A las
puertas de la iglesia de San Martín, y ante el regimiento de la ciudad, el 20
de enero de 1534, el licenciado Luis Pérez de Palencia presentaba la carta de
su nombramiento como juez de residencia de Trujillo. Como tal, su cometido
habría de ser investigar el modo de proceder del corregidor saliente, Bernardino
de Ledesma, escuchando cuantas quejas se presentaran sobre su actuación y la de
sus oficiales, en un procedimiento judicial –el juicio de residencia- que
fiscalizó y controló durante siglos la labor de los funcionarios públicos al
finalizar su mandato.
Como nueva autoridad judicial de la ciudad, el licenciado
Pérez recibió en ese acto las varas del teniente de corregidor y del alguacil
mayor y, junto al resto del concejo, se trasladó a las casas del ayuntamiento
donde prestó juramento.
Comenzó entonces su tarea de investigación del
comportamiento de Ledesma, al mismo tiempo que ejercía las labores normales de
un corregidor, presidiendo las reuniones concejiles.
Apenas cinco días después, la ciudad le encomienda que
resuelva una importante necesidad: la iglesia de San Martín, el arrabal, necesita
un reloj. El de Santa María estaba lejos y su sonido no llegaba al Trujillo que
se esparcía por la plaza del arrabal y las calles que de ella salían. En sus
manos dejaban el asunto dándole libertad para disponer aquello que más conveniente
le pareciere. Y eso hizo el licenciado Pérez: tomó consejo de los maestros
canteros de la ciudad y, con el proyecto decidido, mandó que se pregonase para
buscar quien quisiera realizar la obra.
Pero pocos días antes del remate, tres de los regidores
muestran su posición contraria, no a que se instale el reloj sino a los cambios
que parecía que habrían de hacerse en la torre de San Martín, porque elevar su
altura casi 10 metros más para colocar el reloj les parecía una obra demasiado
costosa e innecesaria.
1534, febrero 13. Trujillo
Relox.
Este dicho día, los señores Diego López de
Ribadeneyra e Martín de Chaves e Gerónimo de las Cabeças, regidores dixeron que
por quanto a sydo acordado e proveido por merçed al señor juez que fiziese
poner un reloz en la torre de la yglesia de San Martín desta çibdad y su merçed
a fecho apregonar e mandar pregonar que la torre se alçe para ello çierta
cantidad, que le piden e requieren que la dicha torre no alçe y que el reloz le
ponga como la torre no se alçe más de como está. E ansy lo pidieron por
testimonio.
E luego el dicho señor juez dixo que al
tienpo que él tomó la vara en esta çibdad, que muchos veçinos della que biven
en el arraval lo encargaron e pidieron que porque el reloz que está arriba en
la çibdad no se oya en los arravales y se pasava el año que no oyan ora
ninguna, que toviese por bien que porque se oyese en los arravales, que se
pusyese un reloz en la yglesia de Sant Martín desta çibdad para que todos lo
oyesen e aprovechase a todos e vista la neçesidad que del avía, él lo propuso
en el ayuntamiento delante de los dichos señores regidores y paresçiéndoles
bien le encargaron que él toviese cargo de lo fazer poner como le pareçiese e
por bien toviuse e lo pusyese e lo pusyese e que él llamó a los ofiçiales
canteros de la çibdad para que ordenasen la manera de lo que se podía e devía
fazer para lo poner e que los dichos ofiçiales ordenaron la manera de cómo se
avía de fazer para que bien estoviese e con ella él vino a dar cuenta al
ayuntamiento e a mostrársela y le respondieron que no hera menester mostrársela
syno que fyziese lo que le estava cometido y que ansy conforme a la misma orden
que estava dada por los dichos maestros lo puso en pregón y se a pregonado çiertos
días y está aperçebido el remate para el domingo venidero e que el domingo se a
de rematar pero que sy a todos los señores rexidores les pareçe que no se deve
hazer, que no se haga.
E luego, el señor Pedro Suárez de
Toledo, regidor, dixo que porque el dicho reloz es muy neçesario de se poner en
la dicha torre y está cometido al dicho señor juez, que su voto e pareçer es
que se faga e ponga como conviene e al dicho señor juez le pareçiere.
El dicho señor Juan Barrantes
dixo que todo lo que conviene que se faga en la torre para poner el reloz, que
su voto es que se faga como convenga, pues que se cometió a su merçed.
El dicho señor Ferrando de
Loaysa, rexidor, dixo que dezía lo mismo que el dicho señor Pedro Suárez e Juan
Barrantes, rexidores.
El dicho señor Juan de Hinojosa,
rexidor, dixo que muy bien que el dicho reloz se ponga en la torre de Sant
Martín, pues que está cometido al dicho señor juez y lo faga como le paresca e
como convenga, de tal manera que el reloz que está arriba en Santa María no se
pierda.
Este dicho día, el dicho Ferrando
de Carvajal, rexidor, dixo que pues el dicho reloz se cometió al dicho señor
juez para que lo hiziese poner, que su voto e pareçer es que se ponga el dicho
reloz e se alçe la torre todo lo que fuere menester para lo poner, que está muy
bien porque del ay mucha neçesidad en esta çibdad.
Otrosy, los dichos señores Martín
de Chaves e Ribadeneyra e Gerónimo de las Cabeças, rexidores, dixeron que en
quanto a lo que dize el dicho señor juez de traer las condiçiones al ayuntamiento,
que nunca tal oyeron ni tal vieron y que sy pensaran que la torre se avía de
subir más de como agora está y que agora dize el señor juez que se a de subir
quarenta pies, que es mucho gasto para la çibdad y cosa eçesyva e que para dar
limosna a una iglesia o monasterio es menester liçençia e facultad de sus
Magestades, que lo piden y requieren como rexidores e personas que no vieron
las condiçiones que su merçed dize que traxo al ayuntamiento, que no faga la
dicha obra y que sy lo pusiere, que lo ponga de otra manera e a menos costa
como ellos dirán y protestavan de lo dicho e ordenado sy neçesario fuere.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo
20.14, fols. 109v-110v)
Cinco regidores fueron pues favorables a acometer
la obra en San Martín que permitiese instalar en su torre un reloj y la
documentación hace pensar en un principio que el proceso siguió adelante.
Rematada la obra por 50.000 mrs. en el cantero Martín de Legorreta, vecino de
la ciudad, el 16 de febrero éste presentó a sus fiadores, Diego Serrano y Juan
Casco, entalladores, comprometiéndose a que “fará la dicha obra e porná luego
mano en ella e no alçará della mano fasta la fazer e fenesçer e acabar”. Sin
embargo, los regidores contrarios a tal actuación no desistieron en su
posición, argumentando que el mandato recibido por el juez de residencia fue
situar un reloj en San Martín y no modificar su torre, ya que emplear dineros
de los propios de la ciudad en esta nueva obra, ajena al concejo, requeriría
licencia de la Corona, que no se tenía, llegando incluso a conminar al
mayordomo, Cristóbal de Ribera, para que no procediese al desembolso de los
50.000 mrs., amenazándole con “que si lo pagare, que no se le tomará en
quenta”.
Desde la década anterior, la iglesia de San Martín
estaba en obras, habiéndose iniciado en 1526 la ampliación del templo en su
capilla mayor. En 1534 las obras continuaban y la ciudad había contribuido con
importantes cantidades en los cinco años anteriores, satisfaciendo en ese
momento los 50.000 mrs. que aún restaban por pagar de 1533. Era cantidad
suficiente para cubrir el coste de la obra de la torre y colocar el reloj. Pero
parece que los regidores contrarios a modificar la torre tienen una mejor idea
de cómo emplear los dineros concejiles:
“Este dya[1]
los dichos señores regidores dixeron que será más útil y provechoso para la
iglesia de señor San Martín, porque está descubierta y es la prinçipal
perruchia que ay en la çibdad y quantos aylli (sic) van a oyr el devino ofiçio
reçiben mucha pena quando llueve o faze frío, que piden y requieren al dicho
señor juez que tenga por byen que quatroçientos ducados que se pueden gastar en
la obra de la dicha torre y relos porque será más sustançial por agora cubrir
la dicha yglesia, que le piden y requieren que estos quatroçientos ducados se
gasten en cubrir la dicha yglesia, que después Dios dirá si se hubiere de fazer
el relos para lo fazer”.
Esta
posición será la que se mantenga y la torre debió esperar hasta 1546 para ser
transformada, aunque los trujillanos del arrabal disfrutaron pronto de un
reloj. El juez de residencia Luis Pérez de Palencia no pudo completar el
encargo recibido de la ciudad, que quizás reiteró la petición al nuevo
corregidor que en septiembre de 1534 llegó a Trujillo, Antonio V ázquez de Cepeda. Pocos meses después el deseo
de tener un reloj en San Martín se verá cumplido.
1535, abril 5. Trujillo
Que se enbíe a Toledo por un maestro para un
relox.
Este dicho día los dichos señores mandaron
que se enbíe a Toledo por un maestro para que se haga en esta çibdad un relox
de mano en el arrabal, en la parte e logar que paresçiere que mejor esté. Y que
la çibdad le pagará su trabajo de venida y estar y buelta conforme al asiento
que con él diere el alcalde mayor de Toledo, a quien mandaron que se escriba
sobre ello.
(Archivo
Municipal de Trujillo. Legajo 20.14, fol. 265r.)
Iglesia de San Martín con el chapitel del reloj realizado en 1555 por Sancho de Cabrera
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