Hubo un tiempo en que Trujillo comenzó a crecer, pletórica de vitalidad, más allá de las murallas de la villa. Lo hacía dejándose caer hacia el mediodía, por la ladera menos abrupta, acercándose a los replanos y siguiendo el sentido natural de las aguas vertientes hacia lo que sería la plaza del arrabal y la calle Nueva, hacia los prados de la Encarnación o la calle García. Pero un pequeño promontorio cercano, casi sin suelo, berrocal en su sentido más puro, también se ocupó lentamente y con dificultad: era la antigua parroquia de San Clemente en torno a la que se arracimaban algunas casas y donde, contra la lógica que seguía el crecimiento de la ciudad, se encastillará el convento de Santa Clara.
Iglesia de San Clemente |
Pronto la reducida comunidad se irá ampliando y a doña Isabel Rol Calderón, abadesa en estos primeros años, doña Catalina Rol, su vicaria, María de la Concepción, Catalina de Santa Clara, Inés de San Francisco, Juana de la Madre de Dios, Catalina de la Concepción y Leonor de los Ángeles, la madre portera, se unirán pronto otras religiosas: Beatriz de Espariegos, Isabel Álvarez y su hermana María Jiménez de Paredes (hijas de Pedro de Loaisa y Luisa de Tapia), Estefanía de San Juan, Catalina de Cristo, Flor de Tapia, doña Blanca de Sotomayor, Juana de Torres, doña Beatriz de Guzmán, Inés Rol Palomeque, María Gutiérrez de Ovando, doña Leonor Pimentel, Francisca de Ovando Aldana, María Gutiérrez Palomeque o doña Catalina de la Cruz.
En 1535 las “casas del Recaudador” seguían siendo la morada de las monjas de la Concepción de Santa Clara, “en tanto que se haze el monesterio junto a la yglesia de San Clemeynte de la dicha çibdad, que está començado a hazer”. Así, todo irá cambiando en el entorno de la iglesia, concediendo el convento una calle al concejo en lugar del espacio tomado junto al templo o rompiendo el berrocal para mejorar los accesos a nuevo edificio en construcción
“Este día, los dichos señores mandaron pagar a Pero Herrández, cantero, en cuenta de la obra e peñas que se le dio a quebrar e allanar el camino baxo de San Clemeynte, quatro ducados...” (1535)
El convento irá poco a poco surgiendo de esas peñas que serán su firme cimiento, en el alcácer que Fernando de León les dio en 1535 a cambio de unos censos sobre casas en la calle Nueva que las monj
as poseían, alcácer junto a los solares que ya tenían y que lindaba “por la parte de abaxo con alcáçer de Juan de Malpartida y con la calle que baxa de San Clemeynte a la fuente de la Çarçuela”, lugar donde también tendrán su huerta.
as poseían, alcácer junto a los solares que ya tenían y que lindaba “por la parte de abaxo con alcáçer de Juan de Malpartida y con la calle que baxa de San Clemeynte a la fuente de la Çarçuela”, lugar donde también tendrán su huerta.
“Liçençia de la huerta de Santa Clara. Este día, los dichos señores dieron liçençia a las monjas de Santa Clara que residen en Sant Clemeynte para que la huerta del monesterio que tienen començado a hazer, por la parte de abaxo de la calle vaya la pared en su derecho por la parte y lugar que fue señalado por la justiçia e regidores desta çibdad a dar al alcáçer de Juan de Malpartida”. (1538)
Poco a poco, los trujillanos verían nacer de las peñas de su berrocal uno de los mayores edificios conventuales de la ciudad, cuya construcción, en ocasiones, a buen seguro, habría de dejar casi vacías las arcas del monasterio.
El 15 de octubre de 1541 la madre abadesa comparecía “delante de la red del monesterio de la Conçebçión de la horden de Santa Clara que es junto a la yglesia de Sant Clemeynte”. Junto a ella, otras monjas profesas convocadas “a canpana tañida”, según lo tenían de costumbre, se reunían para dar su opinión y acordar la venta de una de sus propiedades. Contando con la aprobación y licencia de fray Lorenzo del Robledo, su vicario y visitador, las monjas franciscanas de Santa Clara vendieron la cuarta parte de la dehesa del Carneril, cerca de Santa Marta y el río Tamuja, por 450.000 mrs., cantidad que les permitiría proseguir las obras ya comenzadas de unos edificios “muy neçesarios e convinientes a su quietud e reposo e abitaçión”. Testigos de aquella venta fueron Francisco Gutiérrez, cantero, y García de Vergara, maestro de cantería, quizás intervinientes en aquellas obras.
Convento de la Concepción de Santa Clara. Espadaña y escudo de la ciudad |
Pero como en otras muchas ocasiones, la ciudad también prestó su ayuda económica al monasterio. Las saneadas cuentas de la ciudad del siglo XVI permitieron que Trujillo ayudara en la construcción del coro en 1565 o más tarde en su enfermería.
Este antiguo convento acoge ahora al viajero pero las monjas de la Concepción y Santa Clara siguen estando cerca de San Clemente, en un nuevo convento sobre aquellas peñas que surgen del berrocal y que siguen mostrándose potentes junto a la iglesia o en las calles cercanas.
1593, febrero 5. Trujillo
Acuerdo en favor del monesterio de Santa Clara.
Este día don Françisco de Sotomayor y Juan Piçarro de Carvajal hizieron relaçión de cómo por petiçión que en este ayuntamiento se dio por parte del convento y monjas de Santa Clara de esta çibdad, pidieron y suplicaron que la çibdad las faboreçiese para la obra de la enfermería, se le cometió se ynformase de la dicha neçesidad y lo viesen y que ellos lo an visto e ynformádose de los médicos; y ansí hizieron relaçión que el dicho monesterio y monjas tienen estrema neçesidad del dicho reparo y obra y que el dicho monesterio es muy pobre, atento a lo qual se acordó que esta çibdad ayude y favorezca a el dicho monesterio con seysçientos reales de sus propios en limosna, con tanto que para ello las dichas monjas y monesterio pidan y saquen facultad de Su Magestad, que esta çibdad desde luego presta consentimiento para ello.
(Archivo Municipal de Trujillo. Legajo 60, fol. 225v.)