Prestos a cumplir las disposiciones emanadas
de las Cortes de Cádiz, el ayuntamiento trujillano, con su corregidor
presidente Lesmes Bravo a la cabeza, se dispuso en 1812 a elegir un lugar
conveniente donde establecer un cementerio. Desde Cádiz se urgía para que cesasen
los enterramientos en las iglesias y el procurador síndico del común de Trujillo,
Manuel González, propuso en marzo de ese año "que el sitio más aparente para el cementerio
es el combento arruinado de relijiosos Descalzos por estar en un sitio muy alto
fuera de la población y no perjudicar a ningún mineral de aguas".
Lo cierto es que una ciudad devastada por la
guerra ofrecía múltiples espacios vacíos tanto en sus inmediaciones como dentro
del propio núcleo y todo parece indicar que el ayuntamiento se decantaba por
"la guerta del combento arruinado de la Coria".
Sin embargo, como ocurrirá años
después, los regidores trujillanos prefirieron basar la decisión en la
opinión experta de los médicos de la ciudad, que habrán de evaluar los
distintos lugares que ofrecían el espacio apropiado para un camposanto.
1812, junio 16. Trujillo
Se bio la
certificación de los médicos D. Manuel Malo de Molina y D. Antonio de los Ríos
Sierra a consequencia del reconocimiento que han echo de la cerca del combento de Magdalena, guerta
del de San Francisco el Real y cerca de la fortaleza, y resultando de dicha
certificación que los facultativos allan aparente para Campo Santo la cerca de la fortaleza
por las combinientes razones que expresan, se acuerda que uno de los
escribanos pase a recojer la llave de D. Diego Cisneros, que ésta se ponga en
poder del Sr. Vicario para que haga se formen otras por los señores curas
párrocos, recojiendo cada uno la que le corresponda, inmediatamente se bendiga
el Campo Santo a cuyo fin se pasará el correspondiente oficio de política y
enseguida se ponga una puerta aparente
al caso, con una cruz sobre ella que demuestre el sitio que encierra. Que a la
mayor brebedad se componga la ermita que se alla dentro de referida fortaleza,
a cuyo fin se da comisión al Sr. Regidor decano por el celo que ha manifestado
en esta grande obra que de ella depende un gran beneficio al vecindario,
confiando el Ayuntamiento de su esactitud se haga todo a la mayor brebedad
valiéndose de los medios que juzgue oportunos en representación de este Ilustre
cuerpo.
Esto acordaron y firmaron sus señorías. Damos fe.
Bravo (rúbrica)
Gordo (rúbrica) García (rúbrica) Calderón (rúbrica)
González
(rúbrica) Rentero (rúbrica)
Ante
nos
Josef
Cecilio Bernet y Garzía (rúbrica)
José Secos Bueno (rúbrica)
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 414, fols. 26v-27r)
La decisión estaba tomada. El castillo, la
fortaleza trujillana, acogería en sus muros el nuevo cementerio de la ciudad.
Se adecentó el recinto y se hicieron las obras "con la seguridad y decencia posible".
El día 7 de agosto de 1812 "sólo falta la lizenzia para vendecir el
terreno" y esa licencia llegaba pocos días después desde Plasencia,
autorizando el obispado a bendecir el cementerio de la fortaleza.
Es éste el momento en que surgen los
problemas para el proyecto. Quien se consideraba el legítimo dueño del
castillo, el marqués de la Conquista, reclamó el reintegro del "libre uso del cercado y fortaleza que se ha
elejido para cementerio" alegando que, como Alférez Mayor de la fortaleza,
le correspondía el pleno dominio del recinto.
Ante esta reclamación, la ciudad se reafirma
en su propiedad, no considerando al marqués dueño de los muros y terrenos que
cierran, pese al título que detenta, y que sólo por "un género de obsequio
a su persona se le ha permitido tener la llave de la referida fortaleza cuando
ha habido puertas, habiendo servido de recreo a su persona y familia".
No le asistía por tanto, a juicio de la ciudad, ningún derecho a tal
reclamación y ningún otro terreno ofrecía las mismas ventajas para el
establecimiento del camposanto. Por ello acordaron seguir el recurso que ante
los tribunales había iniciado Jacinto de Orellana Pizarro, marqués de la Conquista,
"hasta lograr lo acordado por el
ayuntamiento, el qual no puede desentenderse de sus regalías y
privilejios".
Hoy el
castillo no acoge el cementerio; las disposiciones de las Cortes de Cádiz
quedaron sin efecto tras la guerra, el marqués vio reconocido su derecho y la
ciudad hubo de abandonar el proyecto.
Sepultura de Clodoaldo Naranjo Alonso. Sacerdote e Historiador. 1878-1946
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