Las ciudades no serán sino construcciones
sociales realizadas a lo largo del tiempo. En ellas se reflejan el devenir de
la historia, los grandes y pequeños acontecimientos, los tiempos de abundancia
y penuria, los de enfrentamiento y paz. Todo ello forma un continuum de hechos
que a lo largo de siglos, e incluso milenios, jalonan y conforman los espacios
urbanos y los grupos sociales que en ellos habitan y el modo en el que lo hacen.
Algunas de estas ciudades milenarias, como
Trujillo, encorsetadas, defendidas y cosidas por las murallas, fueron
utilizando y ocupando los espacios interiores y restringiendo los abiertos, los
pequeños ensanches y las plazas. Trujillo pronto saltó la muralla, se extendió
hacia el sur por la plaza del arrabal y las calles que desde ella se iniciaban,
creciendo extramuros y en algunos de los pequeños enclaves próximos que conformaron
luego núcleos diferenciados.
A. Durán. Hospital |
Y el espacio intramuros pasó de estar
controlado por unas y otras familias y linajes
a ser una zona progresivamente abandonada. Un espacio olvidado en el que los
muros fronteros de casas fuertes y palacios se fueron arrumbando y “la
villa”, la ciudad intramuros, se fue destruyendo y deconstruyendo, porque las
casas humildes aparecían y se abandonaban conventos, casas fuertes e iglesias.
Y allá por comienzos del siglo XX se pensó que ese espacio escaso y avariento
en plazas podía contar con una entre el palacio de las Chaves-Mendoza, antiguo
convento de los Descalzos y entonces Hospital, y la casa fuerte de los Escobar.
Un plaza que enseñoreara estos edificios y que abriera aún más la puerta de Santa
Cruz, llamada ya entonces de San Andrés. Tan solo había un par de obstáculos
que dificultaban la puesta en marcha de este proyecto de deconstrucción urbana.
Unos obstáculos en forma de iglesia -que en ese momento de abandono de los
barrios altos ya no cumplía los fines de culto que originariamente tuvo- y de
una valiosa y preciada "cisterna" entonces considerada “perjudicial y
sin ninguna ventaja conocida".
¿José Engo Muñoz?. La Alberca e iglesia de San Andrés.
|
1906,
febrero 13. Trujillo
Proposición.
Terminado el despacho ordinario, el Sr. Pérez
Mediavilla propuso a la corporación que toda vez que se halla anunciada la venta
por el Estado de la antigua iglesia parroquial de San Andrés, debiera
adquirirla el Ayuntamiento, destruirla, conservar únicamente el atrio, en el
cual y según la tradición cuenta se reunían los señores de la ciudad y
autoridades para salir o acordar la defensa de la misma, dejando lo demás como
plaza de adorno para el Hospital que le da fachada y para el atrio en donde
debiera construirse monumento bastante a recordar aquellos hechos; que debiera
a la vez desaparecer, cegándola, el depósito de agua llamado Alberca,
perjudicial por más de un concepto y sin ninguna ventaja conocida, pudiendo
sustituirla ventajosamente para bañarse construyendo establecimiento más
apropósito en otro sitio donde gratuitamente y sin peligro, y con el decoro
debido, pudiera tomar baños el que lo deseara. El Ayuntamiento acordó que la
Comisión con el sr. arquitecto estudien este asunto y haciendo un proyecto y
presupuesto aproximado de lo que podría importar el gasto, someterlo al
Ayuntamiento antes del ventitrés del actual en que ha de celebrarse la subasta
de la iglesia.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 1513.1, fols.
56v-57r.)
Llegado el día 23 de febrero, en la sala
del ayuntamiento donde habría de celebrarse la subasta de la antigua iglesia de
Santa Cruz o Vera Cruz, entonces llamada de San Andrés, el propio alcalde de la
ciudad, don Fernando Orellana y Orellana dio comienzo al acto por el que el
Estado procedía a subastar el templo trujillano de acuerdo a las leyes
desamortizadoras iniciadas en el siglo anterior y que había sido publicado en
el número 1469 del Boletín Oficial de Ventas de Bienes Nacionales de esta provincia.
“Todo el edificio está sin cubrir,
estando los muros en ruina incipiente. Da su fachada al sur y linda por su
derecha entrando y por la izquierda con la plazuela donde está situada, llamada
de los Descalzos, y por la espalda con calle pública de la Alberca”, nos dice
la documentación. El objeto de la subasta era un edificio y terraza aneja de
351 metros cuadrados dividido en tres piezas que dos peritos (el arquitecto
municipal de Trujillo, don José López Munera, en nombre del Estado, y el
práctico don José Galeano, nombrado por el ayuntamiento) habían tasado en 545
pesetas y 75 céntimos.
La Opinión. 1908 |
No nos dan las actas municipales las
razones por las que la proposición del concejal don Luis Pérez-Aloe Mediavilla
no tuvo el apoyo de la Comisión a la que se trasladó su estudio y un único
licitador se presentó al acto: el sombrerero trujillano don Ramón Cano Cordero
ofrece al Estado la cantidad con la que se iniciaba la subasta,
comprometiéndose a abonar las 545 pesetas y los 75 céntimos en cinco plazos.
“La villa” se quedó sin su gran plaza, la
Alberca siguió siendo lugar de baños estivales y la ciudad contó con una nueva
y curiosa fábrica de sombreros que se vendían en la gran sombrerería de Ramón
Cano de la calle Tiendas.
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