22 de diciembre de 2024

Y pasó el año 1915

    El año comenzó de forma muy parecida a su final, con tiempo revuelto. Si el 25 de enero la nieve cuajó en las calles trujillanas, aunque poco después la lluvia la hizo desaparecer, el 24 de diciembre, en la Nochebuena, un temporal de viento y lluvia hizo caer algunos árboles y partió el cristal y la esfera del reloj de San Martín, arrancando el minutero. En medio de esas dos fechas transcurrió un año, 1915, difícil para muchos trujillanos y con tantas penas y alegrías como el anterior y el siguiente.
    Mientras Europa se desangraba en una guerra que acabaría con la vida de gran parte de sus jóvenes, una España oficialmente neutral era incapaz de solucionar los dos grandes problemas que muchos españoles, sobre todo en las zonas rurales, veían complicarse año a año, la falta de trabajo y los elevadísimos precios de los productos más esenciales.
    Con un jornal diario que rondaba las 3 pesetas y 50 céntimos, muchos trujillanos, jornaleros los más, poco podían llevar a sus mesas cuando la docena de huevos se vendía en el mercado de la plaza a 1,75 pesetas y el kilo de carne de cerdo a 2,50 pesetas, lo mismo que el kilo de tocino y el litro de aceite. Y eso cuando había jornal que cobrar, porque con el mal tiempo, con el frío del invierno, los trabajos agrícolas escaseaban y no pocas familias trujillanas hubieron de recurrir al Comedor Popular que en la parte de atrás del Ayuntamiento Viejo repartía raciones de cocido para la comida y de arroz con bacalao o judías con patatas para la cena. 
    En los 60 días que el Comedor permaneció abierto entre enero y febrero (volvería a abrir en diciembre), unas 62.000 raciones salieron de sus ollas para las casas más necesitadas. Y cerró porque se agotaron sus fondos y no porque se agotaran las necesidades. 
    Los ingresos que mantuvieron ese comedor llegaron de otros muchos trujillanos a los que también afectaba la subida de los precios y a los que se impuso el incremento de su impuesto de Consumos para sostener ese reparto de comida. 
    En el año de 1915, el pago del impuesto de Consumos (impuesto sobre alimentos, bebidas y combustibles, la tasa central de los impuestos municipales) que muchos trujillanos debían pagar no tuvo las cuatro cuotas trimestrales de otros años. Para contribuir al mantenimiento del Comedor, ese año se pagaron seis trimestres y no porque el año se alargara hasta los 18 meses sino porque se impusieron dos pagos trimestrales “extras”, al inicio y al final del año.
    Aún con todas estas penurias, 1915 tuvo sus momentos de fiesta y bailes en los salones de las Sociedades (el Casino o el Círculo de la Amistad) o en los de “La Novedad”, “Liceo”, “La Perla”, “El Gallo”, arriba en la villa, o “La Gran Cervecería”. Ya fuera San Fulgencio, las Candelas, los Carnavales, la feria de junio o la de septiembre (la “feria del Cristo), la Virgen del Rosario o las Navidades, en Trujillo y Huertas de Ánimas se bailó y se disfrutó.
    Aunque no hubo capeas, los trujillanos asistieron a la Plaza de Toros para la novillada de feria (con Machaquito II y Palmeño ante la “espantá” de Camará Chico) y los festejos que aficionados y empleados del comercio organizaron casi siempre con fines benéficos (para el asilo, para la cárcel, para familias necesitadas, la reconstrucción de la iglesia de Herguijuela...).
    Por supuesto, en la feria de junio hubo teatro, una Compañía de Zarzuela y Opereta dirigida por José Talavera hizo las delicias de quienes adquirieron el abono para las 25 representaciones que ofreció la Compañía a los trujillanos. 
    Otros muchos disfrutaron también en el Teatro Principal de las tres Compañías de aficionados existentes en la ciudad, la Sociedad dramática que dirigía Dionisio E. Carretero, la “Juventud Artesana” y la “Sociedad Cómico-Dramática Artesana”. Esta última se constituyó ese mismo año, presidida por Antonio Santaolaria, e inició su andadura con un aplaudido “Don Juan Tenorio” que se estrenó el 19 de diciembre, amenizando los intermedios la Banda Municipal.
La Opinión. 1/6/1916
    Porque la ciudad tenía nueva Banda Municipal desde el año anterior y bien que disfrutaron los  trujillanos de los múltiples conciertos que en la Plaza Mayor o en el Paseo de Ruiz de Mendoza (entonces en plena ampliación para dotarle de un templete para la música) ofrecieron en cuantas ocasiones pudieron. Bajo la dirección de Francisco Durán Guerrero, los 43 integrantes de la Banda Municipal lucieron los uniformes que en el otoño del año anterior les confeccionó la sastrería de Agustín Moreno con el paño azul que el ayuntamiento adquirió en el establecimiento de los “Sres. Sanz Hermanos”, donde también se compraron las gorras que completaban su atuendo.
    En marzo se celebraron elecciones provinciales que pasaron sin demasiado interés, como lo demuestra el que la siempre criticada compra de votos resultara poco rentable para los que decidieron poner su voto en venta, “solo el abono del jornal” o “algún cigarrillo puro”. 
    Desde mayo estuvo expuesta en un zaguán de la calle Tiendas la maqueta que el escultor madrileño Rafael Galán Sánchez había presentado a la Comisión creada desde 1913 para levantar un monumento a Francisco Pizarro. La figura de bronce de Pizarro se alzaría sobre un pedestal colocado en el pilón de la fuente central de la Plaza Mayor. Gustó pero… no se hizo. 
La Opinión. 1/6/1916

    Un día antes de Todos los Santos, el 31 de octubre, domingo, Trujillo dedicaba a su Patrona, la Virgen de la Victoria, unas fiestas realizadas, según la prensa, con “decaído entusiasmo”. Novena, Salve, procesión por el atrio de San Martín y algunos bailes en los Salones de moda. 
    Algunas señoras trujillanas (doña Rosario Paredes, doña María Guillén y doña Margarita de Iturralde) se propusieron ese año revitalizar la gran fiesta religiosa que era la Semana Santa, también en plena decadencia. En su deseo de reorganizar la Cofradía de la Soledad, auspiciaron la adquisición de una nueva imagen que realzara la procesión del Viernes Santo. De “tamaño natural, de buena talla y colorido excelente”, flanqueada por ángeles en su cabecera y pies, la imagen de “Jesús yacente” que aún hoy recorre las calles de Trujillo en la noche del Viernes Santo salió de los talleres de "Arte Cristiano" de Olot (Girona) y causó sensación en la ciudad haciendo que la procesión que partió desde el templo de San Francisco fuera calificada de “hermosa, brillante y sublime”.  
La Opinión. 1/4/1915

1915, abril 1. Trujillo
Por la tarde, a las siete, saldrá de dicha iglesia la Procesión del Santo Entierro, recorriendo la carrera del año anterior y organizada en la siguiente forma: Abrirán la marcha una pareja de la Guardia Civil de caballería, siguiendo en torno suyo los niños con la cruces y a continuación la Banda municipal de música y Paso del Cristo yacente alumbrado por los caballeros asistentes, que se dividirán en dos filas, continuando los Pasos de San Juan, la Magdalena y la Soledad, acompañando las señoras y señoritas de la localidad y por último formará el Clero y Autoridades”.
(Archivo Municipal de Trujillo. Hemeroteca de prensa histórica digitalizada. La Opinión. Semanario Independiente. Jueves 1/4/1915, pág. 2) 

La Opinión. 1915
    No tocó la lotería en Trujillo ese año (el 48.685 llevó la suerte a El Ferrol) aunque algunos tuvieron la fortuna de que su papeleta coincidiera con algún “gordo”. Quienes recibieron una papeleta por su donación para el sostenimiento de las Clases de Enseñanza y Dibujo de la Sociedad de Socorros Mutuos “La Protectora” estuvieron bien atentos al sorteo de la Lotería del 11 de diciembre, esperando llevarse algunos de los tres “gordos” premios. El cerdo de 11 arrobas fue para el vecino de Huertas de Ánimas Francisco Delgado Mateos. El de 9 arrobas acabó en manos del maestro barbero Santiago Criado y el de 7 arrobas fue para el operario de la imprenta de La Opinión, José Corrales.
    Terminaba el año en el que Trujillo había rezado por el fin de la guerra europea, había dado la bienvenida a un nuevo obispo en la diócesis placentina y había visto los primeros “Libros de familia”.    
    Terminaba un año y todas las esperanzas se depositaban en el siguiente: que bajaran los precios y los impuestos, que hubiera más trabajo, que la plazuela de San Judas se empedrara, que Pizarro tuviera al fin su monumento, que hubiera mejor suerte y nuevos proyectos.