1919 supuso para Trujillo el fin de la pesadilla vivida el
año anterior con la epidemia de gripe que algunos llamaron “la española”. La
poda de los árboles de los paseos públicos fue ese año “exagerada y falta de
dirección”; el catastro urbano se instaló en el Ayuntamiento viejo de la plaza,
cuyo salón de actos se concedió en arrendamiento, para domicilio social, a la
Sociedad de Albañiles “La Victoria”, la de Peones “La Unión” y la de
Carpinteros. Huertas de Ánimas reclamó mejoras en el alumbrado público, que
Belén aún no tenía; los toreros Francisco Madrid y Ángel Fernández “Angelete”
organizaron una corrida de toros en la feria de junio y Alonso Ávila y Fermín
Martín montaron sendas casetas en la Plaza Mayor para la venta de churros y
buñuelos, pagando al ayuntamiento un alquiler de 5 pesetas al mes.
Pero algo despertó la tranquila vida trujillana y algunos
decidieron recoger firmas para evitar lo que la prensa anunciaba. El Museo de
Infantería de Toledo pedía llevarse a su sede la bandera del Regimiento
Provincial de Trujillo que se conservaba en el Salón de Sesiones del
Ayuntamiento. Y no, los trujillanos no podían consentir que saliera de la
ciudad “ese emblema, la última reliquia
que Trujillo conserva, evocadora de nuestra quebrantada fortaleza y de nuestras
glorias marchitas”.
2.910 reales costó en 1824 la bandera del que entonces se denominaba “Batallón Provincial de Voluntarios Realistas de Trujillo”, que bordó en Madrid el maestro Felipe Ortiz, en la Carrera de San Jerónimo. Trujillo celebró la bendición de esa bandera un domingo de abril de 1825 en Santa María y no faltaron luminarias y toros para celebrar su entrega al comandante del Regimiento. Muy deteriorada, en 1840 fue devuelta al ayuntamiento al ser sustituida por una segunda bandera que también costeó la ciudad y que se uniría a la primera en 1843 en las Salas Consistoriales “para eterna memoria del valor y patriotismo de los Trujillanos”.
Juan Terrones y Dioclecio Mediavilla abrían las 171 firmas que
refrendaban la petición trujillana a su ayuntamiento para que no salieran de la
ciudad las banderas, solicitud presentada el 9 de septiembre de ese año 1919.
Tanto el alcalde, Antonio Nevado Bejarano,
como los concejales acordaron acceder a la petición popular “al mismo tiempo
que contestar al señor Director del Museo de Infantería que la negativa a su
deseo obedece al gusto que tiene el pueblo de conservar tan preciada reliquia”.
Muy deterioradas, cien años después, las vitrinas del ayuntamiento trujillano
guardan aún esas banderas que estuvieron presentes en hechos bélicos y de
celebración cívica.
Al Excmo.
Ayuntamiento de Trujillo
Los vecinos de esta Ciudad que firman la presente
exposición, enterados por la prensa local del propósito de la Infantería
Española de trasladar al Museo de Toledo la Bandera de “El Provincial de
Trujillo” que durante tantos años se conserva en esta Ciudad, se oponen a los
deseos de tan gloriosa Arma con todos los respetos y afectos que se merece el
Ejército, pero con toda la energía y resolución de nuestra alma, por ser ese
emblema la última reliquia que Trujillo
conserva, evocadora de nuestra quebrantada fortaleza y de nuestras glorias
marchitas.
La sangre de los hijos de Trujillo se vertió generosamente
á la sombra de esa bandera en la guerra
de la Independencia; lucharon con denuedo los trujillano bajo su protección en
el sitio de Bilbao, y en otras múltiples ocasiones ofrendaron su vida llevando
por emblema de su tierra bendita esa bandera venerada.
Disuelto el Provincial se guardó por nuestros abuelos como
reliquia sagrada y la enseña Trujillana ha salido del Palacio Municipal, como
representación genuina de la Ciudad, presidiendo sus actos en cuantas
solemnidades han tenido lugar durante la presente generación.
En 1892, con motivo de celebrarse en Badajoz el Centenario
del descubrimiento de América, el Municipio de Trujillo, con brillante
representación de la Ciudad, acudió á la capital de la Provincia hermana con la
bandera del Provincial á la cabeza.
Cuando en 1898 peleaba España con los yanquis, en los
memorables y luctuosos días de Cavite y Santiago de Cuba, la bandera del
Provincial presidía en Trujillo las manifestaciones patrióticas, tremolada por
los alumnos del Colegio Preparatorio Militar.
En 1899, Trujillo celebraba en la Plaza Mayor la elevación,
por vez primera, del hermoso surtidor de aguas de Santa Lucía, y la bandera del
Provincial, en sitio preferente, asistía á la inauguración de la obra colosal
que dio vida y fama á Trujillo.
En 1909, la gloriosa Arma de Infantería nos pidió el
sacrificio de cederle los restos del más preclaro de sus hijos, el Teniente
Ruiz de Mendoza, y accediendo á ello generosamente esta noble Ciudad, la
bandera del Provincial, en unión del Alcalde y Arcipreste, que representaban á
aquella, acompañó los restos del héroe y entre vítores y aclamaciones, salvas y
aplausos, atravesó las calles de la Corte hasta quedar depositados en el
Obelisco del Dos de Mayo los despojos del valiente Infante que guardó Trujillo
durante una centuria.
En 1916, Su Alteza Real la Infanta Doña Isabel de Borbón se
dignó visitar nuestra Ciudad, y la querida bandera, al lado del Escudo de España
y del retrato del Monarca, ocupó lugar preferente en la Recepción ofrecida á
tan egregia Señora.
En la Revolución triunfante del 68, los trujillanos
republicanos tremolaron la bandera del Provincial como símbolo único de
Trujillo y los monárquicos de la Ciudad pasearon por sus calles la bandera
venerada, celebrando la Restauración.
Esta es, á grandes rasgos, la historia de esa bandera.
Todos nuestros antepasados respetaron y conservaron esa
reliquia sin distinción de ideas ni de matices políticos.
¿Y vamos a desprendernos ahora de ella, ya que tantos
recuerdos aviva en los trujillanos?.
No dudamos que en el Museo de Toledo estaría bien
conservada, pero no puede negarse que allí desempeñaría un papel secundario
entre tantas otras reliquias, mientras que en nuestra Ciudad es el símbolo del
pueblo que éste se complace en guardar.
Por todo ello, los vecinos que suscriben, entienden que la
bandera del Provincial debe conservarse en Trujillo y suplican al Ayuntamiento
que así lo acuerde; al mismo tiempo que haciendo constar de una manera solemne
al Arma de Infantería el cariño del Pueblo de Trujillo á Cuerpo tan glorioso,
le haga presente la expresión más sincera de que tal negativa no obedece á otra
causa que á ese mismo afecto, que le hace resistirse á abandonar una reliquia
que al mismo tiempo que es emblema glorioso de la Infantería Española, es
también símbolo del alma trujillana, sellada con la sangre de sus hijos en los
pliegues de sus sedas y en el mástil que la sostiene.
Trujillo, 29 de Agosto de 1919
Archivo Municipal de
Trujillo. Legajo 1236.21
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