agosto de 1593 agradecía el monarca a Berzocana y a Trujillo en sendas cartas, el “buen ánimo y voluntad con que me ofrecéis de acudir a que se me den dos huesos, uno de cada sancto”, voluntad que se demostraría mejor si en vez de dos fueran cuatro, dos de cada santo “y que sean de los mayores”. Para mayor seguridad, el mismo día que Felipe II daba las gracias a Berzocana y Trujillo por su ofrecimiento, escribía al obispo placentino. “Confío condescerán en ello”, decía el monarca, pero encargaba al prelado “lo procuréis con cuidado”.
Agradecimiento aceptado y “orden” real cumplida. “Con todas las solemnidades”, Felipe II ordenaba que las reliquias fueran entregadas al prior de Guadalupe y “traherlos a donde yo estuviere, cerrados y sellados, de suerte que no se pueda tocar a ellos”.
El domingo 19 de septiembre fue la fecha señalada para tal solemnidad. A Berzocana acudió el obispo de Plasencia, don Juan Ochoa de Salazar, el prior de Guadalupe, fray Pedro de Santiago, el vicario de Trujillo y los curas de Orellana, Logrosán, Cañamero y Garciaz. De Trujillo acudió su alcalde mayor, el licenciado Villaveta y Montoya y los regidores trujillanos don Francisco de Sotomayor, don Lorenzo de Chaves, don Sancho Pizarro de Aragón y su hermano don Juan. Y por supuesto, todo el pueblo de Berzocana que hubo de aceptar su sentida pérdida.
El prior de Guadalupe ofició la misa mayor y el obispo dijo las Vísperas y Completas e “hizo una plática al pueblo en razón de sacar los santos huesos”. De la capilla pequeña al lado del evangelio, junto al altar mayor, de la llamada “capilla de los gloriosos santos”, fueron sacados los huesos que reposarían en el arca llevada por Trujillo y que habrían de entregarse a la mañana siguiente, temprano.
Pero el lunes, la indisposición del prior hizo imposible la entrega y fue así cómo el martes 21, en la festividad de San Mateo, tras la misa mayor y la bendición episcopal, el pueblo de Berzocana acompañó y despidió en procesión (con “pendones y cruz, cantando la letanía”) el arca sellada entregada al prior.
Berzocana. Capilla de los Santos. Fuente: Cofradía Santos Fulgencio y Florentina |
Recibida en Guadalupe también por todo el pueblo, el arca con las santas reliquias entró en la iglesia del monasterio bajo rico palio y fue depositada junto al altar mayor. El jueves, último día del mes de septiembre, el padre fray Alejo de Ávila, vicario del monasterio de Guadalupe, partía de La Puebla para San Lorenzo el Real y ocho días después entregaba a su prior, fray Diego de Yepes, el cofrecillo de madera. El rey Felipe y su hija Isabel Clara Eugenia estuvieron presentes en su apertura.
Identificados los huesos por el doctor Luis de Mercado, su médico de cámara, el propio monarca ordenaría apartar “los dos huesos mayores, el uno de san Fulgencio y el otro de santa Florentina; y mandado, que se diesen al obispo, don Sancho Dávila, iglesia catedral y a la ciudad de Murcia con el cofrecillo en que fueron enviadas a su majestad”.
Pocos días después partía para Murcia el arca del carpintero trujillano, llevando sobre ella las armas de la ciudad y en su interior parte del corazón de los berzocaniegos.
(1). Mediavilla Martín, B.-Rodríguez Díez, J.: Las reliquias del Real Monasterio del Escorial. Vol. I. Ediciones Escurialenses. 2004. P. 582.
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