9 de junio de 2022

"Somos archivo"

    “Somos archivo” porque cada persona atesora su historia, llena de afanes y desdichas, momentos felices y desventuras. “Somos archivo” porque nuestras historias, las nuestras y las de quienes nos antecedieron, conforman un universo vital y social que siempre espera que alguien lo descubra.
    “Somos archivo” es el lema que este año preside la Semana Internacional de los Archivos, la semana de las arcas que guardan historias, la semana grande del arca trujillana que aún permanece casi cerrada. Y por eso, porque buscamos historias, volvemos a otro arca, una especial, arca de arcas, archivo de archivos donde se atesora la “memoria e historias de las gentes”.
Archivo General de Simancas
    Impone entrar en el antiguo castillo de los Enríquez acondicionado por Juan de Herrera para archivo de la Corona, el Archivo General de Simancas. Impone acceder a sus salas, pensar en sus fondos, imaginar lo que encontraremos en sus legajos. Folio a folio descubrimos historias que nos sorprenden por desconocidas, nos confirman lo que ya intuíamos o nos abren nuevos caminos que desearíamos recorrer con rapidez.
    Para celebrar el que “Somos archivo”, para celebrar las muchos historias que guardan y nos aguardan, hoy, Día de los Archivos, el arca de Trujillo deja paso al arca de Simancas, a una de esas historias trujillanas que nos hemos traído de tierras castellanas.
    Una historia de Isabel de Vargas, señora de Valhondo y El Puerto, esposa del segundo Correo Mayor de Indias, Diego de Vargas Carvajal, y heredera del linaje de los Vargas. 
    Trujillo es entonces (1520) una ciudad violenta (como todas) con bandos y parcialidades que mantienen por generaciones odios y rivalidades, altercados y enfrentamientos que con frecuencia hacen correr la sangre por las calles trujillanas.
    Siendo aún niña, vive y convive con esa violencia: su abuelo Alonso de Sotomayor (un Chaves) asesinó a su abuela Isabel Calderón y día tras día su padre, con los Vargas, rivaliza con los Chaves por conseguir convertirse en la familia con mayor relevancia de la ciudad. 
    Cuando su padre Juan de Vargas fallece en Granada en 1517 a manos de un Chaves, todo parece estar decidido en su futuro. Juan de Vargas había concertado ya su matrimonio con Diego de Carvajal, hijo del doctor Galíndez de Carvajal, sus bienes quedarían en manos de su tío Luis  Carvajal de Vargas, que los debería administrar mientras no alcanzase la edad para el matrimonio, y su persona en poder de otro de sus tíos, Alonso García de Vargas, deseando su padre que su única hija, doña Beatriz “....more en mis casas, porque mis parientes e amigos la vean e vesyten todo este tienpo e le den todo lo nesçesaryo para su sostenimiento...”. Debería haber llevado una vida tranquila, rodeada de parientes aunque quizás lejos de su madre, doña María de Sotomayor, una Chaves a la que sus hermanas Mayor y Juana y sus parientes ayudaron un año antes a huir de Valhondo y de su esposo para refugiarse en Portugal.
    Rodeada de los suyos pero parece que no tranquila. Es rica pero es menor y mujer y sus muchos bienes son deseados por quienes deberían protegerla. Será el doctor Galíndez de Carvajal quien acuda a la Corona reclamando que la joven salga de la tutela familiar por no ser segura, comisionando el Consejo de Castilla al licenciado Andrés de Villanueva para que realizase las pesquisas oportunas sobre el caso, “sacase de donde estubyese doña Beatriz de Bargas, menor, hija de Juan de Bargas, difunto, y la depositase en una casa honesta y syn sospecha”.
    Nunca pensó el licenciado Villanueva que la comisión fuera tan difícil y le pusiera en tan complicada situación. Su ayuda debería haberle venido del corregidor de la cercana villa de Cáceres, pero corregidor Álvaro de Lugo “no está en esta tierra  e es ydo a su casa o a la corte” por lo que la primera decisión de Villanueva sería sacar a doña Beatriz de su casa y mantenerla bajo su custodia “la qual tengo en una casa en esta çiudad de Trusyllo con aquellas dueñas y criadas que tenía y la servían y su padre la dexó y mandó que la syrbiesen, la qual tengo con toda guarda y tratamiento y onestidad que conbyene e me pareçió tener”. 
    Porque casas honestas hay en Trujillo pero seguras parece que ninguna en opinión de Villanueva. Ni en Trujillo ni en la comarca ni siquiera en las ciudades de Cáceres, Plasencia o Mérida, hasta donde llegan “parçialidades, vandos y pasiones”. Para muchos parientes mejor hubiera sido “dar un bocado a esta donzella y despacharla” o haberla llevado a Portugal, lejos de Trujillo y de los parientes paternos y maternos, porque “los unos dizen que la matarán los unos, y los otros que los otros” y no encuentra el licenciado dónde depositarla con seguridad. Su tío Luis le sucedería en el mayorazgo de los Vargas si falleciese y no es persona fiable, pues es “notorio que mató a su hermana y cuñada por la heredar y por ello está fuera de los reinos de Vuestras Magestades” y el siguiente en la sucesión sería Alonso García de Vargas, de cuya tutela ha sacado a Beatriz el licenciado Villanueva. 
Trujillo. Palacio de los Duques de San Carlos.
Escudo de los Vargas Carvajal
    Unos y otros le advierten del peligro que corre la joven ante las amenazas de la otra parcialidad y todos aconsejan al pesquisidor que la mantenga aislada, sin comunicación, y procurando que no le lleguen alimentos sino del propio juez “porque dizen que se temen darle algo con que muera, y estos dizen que los otros que esto piden arían”. Y como teme por doña Beatriz y “porque no suçediese algún peligro a esta donçella, doy de comer a my costa y todo lo neçesario y a sus criadas que con ella están y tenerla con la guarda y tratamiento que conbiene syn comunicaçión de pariente”.
    Es enero de 1520, las lluvias “son y an sido tan grandes en esta tierra que cada arroyo es un río caudal” y el licenciado Andrés de Villanueva no parece encontrar solución ni lugar conveniente y seguro para doña Beatriz, la rica heredera del mayorazgo de Juan de Vargas, la futura esposa de don Diego de Carvajal. Se dirige entonces a quienes le han enviado a Trujillo, reclamando al Consejo de Castilla y a su presidente, el arzobispo de Granada Antonio de Rojas Manrique, instrucciones que cumplir y ayuda ante unos parientes que “son gente qruel, Dios los aga christianos”.  
    Y las instrucciones llegaron y parece que llevaron a Beatriz hasta Toledo, al convento de San Clemente, donde quizás estuvo, donde quizás se sintió segura hasta su casamiento en Salamanca en 1522 y donde quizás probara los ricos mazapanes que la tradición cuenta que crearon las monjas toledanas.

1520
Lo que Álvaro de Lugo, corregidor de Cáçeres, a de hazer en el caso de doña Beatriz de Bargas, menor, que le es cometydo es lo seguiente
Que dexadas todas cosas, luego que reçiba las provisiones él en persona, syn lo cometer a otro alguno, vaya a la çibdad de Trugillo a donde está el liçençiado Andrés de Villanueva, juez pesquisidor de sus altezas que por su mandado tiene en poder a la dicha doña Beatriz y la reçiba y tome a muy buen recado con las personas que con ella están y la sirven, y tomen así mismo la gente que le pareçiere que es nesçesaria para seguridad de la dicha doña Veatriz y con la dicha gente y a muy buen recado la lleve a la çibdad de Toledo y la ponga en el monesterio de San Clemeynte de la dicha çibdad en poder del abadesa del dicho monesterio para que la tenga en guarda con la honestidad e seguridad que a la persona y vida de la dicha doña Veatriz conviene. Y a de procurar con la dicha señora avadesa que pues la dicha doña Veatriz es de tan poca edad que no se hallaría syn las personas con quien se cría y la sirven, que dé lugar a que las dichas sus servidoras estén con ella porque a causa de hallarse syn ellas no reçiba detrimento en su persona.
E sy por caso a la dicha señora avadesa se le hiziese algo grave reçibir en el dicho monesterio con la dicha doña Beatriz a todas sus servidoras, que a lo menos reçiba con ella una dueña y una donzella a quien ella más voluntad tuviere para su conpañía, que asy para los alimentos de la dicha doña Beatriz y sus servidoras como para las otras cosas que sean nesçesarias serán allí proveydas de manera que el dicho monesterio no reçiba costa ni daño alguno.
A de tomar el dicho corregidor veynte honbres y si le pareçiere que aquellos no vastaren, que tome hasta en cantydad de treynta, los quales an de ser buenas personas fiables que no sean de las parçialidades de la dicha çibdad de Trugillo ni de los parientes de las partes, con que lleve a la dicha doña Beatriz a buen recaudo y con la seguridad que conviene, de manera que no subçeda ynconveniente alguno.
A de ynformar a la señora avadesa de la causa que a movido a sus altezas e a los del su Consejo a proveher lo que está proveydo en este caso por quitar peligros e ynconvenientes, porque ynformada la dicha señora abadesa tenga espeçial cuydado de la dicha doña Veatriz para la guarda y no dar lugar que personas algunas sospechosas la conserven ni hablen con ella ni con personas del dicho monesterio que a ella le parezca lo puedan ser e que en todo tenga el proveymiento que de tal persona como ella se confía, hasta tanto que por sus altezas e por los del su Consejo se vea y provea lo que en el dicho negoçio conviniere.
Sy fuere menester, que el corregidor de Toledo se junte con él asy para entender en lo que conviniere con la dicha señora abadesa como en otra qualquier cosa tocante a este negoçio; désele la carta que los señores del Consejo escriven para que asy mismo aga todo lo que en este caso convenga e se junte con el dicho Álvaro de Lugo. 
Al liçençiado Villanueva, pesquisydor que fue de Trugillo.

(ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS. CONSEJO REAL DE CASTILLA. Legajo 761, 10)