Siempre los puentes sirvieron para unir, para restañar
heridas y costuras en los territorios que los ríos parecían abrir y sangrar.
Los puentes han sido como las grapas que a lo largo de la historia los seres
humanos han hecho luchando contra los elementos, contra las riadas y las avenidas,
contra los bordes abruptos e incluso contra la propia intolerancia de los
pueblos cuando han dirimido sus conflictos con guerra, violencia y destrucción.
Los puentes son el mejor ejemplo del trabajo y el esfuerzo común y hay puentes
que han tenido un valor aun más simbólico por su importancia en la proximidad
de la frontera y en el acercamiento que siempre se debiera producir entre las
naciones.
La construcción de los puentes siempre fue preocupación de
pueblos y ciudades que quisieron que las vías que llegaban o salían de unos y
otras pudieran sortear los obstáculos y coser ríos y arroyos. En ocasiones, la
magnitud de la empresa exigía el esfuerzo común y desde tierras lejanas llegaban
recursos que amortiguaran las dificultades y penurias de aquellas ciudades que
habían visto sus puentes destruidos. Por eso se hicieron trasvases de dineros
de una a otra cuenca y, en más de una ocasión, desde las tierras del Tajo se
allegaron fondos suficientes a las tierras del Guadiana para reconstruir puentes
de vida y comunicación no siempre destruidos por el hombre.
Porque en ocasiones, como tantas otras veces hizo, el
Guadiana reclamó márgenes y orillas y, aventado, llevó aguas abajo restos de barcas,
pontones y puentes que una y otra vez hubo que restañar y reconstruir.
“Badajoz es una
grande, hermosa y antigua ciudad, situada en la frontera de Portugal, sobre el
Guadiana, con un magnífico puente de obra de albañilería”, describía en 1580 el
militar alemán Erich Lassota de Steblovo. Ese magnífico puente, el de Palmas,
sufrirá una y otra vez los embates de las aguas o de los hombres y una y otra
vez se pedirá también a los hombres, cercanos y lejanos, que ayudasen a su
reconstrucción.
En diciembre de 1831 Trujillo acudía a Badajoz para
realizar consultas ante el Intendente de Extremadura[1]. Será
un vecino de esta ciudad, Jesús Remón, representando a Trujillo, quien traslade
al Intendente la duda trujillana sobre quiénes de sus vecinos estarían
obligados a contribuir para recaudar la cantidad de 232.114 reales asignada a Trujillo para ayudar a “la composición
del puente de Palmas de esta plaza”, obra que debería sufragar toda la
provincia extremeña. ¿Deberían contribuir, con el resto de los vecinos, las
clases privilegiadas trujillanas?. ¿Y los empleados civiles de la ciudad?.
¿Deberían contribuir igualmente “los vecinos forasteros que poseen fincas en el
término de Trujillo?. La respuesta que recibe la ciudad en Badajoz es clara: el
puente de Palmas debería recibir la contribución de todos los trujillanos y de
aquellos que poseyeran tierras en su término.
Pero
no era ésta la primera vez que desde Trujillo se ayudó a Badajoz a reconstruir
su hermoso puente. En diciembre de 1603, una fuerte crecida del Guadiana
destruyó 16 de sus 24 arcos y fue necesario poner en marcha una reconstrucción que
se realizaría entre 1609 y 1612, bajo la dirección del corregidor de Badajoz
don Fernando Ruiz de Alarcón. Pero antes fue necesario recabar la ayuda de
otras tierras y a Trujillo llega en septiembre de 1607 Antonio de Gironda,
vecino de la ciudad de Badajoz, comisionado por su corregidor, García de Silva
Figueroa, reclamando que Trujillo abonase la cantidad que le correspondía en el
repartimiento hecho en la provincia para proceder el reparo del puente de
Palmas. El lunes 17 de septiembre de 1607, ante el corregidor don Antonio de
Achotegui y Olaso y veinte de los regidores trujillanos, uno de ellos, Vasco
Calderón Enríquez, da a conocer la presencia en Trujillo del comisionado
pacense. Y también en esta ocasión, como luego ocurriría en 1831, el
ayuntamiento de la ciudad tiene importantes dudas sobre quiénes habrían de
ayudar a rehacer el puente de Palmas de Badajoz.
1607,
septiembre 17. Trujillo
Puente
de Badajoz.
Hizo
relación Vasco Calderón Enríquez cómo está en esta ciudad un receptor con
comisión del corregidor de la ciudad de Badajoz, juez de comisión sobre el
reparo de aquella puente, a cobrar dozientos ducados que se están deviendo de
los quatrocientos ducados que fueron repartidos a esta dicha ciudad, como
parece por las provisiones reales que para esta cobrança traxo traslado de ellas.
Y aviéndose tratado y conferido se dudó si se podía pagar de propios o si se
havía de repartir entre quien lo deviese pagar. Y para resolver esta duda
fueron llamados los letrados de esta ciudad y entraron en este ayuntamiento los
dotores Vázquez y Camargo y aviéndoseles hecho proposición de lo dicho, dixeron
que lo que por derecho está dispuesto en este caso es que semejantes
repartimientos se paguen de propios de
ciudad y que no los aviendo se puedan repartir por todos los vezinos, así
pecheros como nobles y aún por los eclesiásticos, porque desto ninguna persona
es excusada. Y que pues esta ciudad tiene propios, les pareçe que se puede
pagar de ellos aunque no aya facultad porque el mismo derecho la da.
Y
visto por la ciudad el dicho pareçer, se acordó que Vasco Calderón Enríquez
haga pagar el dicho dinero y los salarios del receptor conforme a su comisión y
que para ello se despache librança en forma y se avise al mayordomo lo pague
luego donde no que corran por su quenta los salarios.
(Archivo
Municipal de Trujillo. Legajo 66, fol. 369.)
Puente
de Palmas de Badajoz. Detalle. Piante
d'Estremadura e di Catalogna, de Lorenzo Possi. 1687. Badajoz (2014)
|