1 de diciembre de 2019

...Y Belén consigue su cementerio


Más de tres años tuvo que esperar Belén para ver consagrado su cementerio y poder enterrar cerca a sus difuntos.  
Acordada por el ayuntamiento trujillano, en octubre de 1883, la construcción de un cementerio en ese arrabal, junto a la ampliación del propio camposanto de Trujillo y la mejora del de Huertas de Ánimas, la urgencia que entonces quiso darse a esta decisión irá lentamente desapareciendo y el proceso pareció a veces detenerse y casi olvidarse.
Entorno de Belén. Mapa 1889. Archivo Municipal de Trujillo
Primero se debatió el lugar donde se construiría, pensando inicialmente en la cerca llamada de la “Calleja”, cuyo propietario, Juan García, no vio con buenos ojos tal elección, ofreciendo como alternativa otra de su propiedad que no fue del gusto de la corporación. Y así acabó 1883 y gran parte del año siguiente, pues aunque en la sesión del 7 de julio de 1884 volvió a recordar la Junta Local de Sanidad al consistorio la necesidad y urgencia del nuevo cementerio en Belén,  en el mes de noviembre todo seguía igual: 
“Es lo cierto que a pesar del tiempo transcurrido no solo no se ha llevado á efecto la tasación de la finca como se acordó, sino que se han hecho repetidos reconocimientos en distintos puntos sin que se haya resuelto definitivamente dónde se ha de emplazar el nuevo cementerio”.
Decididos a resolver este punto, el ayuntamiento nombró ese mismo día una comisión que, tras reconocer de nuevo el terrero, designara una definitiva ubicación. Será esta comisión, formada por Miguel Borrallo, Matías Nogales, Antonio Luengo Pérez y el arquitecto municipal, Sebastián Rebollar, la que encuentre el lugar conveniente, al este de Belén, a unos mil metros de sus casas. La cerca de “Palallana”, de Juan Diego Bravo, lindaba al norte y oeste con callejas y reunía las condiciones  necesarias “y por su posición no es perjudicial á la salud de los moradores del arrabal”. Eso era lo que afirmaba la comisión y era lo que necesitaba el ayuntamiento para ordenar que Rebollar, el arquitecto municipal, procediera a levantar el plano, realizar el proyecto y elaborar el presupuesto del ansiado cementerio.
Elegido el lugar, debía contarse con la cesión de la propiedad, por lo que se trasladó la decisión al dueño de la cerca, que contestó escuetamente al escrito: “Desde luego estoy conforme, siempre que la tasación me convenga”. 
El espacio delimitado, sembrado entonces de cebada, suponía una superficie de unos 2.600 metros cuadrados por los que el ayuntamiento ofreció 875 pesetas que en principio parecieron poco a Juan Diego Bravo, quien señaló las 1.000 pesetas como el precio medio de la fanega de otras tierras. Ante la insistencia de Trujillo, que le ofrece la posibilidad de nombrar un perito que en su nombre evalúe el terreno, finalmente Juan Diego Bravo, ya en abril de 1885, acepta el precio fijado por el ayuntamiento.
Pero si para esta comisión y el propio ayuntamiento trujillano, la cerca elegida reunía las condiciones adecuadas para ser el lugar de descanso eterno de los futuros difuntos de Belén, para sus vecinos vivos no era el lugar que más les convenía a ellos y a su salud y así, en diciembre de ese año de 1884, dirigen al consistorio de Trujillo un escrito que solicita una nueva elección:


1884, diciembre 8. Trujillo

Tomás Martín Bravo, Manuel Robledo Borreguero y Antonio Martín Bravo, vecinos de esta ciudad y moradores en el Arrabal de Belén, según sus cédulas personales números 3989, 4025 y 4139 respectivamente, en nombre de todos los vecinos de dicho Arrabal a V.S. atentamente exponen: Que en virtud de hallarse señalado el cementerio para expresado arrabal en un sitio que cada vez que llueva arrastrarán las aguas en sus corrientes todas las sustancias emanadas de los cuerpos dados sepultura en él á una fuente que le es muy esencial al pueblo, por ser su agua potable y buena para los que padecen del estómago; en su virtud
Suplican a V.S. se sirva ordenar á la Comisión de obras rayen dicho cementerio en otro sitio que no perjudique á la fuente, por causa de que hay años que no podemos surtirnos mas que de dicha fuente por ponerse el agua del pozo que comúnmente nos surtimos en un estado tan insalubre que no podemos hacer uso de la que contiene. Es justicia lo que pedimos a V.S. cuya vida guarde Dios muchos años.
Trujillo, ocho de Diciembre de mil ochocientos ochenta y cuatro. 

Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 1084.3.

Ninguno de los argumentos presentados por los vecinos de Belén hizo cambiar de idea al ayuntamiento de Trujillo, que situó definitivamente en la cerca "Palallana" el lugar para edificar el nuevo cementerio, aunque tal decisión no hizo sin embargo acelerar el proceso, que hubo de ir resolviendo otros asuntos y no fue menor el de la financiación. Teniendo en cuenta que la iglesia parroquial de Belén, la de San Andrés, era la más cercana al futuro cementerio, debía contarse con sus fondos para su construcción, pero también era consciente el ayuntamiento de que tales fondos eran pocos y que, en palabras de su párroco no le permitían sino atender a las necesidades del culto.
Eduardo Herbás. Plano Cementerio de Belén. AMT. Leg. 1084.3
Fue preciso acudir entonces a los fondos municipales, escasos siempre y que no podrían cubrir la totalidad de las obras proyectadas por el arquitecto Rebollar. Y Belén tuvo que esperar, pues, siguiendo el dictamen de la Comisión de Obras públicas y Sanidad, el ayuntamiento siguió considerando necesario construir un nuevo cementerio en Belén y ampliar el de la ciudad pero el orden habría de marcarlo la necesidad y el ensanche del cementerio de la Vera Cruz sería lo primero.
Y así acabó 1885 con lugar elegido, con nuevo presupuesto que, esta vez sí, incluía una partida para el nuevo cementerio, con un proyecto realizado por el arquitecto Rebollar aprobado y sin alegaciones tras ser expuesto a información pública pero sin cambios al iniciarse el nuevo año. Y además sin arquitecto municipal que llevase a cabo el proyecto, pues Sebastián Rebollar se despedía de la corporación en la sesión del 28 de diciembre.
Nada nuevo vuelve a decirse del ansiado cementerio hasta que llegue a la ciudad un nuevo arquitecto. Eduardo Herbás llegaba a Trujillo desde Cáceres  en agosto de 1886 y se hacía cargo de los proyectos en suspenso de su antecesor. No sabemos qué diferencias introdujo sobre lo ya hecho y si atendió al informe que casi dos años antes había solicitado el ayuntamiento
“Por último acuerdo: que se pida al juzgado municipal nota del nº de defunciones rejistradas en los diez años últimos con referencia al arrabal de Belén y se pase al arquitecto para que lo tenga presente al formar el proyecto para el cementerio de dicho arrabal”[1].
La llegada de Herbás aceleró todo. Fue el cementerio de Belén quizás la primera de las obras que proyecta para la ciudad y está lista ya en octubre. A partir de ese momento todo discurre ya con la velocidad habitual de cualquier proceso administrativo: proyecto, memoria, publicación en el Boletín Oficial de la Provincia, subasta de la obra y adjudicación al maestro alarife Antonio Gutiérrez Quintero, que ofreció hacer la obra por poco más de 2 pesetas por encima del precio inicial de la subasta, 5.551, 88 pesetas.

Eduardo Herbás. Fachada Cementerio de Belén. AMT. Leg. 1084.3

Adjudicada el 21 de diciembre, la obra se iniciaba al comenzar el nuevo año de 1887 y empezaba  a construirse un cementerio largo tiempo pedido y que hoy poco ha cambiado en su estructura de lo que proyectó Herbás. Sin nichos entonces, Belén tenía por fin un cementerio Católico y Civil, con osario y depósito además de un limbo no bendecido para los párvulos fallecidos sin bautizar y, sobre todo, una tierra que por muchos años acogió el último descanso de sus vecinos.


1887, enero 3. Trujillo

Sr. Alcalde Presidente del Ilustre Ayuntamiento de esta ciudad
En cumplimiento de las órdenes que V.S. se sirvió comunicarme, he ordenado al contratista de las obras para la construcción de un Cementerio Católico y Civil en el arrabal de Belén, D. Antonio Gutiérrez, que diera principio á las obras por él subastadas, habiéndolo así verificado en el día de hoy.
Lo que tengo el honor de poner en conocimiento de V.S. á los efectos consiguientes.
Dios guarde a V.I. muchos años
            Trujillo 3 de Enero de 1887
El arquitecto.
Eduardo Herbás

Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 1084, 3.

E. Herbás. Fachada capilla del cementerio. AMT. Leg. 1084.3
E. Herbás. Lateral capilla del cementerio. AMT. Leg. 1084.3


[1] AMT. Leg. 486. Sesión 17 de noviembre de 1884.


31 de octubre de 2019

El nuevo cementerio de Belén


Era finales de mayo, las seis de la tarde, y muchos de los vecinos de Belén acudían al cementerio pero no para despedir a un vecino. Allí estaba el alcalde de Trujillo y el padre Navarro, el párroco de Santa María la Mayor. Ante ellos, los vecinos del arrabal de Belén, se repetía una ceremonia que con los mismos actores pero sin el público de esa tarde, había tenido lugar por la mañana en el cementerio de la Vera Cruz de Trujillo. Porque ese suponemos que ya caluroso día de mayo, la ciudad consagraba y bendecía dos nuevos recintos para sus difuntos. En Trujillo era una más de las muchas ampliaciones que fue requiriendo el inicial cementerio de San Andrés, ya pequeño desde su creación, y que ahora, en 1887, volvía de nuevo a crecer para atender las necesidades de nuevos enterramientos. Pero para Belén era su primer cementerio y por ello sus vecinos acudieron a contemplar la ceremonia que les acercaba el lugar de su eterno reposo.
Será San Andrés, el santo que rige los contratos concejiles trujillanos, la advocación bajo la que se consagrará la capilla de su recinto sagrado, quizás porque era también San Andrés el santo que daba nombre a la parroquia que hacía pocos años se había trasladado al arrabal, la primera que había tenido Belén, como anotara el párroco en uno de los libros de la parroquia:

 "El día 1 de Marzo de mil ochocientos ochenta y dos se trasladó a este arrabal de Behelén la parroquia de San Andrés de Trujillo, siendo obispo de esta diócesis de Plasencia el Ilmo. Sr. don Pedro Casas y Souto y su primer párroco D. Manuel García y García".

Dos actos en vida realizados solemnemente para los difuntos, diferentes en tamaño e iguales en ceremonial, pero con un muy diferente significado para quienes allí se congregaron y sintieron que, por fin, se cumplía uno de sus anhelos, contar con un camposanto, tener cerca a sus difuntos.



1887, mayo 31. Trujillo
Acta de bendición de la parte nueva ampliada al cementerio de la Vera Cruz de esta ciudad.
En la ciudad de Trujillo, siendo las nueve de la mañana del día treinta y uno de mayo de mil ochocientos ochenta y siete, se constituyeron en la capilla del cementerio de esta ciudad, los señores D. Vicente Martínez Malo, Alcalde Constitucional de esta ciudad, D. Celestino González Lázaro, segundo teniente de alcalde, y D. Federico Bazaga Martínez, regidor, para asistir en representación de este municipio á la ceremonia de la bendición de la parte construida como ensanche del cementerio de esta ciudad. Presente en dicha capilla, el Sr. Vicario eclesiástico, cura rector de la parroquia de Santa María la mayor, Don Francisco Navarro con los asistentes de la misma, se procedió á la bendición de la referida capilla con el ceremonial de rúbrica, poniendo ésta bajo la advocación de la Virgen del Carmen, y bendecidas igualmente todas las partes nuevamente construidas como ensanche del antiguo cementerio, quedaron habilitadas para el culto público, dándose por terminado el acto y ordenando el Sr. Alcalde Presidente se estendiera por duplicado la presente acta que firman los Sres. concurrentes, de que certifico.
Vicente Martínez (rúbrica)
Federico Bazaga (rúbrica)
Francisco Navarro (rúbrica)   Celestino González (rúbrica)
Modesto Crespo. Secretario.

Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 512.17


Acta de bendición del nuevo cementerio construido en el arrabal de Belén.
En la ciudad de Trujillo, siendo las seis de la tarde del día treinta y uno de mayo de mil ochocientos ochenta y siete, se constituyeron en la capilla del nuevo cementerio construido en el arrabal de Belén, los señores Don Vicente Martínez Malo, Alcalde Constitucional de esta ciudad, D. Celestino González Lázaro, segundo teniente de alcalde, y D. Federico Bazaga Martínez, regidor, para asistir en representación de este municipio a la ceremonia de la bendición de dicho cementerio. Presente en dicha capilla el Sr. Vicario eclesiástico, cura rector de la parroquia de Santa María la mayor, D. Francisco Navarro, con los asistentes de la parroquia de San Andrés establecida en este arrabal, y gran número de vecinos del mismo, se procedió á la bendición de la referida capilla con el ceremonial de rúbrica, poniendo ésta bajo la advocación de San Andrés, y bendecidas igualmente todas las demás dependencias construidas para los fieles católicos, quedaron habilitadas para el culto público, dándose por terminado el acto y ordenando el Sr. Alcalde Presidente se estendiera por duplicado la presente acta que firman los Sres. concurrentes, de que certifico.
Vicente Martínez (rúbrica)
Francisco Navarro (rúbrica)  Federico Bazaga (rúbrica)
Celestino González (rúbrica)
Modesto Crespo. Secretario.

Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 512.16



3 de octubre de 2019

Cuando la iglesia adelantó el calendario

     

Hay meses que corren veloces y otros que parecen retener el tiempo y se antojan largos, muy largos. Pero el tiempo fluye al margen de nuestras sensaciones aunque, qué pasaría si en este mes de octubre, tras el día uno viniera el dos y luego llegara el tres, luego el cuatro... y directamente el quince. El tiempo sí que volaría entonces. Es lo que sintieron los trujillanos en octubre de 1582 porque un Papa, de nombre Gregorio, tomó la decisión de seguir el consejo de los sabios y arreglar el calendario. Y cortó el tiempo y redujo ese año a solo 355 días para que las Pascuas y otras fiestas “se celebrasen a sus devidos tiempos”. Ya lo habían dicho los sabios de Salamanca y de otras universidades, pero solo la autoridad de un papa podía poner el tiempo en su sitio. Porque el calendario juliano que desde tiempos romanos regía el mundo cristiano había ido acumulando un desfase que los astrónomos cifraban en 10 días. Sí, la primavera llegó ese año el 11 de marzo y había que ponerle remedio.
  Corroborando lo que ya afirmaban otros astrónomos, la universidad salmantina contestó a la consulta del papa Gregorio y del propio Felipe II en octubre e 1578, señalando como remedio la supresión de 11 días (10 como mínimo) en un solo año, de mayo a octubre, o acortando un día cada mes a lo largo de un año (no aplicándolo a febrero por ser más corto). Rodeado en Roma de los más sabios matemáticos y astrónomos, Gregorio XIII ordenó a la cristiandad ordenar el tiempo desde el 4 de octubre de 1582. “Inter gravissimas” se llamó la bula que en febrero de 1582 dictó el papa que dio nombre al nuevo calendario y que otras naciones no tan católicas como Italia y España tardarían años o siglos en acoger.
       Porque nuestro rey Felipe, el prudente, siguió los consejos de Salamanca y las órdenes pontificias y trasladó a sus súbditos, en septiembre de ese mismo año y desde Lisboa, la orden que ponía el tiempo en su sitio. Suponemos que la ciudad recibió la orden real pues así se reflejó en su libro de actas y así el día cinco no fue tal sino quince y los trujillanos tuvieron ese año un octubre corto, cortísimo, y lo tuvieron también en cuenta a la hora de hacer cuentas pues si en otros aspectos daba igual el calendario, a la hora de pagar o recaudar, los días sí que contaban, todos y cada uno de ellos, y fue necesario hacer una cierta rebaja a quienes vieron mermados sus ingresos porque el papa Gregorio adelantó el calendario.  


1582, octubre 15. Trujillo
En la çibdad de Trugillo a çinco días del mes de otubre que por propio motu de sy santidad se cuentan quinze días del mes de otubre de mil y quinientos y ochenta y dos años, los muy ilustres señores justiçia y regidores de esta çibdad se juntaron en la sala baxa de su cabildo a hazer ayuntamiento ordinario...

1583, enero 24. Trujillo
Que se desfalquen[1] los diez días de otubre de las alcavalas a los arrendadores. Este día se acordó que de los quatro quentos y medio en que está esta çibdad encabeçada, se desfalque lo que monta en los diez días que se consumieron del mes de otubre, así del prinçipal como a los arrendadores por menor, sin que se haga agravio a nadie.

(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 43.1. Fols. 555r. y 579r.)



[1] Desfalcar: Quitar parte o porción de alguna cosa o cantidad, descabalarla.
Diccionario de Autoridades - Tomo III. 1732.