Cumpliendo el plazo impuesto por el Gobierno Político de
Extremadura, Trujillo bendijo su cementerio provisional el 18 de octubre de
1820. Desde Badajoz, Álvaro Gómez Becerra, el Jefe Político de la región, había ordenado el día 2 de dicho mes al
ayuntamiento trujillano que “en el término preciso de quince días se habilite
un cementerio provisional mientras se constituye el permanente y cesen los
enterramientos en las iglesias, dando cuenta de haberse egecutado”.
Recibida la orden, en sesión extraordinaria el ayuntamiento
de la ciudad se dispuso a cumplirla. El lugar estaba elegido. La
opinión de los médicos era unánime y tan solo faltaba cerrar la compra del
terreno (el arruinado convento de la Magdalena) con su propietario, el convento
de religiosas de San Miguel, poner una puerta a la cerca y bendecir el lugar.
Era 7 de octubre y el tiempo apremiaba.
Pero todo cambia al día siguiente. Ese día, a las cuatro de
la tarde, y presidida por el alcalde primero, Lesmes Bravo, se celebra Junta
con los curas párrocos. Acuden don Tomás Martín de Prado, vicario eclesiástico
y cura de la parroquia de Santa María la mayor, don Felipe Tomás Recio, párroco
de San Martín, don Andrés Holguín, de Santo Domingo, don José Moreno y Acevedo,
de Santiago, don Rodrigo Vivar, encargado de la de San Andrés, y don Marcos
Casas, cura propio de la iglesia de San José, en Huertas de Ánimas. Todos ellos
son parte interesada pues las rentas de sus parroquias habrían de costear gran
parte de las obras necesarias para establecer el nuevo cementerio. Pero no
sería en el convento de la Magdalena. No es ese el sitio que propone el
ayuntamiento. El alcalde Bravo les da a conocer la nueva opinión del médico
Ramón González Trejo, quien ahora juzgaba más adecuado como emplazamiento del
cementerio la parroquia arruinada de San Andrés y su terreno contiguo. El
cementerio provisional “en el pabimento de dicha iglesia, y cerrado el terreno
contiguo puede establecerse el permanente”, elección que ratifican los miembros
de la comisión que ese día se nombra para reconocer el terreno:
“Hemos reconocido el terreno que ocupa la parroquia destruida
de San Andrés y su circunferencia y hallamos que el pabimento que ocupaba la
iglesia es muy a propósito para el Cementerio Provisional, y cerrando el
terreno contiguo es muy capaz para el permanente y con menos dispendio”.
Del mismo modo se expresan los médicos titulares de la
ciudad a quienes el alcalde pidió que certificasen que la elección era la
correcta y que el lugar reunía las condiciones adecuadas para tal instalación.
Portada de la antigua iglesia de San Andrés. Cementerio de la Vera Cruz |
“Los infrascriptos, médicos titulares certifican que el
terreno que ocupan las ruinas de la parroquia que fue de San Andrés y sus
circunferencias es muy apropósito para la construcción del cementerio, sin
causar perjuicio a la salud pública, tanto por estar situada entre el poniente
y norte, quanto por hallarse bastante distante de la población y rodeado de
paredones muy altos. Es quanto, en obsequio de la verdad, podemos
certificar”.
Decidido el lugar, los maestros alarifes, José Martínez
Dupaso y Agustín Bazaga, reciben el encargo de tasar las obras consideradas
indispensables para la construcción del cementerio en el sitio señalado (pared,
bóveda, tejado y “seis panteones cómodos y proporcionados”), la limpieza y el
aseo del pavimento de la iglesia destruida, mientras que el maestro carpintero
Pedro Blázquez debería cuantificar el coste de la madera para el retablo para
la capilla, marco del frontal, una mesa con cajón para colocar los ornamentos
“y el maderamiento de la que fue capilla mayor, como igualmente las puertas de
berjas que han de colocarse en la entrada del cementerio”.
Solo quedaba notificar a párrocos y conventos de religiosos
la orden de cesar los enterramientos en sus recintos y, por supuesto, proceder
a bendecir el nuevo Campo Santo. Y así, un 18 de octubre de 1820, la iglesia de
San Andrés, arruinada en la cercana guerra contra los franceses, se convertía
en la capilla del provisional y definitivo cementerio de la ciudad.
1820, octubre 18. Trujillo
Certificación
de bendición del cementerio
El
infrascripto escrivano de este número y secretario del Ayuntamiento
Constitucional, certifico: Que en este
día de la fecha, por el señor don Tomás Martín de Prado, vicario juez
eclesiástico de esta ciudad y su vicaría, a presencia del señor alcalde
primero, de mí dicho escrivano y de otras varias personas que concurrieron,
bendixo según el ceremonial de la iglesia el cementerio provisional establecido
en la iglesia arruinada de San Andrés, de todo lo qual doy fe y lo firmo de
mandato judicial en Trugillo a diez y ocho de octubre de mil ochocientos
veinte.
José
Cecilio Bernet y García (rúbrica)
(Archivo Municipal de
Trujillo. Legajo 564.2.)
Interior de la antigua iglesia de San Andrés. Cementerio de la Vera Cruz |