Han sido éstos tiempos de cartas y misivas a Reyes, tiempos de
alegría, ilusión y buenas nuevas. En 1704, una escueta nota señalando la visita
de un rey nos habla sin embargo de trabajos, desazón y quebranto.
El libro de actas del concejo de 1704 comienza indicando brevemente el
paso de Felipe V por la ciudad:
"Tránsito del Rey nuestro señor por esta ciudad el domingo 6 de
julio de 1704. Detúbose hasta el lunes en cuyo día le besó la ciudad su real
mano".
Un paso rápido que sin embargo supuso para la ciudad un enorme coste
porque su llegada se hizo esperar.
En enero de ese año Felipe V comunicaba a la ciudad, desde Madrid, su
intención de "salir a campaña para que mis vasallos españoles tengan
consuelo en lo que les atiendo". Y esas campañas se acercaban a Trujillo
ya que en un horizonte cercano, la guerra con Portugal, apoyo del candidato
austriaco al trono español, se veía como segura.
En febrero, el corregidor hacía saber a la ciudad que por noticias que
había recibido del entorno del rey, éste estaba próximo a pasar por la ciudad e
incluso "hazer mansión y poner su corte en ella por algún tiempo". Y
aunque no era oficial y la noticia no había llegado desde ningún ministro,
Trujillo se apresta a tener todo dispuesto para tan alto honor. Alojamientos,
bastimentos, reparación de calles y caminos, dinero en suma que no se tiene
pero que ha de estar previsto. Podrían hacerse repartimientos entre villas y
lugares del Partido, si el Consejo de Castilla lo permitiese. Habrán de
disponerse los caballeros regidores a trabajar duro para que resulte un éxito
la esperada visita.
En marzo aún no se ha decidido el recorrido del rey por estas tierras.
Y Trujillo espera y prepara. Procura informarse, manda emisarios que recaben
noticias e intercedan porque Trujillo sea el destino del monarca.
Y por fin el día 14 de marzo llega la ansiada noticia. El rey llegará
a Jaraicejo dos días después y desde esa villa se anuncia que pasará por la
ciudad. Se pide paja y cebada y una larga lista de provisiones para enviar a
Jaraicejo y la ciudad se queja de su escasez, de la gran cantidad de tropas a
las que ha debido de suministrar tales productos. Pero todo sea por ver llegar
al rey a Trujillo. Y se reparte el trabajo y se aprestan a sacar de donde no
hay.
Pero el rey no viene. Acabará en Plasencia desde donde declara la
guerra a Portugal y dirige la campaña.
Será de vuelta a casa, a la corte de Madrid, cuando Felipe V pise las
calles trujillanas. Viene de Cáceres y, tras comer en la venta de la Matilla,
llegará a Trujillo el domingo 6 de julio, para seguir su camino al día
siguiente.
Será también ocasión de poner en marcha lo ya previsto en marzo. El
reparto del trabajo se hizo entonces, y ahora, tras pedir prestados los dineros
para los importantes gastos que se avecinan, todos contribuyen a tan importante
acontecimiento.
1704, julio 4. Trujillo
La ciudad dijo que por quanto se halla con fixa notizia de que el Rey
nuestro señor (que Dios guarde), de retirada de campaña a su corte, a de hazer
tránsito por esta ciudad el día seis de este mes, acordó se hagan todas las
prevenziones nezesarias de vastimentos con la mayor abundanzia que se pudieren
lograr y las demás disposiziones para el rezibimiento de Su Magestad con la
mayor dezenzia que la cortedad del tiempo lo permitiere, así en arcos
triunfales, fuegos y luminarias y corrida de toros, si Su Magestad los
permitiere. Y respecto de que antezedentemente, en la ocasión que se tubo
entendido biniese de tránsito Su Magestad, se repartió el cuidado de estas
prevenziones a los cavalleros rexidores, le tendrán cada uno de prevenir y
disponer lo que toca, así en la abundanzia de bastimentos como en las demás
cosas precisas para el más dezente festejo y rezibimiento de Su Magestad e que
son en esta forma: para lo tocante a las casas del hospedaxe de Su Magestada,
los señores don Françisco de Mendoza Sotomayor, marqués de San Miguel, y don
Pedro de Chaves Mesía. Para mandar
hazer todo jénero de platos dulzes y prebenir las demás viandas para la real
casa, al señor don Pedro de Cárdenas Portocarrero; para el aloxamiento de la
real comitiba, los señores don Antonio de Orellana y Tapia y don García Antonio
de Alarcón y don Antonio Risel, comisarios de guerra. Para la probisión de
niebe y pan masado, a los señores don Antonio de Orellana y don Diego Quílez de
Castro, abogado de los Reales Consejos, y don García de Alarcón. Para la
prebención de arcos, al señor don Juan Pizarro; para la probisión de todo
jénero de bastimentos, al dicho señor don Diego Quílez de Castro. Para la limpieza
y adorno de las calles entrada y salida de la ciudad, al señor don Nicolás
Antonio de Orozco. Para el allano y composición de los dos caminos, de Cázeres
a esta ciudad al señor don Mathías de Orozco Carrasco y de ella a la villa de
Jaraizejo al señor don Juan Diego Zervantes, todos capitulares de esta ciudad
que están presentes. Y respecto de serlo así mismo los señores don Juan Antonio
de Obiedo, del Consejo de Hazienda de Su Magestad, en cuya comitiba a tenido a
esta ciudad, y don Fernando Joseph de Orellana Piçarro y Barrantes, que se
halla enfermo, se les partizipe esta resolución para que concurran (como se
espera) a quanto conduzca al mejor logro de lo acordado y resuelto por la
ciudad. Así mismo se despachen expresos sin la menor dilazión a algunas de las
villas y lugares de su partido para que se conduzcan a esta ciudad todos los
mantenimientos por el dicho señor don Diego Quílez de Castro, a quien está
cometido. Y se traiga del pozo de la niebe que tiene esta ciudad toda la
nezesaria para que no aiga falta, demás de la que está mandada traer y remitir
a la villa de Cázeres para el tránsito de Su Magestad en aquella villa. Y
respecto de que Su Magestad a de comer al mediodía del domingo seis del
corriente que a de entrar en esta ciudad en la venta de la Matilla, que está en
su término, se remitan a ella la niebe y demás jéneros de bastimentos en
abundancia, de que quiden los señores don García Antonio de Alarcón y don Diego
Quílez de Castro, graciosamente y en la misma forma se dé la paxa y zebada nezesaria
para la cavalleriça de Su Magestad, sus guardias y reximientos.
Hyacinthe Rigaud. "Felipe V". 1701. Palacio de Versalles |
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