Dicen las ordenanzas trujillanas que en las tierras de la ciudad y sus
montes "se crían asy de perdizes e palomas como de liebres e conejos e
venados". En un tiempo en el que la caza menor suponía parte del
sustento de los vecinos y parte del abastecimiento de la ciudad, el concejo no
duda en establecer prescripciones sobre el modo en el que se ha de cazar y el
valor que las piezas de caza han de tener en su mercado.
La preocupación del concejo es constante, especialmente en algunos
entornos próximos que constituyen parte de la despensa de la ciudad, el
berrocal. Su proximidad y consideración de terreno común, su valor para algunas
especies de caza y la presión que ello podía suponer sobre otras obliga al
concejo a señalar infracciones y graves penas a quienes cacen liebres de modo
irregular, evitando así que la "abundancia se torne en esterilidad".
1514, diciembre 1. Trujillo
Este día mandaron los dichos señores que porque está la caça muy
estruyda en toda la tierra, que ninguno sea osado de caçar liebres con redes ni
cuerdas en todo el berrocal y en quatro leguas a la redonda desta çibdad, so
pena de perder los perros y redes y cuerdas, y más seysçientos mrs. por cada
vez, el un terçio para el acusador y el otro terçio para el juez que lo
sentençiare y el otro terçio para la çibdad y que aya lugar pesquisa; y
mandaronlo pregonar y se apregonó publicamente este dicho día.
Mariano Nani. Bodegón de caza: una liebre y dos perdices. Museo del Prado |