26 de noviembre de 2024

Los cortejos de los "cuerpos reales"

    La primera vez que Leonor de Austria, reina ya de Portugal, pasó por Trujillo, marchaba a Lisboa tras contraer matrimonio por poderes con Manuel I, viudo entonces de Isabel y María de Aragón, tías de Leonor. El jueves 11 de noviembre de 1518, pocos días antes de cumplir 20 años, la hija primogénita de Juana de Castilla y Felipe de Austria se detenía en Trujillo, de donde partiría el lunes siguiente, y la ciudad decidía agasajarla como solía, con toros.

1518, noviembre 11. Trujillo
Toros de fiesta de la reina de Portugal. Y ansí juntos, acordaron y mandaron que por quanto la serenísima señora reyna de Portugal a de estar en esta çibdad hasta el lunes y en otras partes se an hecho fyestas de correr toros, que mandavan e mandaron que el mayordomo haga traer seys toros para que se corran y maten el domingo.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 13, fol. 125r.)

    La última vez que Leonor de Austria, reina viuda de Portugal y Francia, pasó por Trujillo, en 1574, marchaba a El Escorial para que sus restos reposaran en el panteón que su sobrino Felipe quería dedicar a su dinastía. 
    En el invierno que dio paso a 1574, tres cortejos fúnebres recorrieron los caminos que llevaban al monasterio de El Escorial desde Granada, Mérida, Yuste, Valladolid y Tordesillas. 
    Con claras instrucciones recibidas desde la Corte (“he mandado ordenar el memorial o instrucción que se os enviará con esta”), tres obispos y tres nobles trasladaron los restos reales que habrían de ser depositados en el nuevo Panteón Real. 
    Desde Granada, el obispo de Jaén y el conde de Alcalá de los Gazules deberían llevar desde la Capilla Real a Yuste los restos de la emperatriz Isabel (fallecida en 1539), de los hermanos del monarca, Fernando y Juan (muertos en la niñez en 1530 y 1538) y de su primera esposa, la princesa María Manuela de Portugal (fallecida en 1545 en Valladolid y sepultada en Granada en 1549). 
    El prelado de Coria y el conde de Oropesa serían los encargados de trasladar también a Yuste, desde la iglesia de Santa María la Mayor de Mérida, los restos de Leonor de Austria, sepultada en el templo emeritense tras fallecer en Talaveruela (luego Talavera la Real) en 1558.
Cenotafio de Carlos V y su familia. Carlos V, su esposa Isabel y sus hermanas María y Leonor.
Monasterio de El Escorial. Pompeo Leoni. Fuente: Patrimonio Nacional.

    Desde el monasterio jerónimo de Yuste, el obispo de Jaén y el conde de Alcalá, llegados desde Granada, trasladarían en un solo cortejo a El Escorial los “cuerpos reales” a los que se sumarían los restos del emperador Carlos.
    También desde Valladolid y Tordesillas, un obispo, el de Salamanca, y un noble, el marqués de Aguilar, llevarían al monasterio escurialense los restos de la reina María de Hungría (fallecida como sus hermanos Carlos y Leonor en 1558) y de la reina Juana, cuyo cuerpo sería entregado “a los dichos obispo de Jaén y duque de Alcalá que le han de llevar a Granada”, donde sus restos reposarían junto a los de su esposo Felipe y sus padres, Isabel y Fernando. 
    Etapas, acompañamientos y protocolos, honras y túmulos, ornamentos, misas, sufragios, hachas y velas, todo estuvo minuciosamente planeado y dispuesto para que los cortejos civiles y religiosos estuvieran a la altura de la dignidad de los “cuerpos reales”que acompañaban. 
    Mulas con las cabezas cubiertas con “caparazones de paño negro” portarían, “en los palos de litera que para ello estará aparejada”, los féretros envueltos en brocados blancos para los dos infantes, “por haber muerto niños”, y el resto en paños de terciopelo negro “y quando lloviere o nevare, se porná ençima de la litera el ençerado que se llevare”. 
Guardia de a pie y a caballo, frailes y “sacerdotes de misa”, gentiles hombres, criados reales y oficiales, constituían un cortejo que abría una cruz portada por un clérigo “clérigos vestido con su sobre pelliz”.
    Trujillo recibió dos de los cortejos con dos días de diferencia. Mucho antes de su llegada, el obispo de Coria escribía a la ciudad para que se aprestase a organizar todo lo necesario para recibir los restos de la reina de Francia.

1573, diciembre 7. Trujillo
Reçibimiento de la reyna de Françia. Este día se reçibió e leyó una carta del señor obispo de Coria en que avisa cómo por esta çibdad tiene de pasar el cuerpo de la reyna de Françia y para ordenar el reçibimiento y aposentos y la çera que fuere menester y lo demás, se cometió a los señores Pedro Mesía de Escobar y Hernando de Orellana, los quales respondan a el señor obispo. 
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 39, fol. 626v.)

    Todo estuvo listo para cumplir lo mandado por el rey y así lo comunicó Trujillo al prelado cauriense, Diego Tello de Daz,a el día 15 de enero a través de los dos comisarios nombrados el mes anterior, quienes habrían de notificarle “lo que esta çibdad hará en el reçebimiento de los huesos de la cristianísima reyna de Françia”, respondiendo a las instrucciones recibidas de Felipe II por el obispo cauriense: “y en los lugares prinçipales, el dicho Obispo y conde avisarán a los eclesiásticos, justicia y regimiento para que salgan en procesión con cruzes como se acostumbra rescebir los cuerpos reales y lo mismo harán quando salieren…”.
    Para tal recibimiento y despedida, era necesario repartir “lutos” y disponer el ceremonial que venía impuesto desde la Corte.

1574, enero 18. Trujillo
Reçebimiento de los cuerpos reales difuntos. Lutos. Este día se leyeron e obieron en este ayuntamiento dos cartas, una del duque de Alcalá y otra del obispo de Coria por las quales y por el traslado de la çédula de Su Magestad que enviaron, pareçe que por esta çibdad tienen de pasar y llevar los cuerpos de la enperatriz y otras personas reales que se traen de Granada y llevan a San Lorenzo el Real y así mesmo el cuerpo de la cristianísima reyna de Françia y se acordó que para los reçibimientos que se tienen de hazer, se saque y dé a cada regidor a siete varas de bayeta negra para hazer una capa y caperuça de luto a costa de esta çibdad y esto a los regidores que se hallaren presentes y no a los ausentes y a el alguazil mayor çinco varas y a el sesmero çinco varas y a cada escrivano de ayuntamiento, a cada uno çinco varas. Y que los señores Pedro Mesía de Escobar y Hernando de Orellana, comisarios, hagan prevenir los monesterios y cofradías y lo demás. Y se ynformen si será bien o no que los regidores lleven hachas de çera.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 39, fol. 637v.)

    Dos días tuvo que esperar la comitiva granadina en Santa Cruz de la Sierra para cumplir el deseo de Felipe II de que quienes desde Mérida trasladaban a doña Leonor de Austria llegasen a Yuste dos días antes que el resto de los “cuerpos reales”, para dar así ocasión de que en el monasterio jerónimo se celebrasen en honor de doña Leonor sus propias ceremonias. 
    Se sucedieron esos días visitas de cortesía a Santa Cruz para ofrecer en nombre de la ciudad al obispo de Jaén y al conde de Alcalá “el buen reçibimiento y lo demás que les parezca” y se libraron gastos que ocasionarían las dos comitivas. El cerero Francisco González, dispuso 48 hachas de cera para que ardieran en tal ocasión y Hernando de Mendoza trajo de los lugares de la comarca los bastimentos necesarios para alimentar a tan numerosas comitivas   .
    Esa semana no se reunió el concejo, quizás demasiado ocupado en completar y cumplir el ceremonial previsto. Dos túmulos se levantaron en la ciudad, uno quizás en la plaza y otro en el interior de la iglesia de San Martín, donde se llevaron a cabo los responsos y misas que estaban ordenados: “en los lugares donde se hiziere noche se porná el ataúd en la yglesia ençima del estrado que para ello se hará cubierto de paño negro y se colgarán dos paños de luto en las paredes de la tal yglesia a los lados del dicho cuerpo”, de lo cual se encargarían los oficiales mandados desde la corte. 
    El día de llegada, al poner en el estrado los ataúdes, estaba dispuesto que se les diría un responso “y quedarán algunos de los dichos religiosos y clérigos de noche en la tal yglesia con el cuerpo”, mientras que al día siguiente, antes de salir, se oficiaría una misa de requiem rezada o cantada. 
    Adornados los túmulos con los letreros y epitafios que realizó el escribiente trujillano Francisco Rodríguez, la ciudad supo estar a la altura de la dignidad de quienes por ella pasaron (vivos o difuntos) y honró los “reales huesos” como haría pocos años después cuando, con el mismo destino, el cortejo fúnebre de la cuarta esposa de Felipe II, su sobrina Ana de Austria, se detuvo en Trujillo.

---------------------------------------
Bibliografía: María José Redondo Cantera: “Arquitecturas efímeras y escenografías funerarias para la última reunión familiar en El Escorial (1573-1574)”. O largo Tempo do Renascimiento. Arte, Propaganda e Poder. (2008). Pp. 691-742.

Inmaculada Arias de Saavedra Alías: “Exequias granadinas por reinas hispano-portuguesas. La emperatriz Isabel, la princesa María
y la reina Bárbara de Braganza”. Las relaciones discretas entre las Monarquías Hispana y Portuguesa: Las Casas de las Reinas (siglos XV-XIX). Vol. 3. (2009). Pp. 2043- 2083.