Advierte el doctor
Luis de Mercado en el tratado sobre la peste que escribe por orden real en 1599[1], que tal
enfermedad solo tiene tres remedios, “sin los quales, ni la medicina, ni sus
auxilios tienen suficiencia ni buen efecto, y con ellos solos se suelen
defender grandes Republicas". Los tres remedios se resumen en tres palabras:
Oro, fuego y castigo. “Oro, para no reparar en costa ninguna que se ofrezca.
Fuego, para quemar ropas y casas, que ningún rastro quede. Castigo público y
grande, para quien quebrare las leyes y orden que se les diere en la defensa y
cura destas enfermedades”.
Ninguno de los tres
fueron ajenos al concejo trujillano cuando se trató de proteger la salud de la
ciudad ante la llegada de tan mortífera enfermedad.
Las primeras
noticias que nos da el arca sobre la peste nos muestran en 1506 una ciudad
empeñada en aislarse y protegerse, guardando los caminos para que no llegaran a
ella quienes venían “de donde morían”, preocupada por la limpieza de sus pozos,
fuentes y calles, quemando los terrenos que la rodeaban y controlando las
salidas y entradas de sus vecinos. Y pese a estos gastos, desde abril de 1507
la ciudad debió pronto hacer frente a otros pagos en los que constatamos que
tales barreras no fueron suficientes: salarios a médicos, físicos y
enterradores.
A todos afectó la peste, que no distinguía de clases sociales, y ese
año fallecía uno de los escribanos del concejo, el mayordomo del linaje
Altamirano y el de los Bejarano así como tres de los cirujanos que prestaron sus
servicios en la ciudad esos días.
No fueron muy
diferentes las medidas que en otras ocasiones hubo de tomar Trujillo ante
noticias de enfermedad en otros lugares, fueran cercanos o lejanos, porque “siendo
mal tan contagioso que dificultosamente se desarrayga y que causa tantos daños
yrreparables”[2],
toda precaución era poca.
Al contrario que en otras ciudades castellanas, no
existe en Trujillo una Comisión de la Salud que, bajo la presidencia del
corregidor, tome las medidas adecuadas para la protección de la ciudad ante las
noticias de epidemias. Aquí es el ayuntamiento el que discute y adopta las
decisiones consideradas más efectivas, que son trasmitidas a la población en
forma de pregón. A veces, las decisiones vienen marcadas desde la corte y es así
como en 1581, ante la noticia de que “en la çiudad de Sevilla y Puerto de Santa
María mueren de peste”, se ordene a Trujillo extremar las medidas que
impidiesen el contagio, cerrando sus caminos a quienes desde dichos lugares
llegasen a su tierra, ordenando igualmente que no se admitiese “ropa ni
mercadurías ni cartas si no fuere con certificazión que no se lleban de las
dichas partes hasta que Dios nuestro señor sea servido de dar salud en ellas”[3].
El fuego habría de acabar con toda aquella ropa o mercancías que pudieran tener
su origen en las zonas infectadas.
Pero esas zonas se extienden y amplían y la
epidemia que entró en Castilla a través de los puertos del Cantábrico pronto
recorre hacia el sur su siniestro camino. Y de nuevo se ponen en marcha los ya
conocidos protocolos. Guardarse, protegerse, aislarse.
Poco antes del fallecimiento de su padre Felipe II,
el entonces príncipe Felipe permitía en 1598 a Trujillo gastar una importante
suma en cercar con tapias la ciudad: 400 ducados que podrían asegurar su
aislamiento y guardarse del mal[4]. Y
a ello se puso Trujillo, porque el avance de la epidemia lo exigía: Santander,
Burgos, Segovia. Talavera, Alcalá, Sevilla, Badajoz... La lista de los lugares
en los que se declara la enfermedad era cada vez más larga. Los años siguientes
no fueron mejores. En 1600 es el reino de Valencia, el de Granada, parte de
Andalucía... En 1601 está en Sevilla, al año siguiente en Jaén, en Córdoba, en la
ciudad de Granada...
Todas las noticias llegan a Trujillo que abre y
cierra su aislamiento en función de las buenas o malas nuevas de un sitio u
otro. Porque Trujillo se ha cercado y confía en su cierre para su protección. Pero
ahora no es la cerca que hubo de proteger en el inicio de ese siglo XVI. Ya no
sirve poner guardas en la puerta de Santiago, la de Coria o en la de Hernán
Ruiz, controlando a quienes deseasen entrar o salir, porque la ciudad ha
crecido y sus arrabales se han extendido hacia nuevas zonas. Las puertas ahora
están en la Encarnación, en el Campillo y en la calle Garciaz. Cercas que aíslan,
puertas que se abren y cierran, sellos que permiten un registro de entradas y
salidas.
En octubre de 1602, el corregidor de la ciudad,
Felipe de Trejo Carvajal, preside la reunión del concejo. Es momento de alegría
y de acordar el cese de los controles.
“Este día se
trató cómo por la misericordia de Dios las enfermedades de peste de Córdova y
Granada se tiene nueva çierta por testimonios que an çesado y que ay buena
salud, atento a lo qual acordó que çese la guarda de la çiudad y se notifique
no guarden más y no se den más salarios a los alguaziles y personas que llevan
salario por la guarda de la çiudad. Y se cometió a Juan Piçarro de Carvajal
haga recojer las puertas y candados y
sellos que están a las puertas y se guarde todo”.
Parecería
que la ciudad podía ya olvidarse de la incertidumbre anterior, del temor al
contagio y puertas, candados y sellos quedar olvidadados. Pero cualquier nueva
noticia, cualquier rumor de epidemia volvía a desatar el miedo del concejo y es
así como puertas y candados tuvieron un ir y venir a lo largo del verano del
año siguiente.
Anónimo. Hospital de las Cinco
Llagas o de la Sangre en la epidemia de peste de 1649. Hospital del Pozo Santo.
Sevilla. Fuente: http://sevillamiatours.com/sevilla-en-la-pintura-12-cuadros/
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1603, julio, 11-septiembre, 12.
Trujillo.
Es julio, día 11. En la sala baja del ayuntamiento
se encuentra reunido el alcalde mayor, el licenciado Jiménez de Aguilar, con
trece de los regidores de la ciudad a los que hace partícipes de los rumores
que le han llegado.
Peste en Sevilla. Este dicho día, su merçed
del alcalde mayor dixo que a oydo dezir que la çibdad de Sevilla no está sana y
que se guardan algunas çibdades della y aunque a hecho dilijençia para saber si
la corte se guarda, no a tenido respuesta. Que se trate, vea y confiera lo que
sobre esto se deve hazer, que por su parte está presto de acudir como tiene la
obligaçión.
Acordose que los cavalleros presentes, cada
uno por sí, se ynformen y hagan relaçión de lo que supieren y en el entre tanto
se sobresea la guarda de esta çibdad.
Apenas una semana después, en ayuntamiento
extraordinario, parecen confirmase los rumores anteriores. Trujillo ha de
cerrarse.
Que se guarde esta çiudad por la peste. Que
se çerque. Este día se trató cómo de la corte se a tenido notiçia que se guardan
de la çiudad de Sevilla y Xerez de los Cavalleros por aver enfermedad de peste
en las dichas çiudades; acordose que esta çiudad se guarde de las dichas
çiudades de Sevilla y Xerez y que se comiençe a guardar desde mañana lunes por
los cavalleros regidores y luego por el alcalde y los demás veçinos desta
çiudad y a los dichos que se les notifique que guarden e lo cunplan so pena de
dos ducados a cada uno que no lo cunpliere y la misma pena se pone a los que
saltaren por las tapias, repartidos para el denunçiador y guardas de la çerca y
juez que que lo sentençiare y que las notificaçiones las haga Alonso Muñoz con
el salario ordinario que se le suele dar. Y se comete a Juan Duarte Montero y a
Juan Calderón de Vitoria hagan luego poner las puertas y çerrar de tapias por
las partes que se suele çercar y que en los arravales y huertas no resçiban
gente forastera ninguna so la misma pena. Y que se notifique al sesmero de la
tierra, que está presente, haga que se guarde en los lugares desta jurisdiçión.
Y que todo lo susodicho se pregone porque venga a notiçia de todos y los
mesoneros y casas de posadas no reçiban a ninguna persona sin testimonio
sellado de las guardas so la dicha pena. Y que en las tres puertas tengan
sellos, que son en la Encarnaçión y Canpillo y calle de Garçiaz.
Pregonose este día por Hern
án Blázquez, pregonero.
El
día 8 de agosto vuelve de nuevo el sosiego. Recogida de puertas, candados,
sellos...
Que se alçe la guarda de peste. Este día se
trató cómo ay buena nueva de la salud de Sevilla y Xerex y se mandó alçar la
guarda desta çiudad y se pregone que ninguna persona bata las tapias hechas, so
pena que las mandarán hazer a su costa y serán castigados por todo rigor y los
veçinos más çercanos lo pagarán. Y se cometió a los comisarios vean las tapias
que están fechas se paguen y no se hagan más. Juan Calderón de Vitoria haga
recojer las puertas y candados y tablas y se saque y se ponga por ynventario.
Es posible que Juan Calderón de Vitoria no llegara
a realizar ese inventario, porque el día 18 de ese mismo mes, las puertas (si
es que se quitaron) volvieron a ser colocadas.
Que se guarde la çiudad y se repare la çerca.
Este día se trató cómo se a tenido nueva cómo la çiudad de Xerez de los
Cavalleros está muy enferma de mal de peste y se guardan della Badajoz y Mérida
y las demás çiudades, villas y lugares de esta comarca. Acordó que luego se
çierren los portillos que ay en el çerco desta çiudad y se çerque lo que falta
por çercar y que se guarde esta çiudad y se comete a los señores Juan Duarte y
Juan Calderón para que lo hagan guardar y çercar y tapar los portillos a costa
de los veçinos más çercanos.
En septiembre de nuevo el concejo atiende a las
buenas noticias sobre la epidemia. Las puertas volvieron a quitarse, los sellos
y los candados se recogieron. Todo quedó tranquilo, pero no olvidado. No sería
la última vez que esas puertas protegieran a la ciudad.
Que se alçe la guarda de la peste. Acordose
que se alçe la guarda de peste que se haze en esta çiudad atento a que ay nueva
que ay buena salud y se comete y que los comisarios que agan luego recojer las
puertas e sellos y candados.
(Archivo
Municipal de Trujillo. Legajo 66, fols. 48v.-60v.)
[1] Mercado, L.: Libro
en que se trata con claridad la naturaleza, causas, providencia, y verdadera
orden y modo de curar la enfermedad vulgar, y peste que en estos años se ha
divulgado por toda España. Madrid, 1599