El arca no deja de sorprendernos. Una y otra vez aporta informaciones y datos de pequeños o grandes acontecimientos.
En un tiempo en el que España y Portugal eran un solo reino y un vasto imperio ultramarino, el arca nos cuenta retazos de una historia, de un proyecto, de una de las grandes obras públicas que se concibió para unir aún más las dos capitales que ahora tenían un mismo rey y para contribuir notablemente a la unión de ambos reinos hasta entonces separados y las más de las veces enfrentados.
Porque eso se pretendió haciendo navegable el río Tajo para que hombres y mercancías, trigo y soldados, pudieran remontar desde Lisboa las aguas del río más largo de la península o dejarse llevar por su corriente hasta encontrarse con el mar.
Hacia finales del siglo XVI se pretendió así unir por las aguas del Tajo la ciudad de Lisboa y el centro de Castilla hasta un punto muy próximo a la corte, la ciudad de Toledo. Comenzaron los trabajos en 1581 bajo la dirección del ingeniero Juan Bautista Antonelli, quien daría por concluidas las obras del primer tramo (Abrantes a Alcántara) en octubre del año siguiente. El puente de Alcántara sería el puerto en el que embarcarse para Lisboa y todo hacía pensar que el reconocimiento del segundo tramo (Alcántara a Toledo) que Antonelli había iniciado ya, permitirían retomar de nuevo los trabajos. Porque primero había que reconocer la disposición del río, su caudal en los meses secos del verano y en tiempos de aguas, sus riberas y riberos, los “malos pasos”, las presas y molinos.
Desde Madrid, en agosto de 1584, una real provisión de Felipe II hacía saber a los corregidores y justicias de las ciudades, villas y lugares de Extremadura el apoyo que los procuradores en Cortes habían mostrado al proyecto, solicitando al monarca la continuación de los trabajos y aprobando el apoyo económico que el reino estaba dispuesto a prestar.
El reparto de tal aportación se realizaría en función de los “beneficios” que la navegación del Tajo traería a los diferentes territorios y en marzo de 1585 ya sabían las ciudades extremeñas cuál habría de ser su aportación económica para sufragar los gastos de las obras que abrirían el río.
De los 311.000 maravedís repartidos a Trujillo, la ciudad contribuyó con 63.402 siendo el resto distribuido entre las villas y lugares de la tierra. Pero la misiva real de 1584 mandaba además proveer a Antonelli de “materiales, piquetas, azadones y herramientas, carretas, bestias y otras cosas que fueren menester” así como maestros, oficiales y peones que trabajarían en la obra.
El 11 de septiembre de 1584, Antonelli hacía saber que ese día se iniciaban los trabajos para abrir a la navegación “desde la puente de Alcántara arriba” tras "haber hecho bendecir el río y la navegación".
Cuando los trabajos pasaron de Alcántara a Garrovillas, Serradilla o Serrejón, cuando se acercaron a las tierras trujillanas, la ciudad hubo de aportar lo que pocos estudios tienen en cuenta, el trabajo de quienes harían realidad el proyecto de Antonelli. Y así, como otros lugares de Extremadura y luego de Toledo, Trujillo y su tierra aportaron no solo dinero sino también hombres.
En un tiempo en el que España y Portugal eran un solo reino y un vasto imperio ultramarino, el arca nos cuenta retazos de una historia, de un proyecto, de una de las grandes obras públicas que se concibió para unir aún más las dos capitales que ahora tenían un mismo rey y para contribuir notablemente a la unión de ambos reinos hasta entonces separados y las más de las veces enfrentados.
Porque eso se pretendió haciendo navegable el río Tajo para que hombres y mercancías, trigo y soldados, pudieran remontar desde Lisboa las aguas del río más largo de la península o dejarse llevar por su corriente hasta encontrarse con el mar.
Hacia finales del siglo XVI se pretendió así unir por las aguas del Tajo la ciudad de Lisboa y el centro de Castilla hasta un punto muy próximo a la corte, la ciudad de Toledo. Comenzaron los trabajos en 1581 bajo la dirección del ingeniero Juan Bautista Antonelli, quien daría por concluidas las obras del primer tramo (Abrantes a Alcántara) en octubre del año siguiente. El puente de Alcántara sería el puerto en el que embarcarse para Lisboa y todo hacía pensar que el reconocimiento del segundo tramo (Alcántara a Toledo) que Antonelli había iniciado ya, permitirían retomar de nuevo los trabajos. Porque primero había que reconocer la disposición del río, su caudal en los meses secos del verano y en tiempos de aguas, sus riberas y riberos, los “malos pasos”, las presas y molinos.
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| Puente de Alcántara. Fuente: https://viajes.nationalgeographic.com |
Desde Madrid, en agosto de 1584, una real provisión de Felipe II hacía saber a los corregidores y justicias de las ciudades, villas y lugares de Extremadura el apoyo que los procuradores en Cortes habían mostrado al proyecto, solicitando al monarca la continuación de los trabajos y aprobando el apoyo económico que el reino estaba dispuesto a prestar.
El reparto de tal aportación se realizaría en función de los “beneficios” que la navegación del Tajo traería a los diferentes territorios y en marzo de 1585 ya sabían las ciudades extremeñas cuál habría de ser su aportación económica para sufragar los gastos de las obras que abrirían el río.
De los 311.000 maravedís repartidos a Trujillo, la ciudad contribuyó con 63.402 siendo el resto distribuido entre las villas y lugares de la tierra. Pero la misiva real de 1584 mandaba además proveer a Antonelli de “materiales, piquetas, azadones y herramientas, carretas, bestias y otras cosas que fueren menester” así como maestros, oficiales y peones que trabajarían en la obra.
El 11 de septiembre de 1584, Antonelli hacía saber que ese día se iniciaban los trabajos para abrir a la navegación “desde la puente de Alcántara arriba” tras "haber hecho bendecir el río y la navegación".
Cuando los trabajos pasaron de Alcántara a Garrovillas, Serradilla o Serrejón, cuando se acercaron a las tierras trujillanas, la ciudad hubo de aportar lo que pocos estudios tienen en cuenta, el trabajo de quienes harían realidad el proyecto de Antonelli. Y así, como otros lugares de Extremadura y luego de Toledo, Trujillo y su tierra aportaron no solo dinero sino también hombres.
1585, mayo 31. Trujillo
Sobre los ofiçiales y peones que pide el liçençiado Guajardo para abrir la navegaçión del Tajo. Este día llegó aquí un alguazil de el liçençiado Guajardo, juez de comisión por Su Magestad para avrir la navegaçión del río de Tajo, con requisitoria por donde pide se repartan entre esta çibdad y su tierra dozientos peones y se alisten los ofiçiales que obiere para quando él enbiare por ellos. Y por ser mucha la cantidad de peones que pide, se acordó que esta çibdad le escriva y vaya a le hablar Martín Sánchez, sesmero, vezino de esta çibdad, y lleve ynstruçión de lo que tiene de hazer y la ynstruçión le de el señor Garçi Ramiro.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 57, fol. 178r.)
Sobre los ofiçiales y peones que pide el liçençiado Guajardo para abrir la navegaçión del Tajo. Este día llegó aquí un alguazil de el liçençiado Guajardo, juez de comisión por Su Magestad para avrir la navegaçión del río de Tajo, con requisitoria por donde pide se repartan entre esta çibdad y su tierra dozientos peones y se alisten los ofiçiales que obiere para quando él enbiare por ellos. Y por ser mucha la cantidad de peones que pide, se acordó que esta çibdad le escriva y vaya a le hablar Martín Sánchez, sesmero, vezino de esta çibdad, y lleve ynstruçión de lo que tiene de hazer y la ynstruçión le de el señor Garçi Ramiro.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 57, fol. 178r.)
Muchos hombres le parecieron a Trujillo los solicitados por el gobernador de Alcántara y allá enviaron al sesmero, al representante de las villas y lugares de la tierra de Trujillo para que “rebajase” su petición, para que redujera la aportación en hombres que cada una de esas villas y lugares habría de hacer.
No solo se pidieron hombres, también Trujillo debería poner barcos. Barcos para el río, barcos para el trabajo en sus aguas, barcos que seguro serían algo más grandes que los que en ocasiones “surcaron” las lagunas y estanques de la ciudad.
No solo se pidieron hombres, también Trujillo debería poner barcos. Barcos para el río, barcos para el trabajo en sus aguas, barcos que seguro serían algo más grandes que los que en ocasiones “surcaron” las lagunas y estanques de la ciudad.
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| Puente de Alcántara. Chorographia del río Tajo hecha por Luis Carduchi. 1640. (Toledo 2008) |
1534, octubre 30. Trujillo
Barco para linpiar los estancos. Este día los dichos señores dixeron que por quanto los estancos desta çibdad están llenos de ovas e vescosidades y que no se pueden linpiar sin vaziarse toda el agua de los dichos estancos, lo qual es en perjuizio del serviçio desta çibdad, acordaron y mandaron que se hiziese un barco para linpiar los dichos estancos con çiertos artifiçios.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 20.14, fol. 213v)
La flota trujillana la compusieron ocho barcos que con hombres prácticos de la tierra y el río se unieron a los que aportaron Alcántara, Garrovillas, Plasencia, Cáceres y Belvís.
Barcos y hombres para conseguir superar arenales y rápidos, bajíos y aceñas sorteando riberos y portillas y construyendo caminos de sirga desde los que las mulas arrastrarían las naves.
Hubo que pagar la construcción de ocho barcos y repartir 100 hombres, porque la comisión dada al sesmero conseguiría que el licenciado Guajardo redujese a la mitad los hombres pedidos a Trujillo para trabajar en el Tajo.
El día seis de julio de 1585, en el ayuntamiento presidido por el corregidor Juan de Lodeña, la ciudad realizaba el reparto de los oficiales y peones que pedía el licenciado Guajardo, “çien onbres para açadoneros y trabajadores” y “algunos ofiçiales pedreros”, de los que seis, “que sepan leer y escrevir” y “onbres onrados” partirían como “sobreestantes(1) y mandones”. Pero Martín Cañas el viejo, Juan del Puerto, Juan Casillas y Juan Martín Cámara fueron los elegidos como sobrestantes de la ciudad junto a Pedro Gutiérrez, el de la calle Olleros, Francisco González de Avilés. Pedro Alonso Baños y Antón Ramos el negro, los pedreros trujillanos.
Un correo comunicaría a cada una de las villas y lugares los hombres que habrían de poner a disposición del río. De Logrosán, el lugar más poblado de la tierra trujillana, dos oficiales pedreros y ocho azadoneros. Garciaz, Berzocana, Cañamero y Santa Cruz de la Sierra contribuirán cada uno con dos oficiales y seis azadoneros; Zorita nombraría un oficial y cuatro peones; Madrigalejo y Escurial cuatro peones mientras que Herguijuela, Abertura y Búrdalo (Villamesías) aportarían tres peones. De Orellana la Vieja, Acedera, El Campo (Campolugar), Alcollarín, La Zarza (Conquista de la Sierra), Puerto de Santa Cruz, Ibahernando, Robledillo, Navalvillar de Pela y La Cumbre partirían dos peones a las obras y Orellana de la Sierra, Aldea del Pastor (Santa Ana), Plasenzuela, Marta (Santa Marta de Magasca), Madroñera y Torrecillas de la Tiesa, los concejos con menos población, deberían mandar un peón, a quienes se pagaría “su trabajo y jornal desde que salieren de sus casas”.
¿Y los barcos? ¿Qué fue de la “flota” trujillana? Parece que corrieron la misma suerte que el proyecto. Ni se invirtió en la mejora y mantenimiento de las obras del río ni se aplicaron medidas fiscales que hicieran atractivo embarcar mercancías en cualquiera de los puertos del Tajo, cuando por tierra era fácil atravesar la frontera eludiendo los pagos.
Si la navegación fluvial por el Tajo languidecía lentamente, en 1591, seis años después de su construcción, Trujillo decidió cerrar el último lazo que le unía al proyecto, sus barcos. Barcos trujillanos y brazos de todas las villas y lugares que contribuyeron a soñar con el mar en tierras de interior, un sueño que no llegó a buen puerto .
1591, agosto 2. Trujillo.
Barcos de Tajo. Este día, Marcos de Orellana, regidor, trató y dio quenta cómo por comisión de esta çibdad escrivió a Bartolomé González, regidor de esta çibdad, que está en Madrid, para que supiese si esta çibdad podría disponer de los barcos que hizo para el río de Tajo por mandado de Su Magestad porque no se perdiesen del todo, el qual dize que le a respondido que se a ynformado y que la çibdad puede disponer de los dichos barcos a su boluntad porque no an de ser de probecho ni son menester. Atento a lo qual se cometió a el dicho Marcos de Orellana que sepa dónde están los dichos barcos y qué xarcias tienen y los haga y lo haga todo bender con el mayor benefiçio que sea posible.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 60, fol. 102v.)
(1). Sobrestante: capataz. Persona que gobierna a trabajadores (RAE)

